Capítulo II

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Maximiliano

La noche anterior

Las calles desiertas reciben el deportivo blanco que se desliza por ellas. La noche cayó hace ya algunas horas dándome cierta tranquilidad.

El teléfono no deja de sonar por lo que le pido al italiano que pise el acelerador. Nos estamos jugando demasiado con esta salida repentina y poco organizada, pero no podía rechazar su llamado.

—Llegamos – informa Alexander.

Nos bajamos e ingresamos a la pequeña casa, la cual simplemente es una fachada, otro escondite, otro lugar "seguro" para aquello que queremos proteger a como dé lugar.

Las fotos por doquier nos reciben antes que él y sonrió al ver aquella que también guardo con recelo colgada al lado de una en la cual aparecen dos pequeños.

La foto siguiente es de una boda, en donde una hermosa mujer sonríe dichosa al igual que él.

—¡Hasta que por fin llegaron! – exclaman desde la sala. —Que fastidio esperarlos.

Seguimos avanzando para encontrarnos con un hombre de traje negro, pelo del mismo color y un pequeño bebe en brazos a quien alimenta.

Me acerco sin pensarlo, detallando lo que carga en brazos, asombrado y embobado. No me apena reconocer que estos seres diminutos son los únicos en sacar mi lado más humano.

—Dedrick – me hace saber mientras me lo extiende.

Lo recibo y le sonrió a la criatura diminuta cuando traduzco el significado de su nombre en mi mente.

—¿Y Fredz? – pregunto recorriendo la habitación sin ver al pequeño rubio chantajista.

—Durmiendo arriba, como lo hará él – responde quitándomelo y dándose a la mujer que llega, saluda y sube con su hijo en brazos.

Tomo el lugar libre que señala mientras comienza a buscar algo en un cajón. No tarda mucho en deslizar ciertos papeles cargados de la información que necesito.

—¿Un niño? – pregunta Alexander.

En sus manos tienen la foto del intento de Boss, su esclava y un pequeño niño en el suelo.

—El nuevo heredero de la Bratva – confirma.

—El heredero de la Bratva es Günther – le recuerdo. —No digas ridiculeces.

—¿Qué sabes acerca de él? – indaga el italiano.

—No mucho, lo han entrenado los últimos años – comienza. —El pequeño de casualidad puede mantenerse en sus pies y ya sabe lo que es un arma.

Era lo esperado.

—¿Y de nosotros? – hablo sin apartar la vista de la imagen. —¿Qué saben de nosotros?

—Siguen buscándote, al igual que a ella, pero entre nos, ella es quien realmente importa – suelta divertido.

—Imbécil.

—Además, está el hecho de que los mellizos tienen una bala entre la frente, debes tener cuidado, las miradas también están en ellos – vuelve a hablar más serio.

Me abstengo de golpear la mesa por sus hijos que duermen arriba. Maldigo al infeliz que se atreve a ponerlos en la mira, como me maldigo a mí mismo por darle la oportunidad de dañarlos.

—En los documentos está todo lo que he podido averiguar – informa. —Debemos volver a Rusia mañana mismo o pueden sospechar.

Asiento buscando en el bolsillo del saco la foto que les tome a mis hijos el día anterior y se la extiendo para que los vea.

Rojo Carmesí [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora