Capítulo XVIII

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Samuel

Sabía que mi hermano estaba perturbado seriamente pero no me imaginé que llegaríamos a este punto.

—¿De verdad vamos a pesar la noche acá? - pregunté.

No me respondió. Siguió con la vista fija en la tumba de nuestra madre. Insistí nuevamente pero terminé resignandome minutos después. Podía irme tranquilamente pero no quería dejarlo solo cuando claramente algo lo estaba torturando.

De todas formas no iba a quedarme parado, viéndolo sumergirse más en su locura. Me senté en el suelo recostando el cuerpo en la pared.

Cerré los ojos intentando convencer a mi cerebro que nada iba a pasar si dormíamos entre una docena de muertos. Minutos después, sentí el ruido cuando ocupó el lugar vacío a mi lado pero me mantuve en la misma posición..

Sabía que rompería el silencio cuando estuviera listo y así fue.

—Eras pequeño - habla. —¿La recuerdas?

Sabía a quién se refería.

—Pelo lacio y super largo - comienzo a describirla. —Ojos claros, sonrisa grande y llena de vida. Cuerpo delgado y delicado…

—Jamás estuvo llena de vida.

—No fue su elección.

Siempre tuve eso claro. Nuestra madre había sido alguien maravillosa en el pasado, muchos aseguraron eso el día de su entierro. No con nosotros, eso era evidente. Cómo también lo era el hecho de que mi padre la había destruido y llevado a la locura.

—Pero si el dañarnos.

Guarde silencio.

Algo se había atascado en mi garganta impidiendo que las palabras salgan. Pero si el dañarnos.

Cuánta razón había detrás de esas palabras. Ambos teníamos grabado en nuestra piel y en nuestra alma las pruebas de eso, más el hombre despiadado que estaba a mi lado.

—Jamas te agradecí.

—¿Por qué?

—Por cuidar de mi.

Gira la cabeza encarandome. Y por primera vez veo al hermano con el que crecí.

—Eres mi hermano, siempre te voy a proteger.

—Pensé que ibas a matarme aquel día - me sincero. —Por ella.

Suspira.

—Me clavaría una daga en el corazón antes de lastimarte, Samuel.

Y por dios, sabía que lo decía enserio. Ya había hecho eso en el pasado. Ya se había sacrificado por mí.

—No debiste tomar ese jugo por mí - murmuró con culpa.

—Hice lo que cualquier hermano mayor haría - afirma. —Proteger a su hermano menor.

—Si se lo hubieses dicho a padre él….

—Lo hubiera matado - concluye. —Pero eso no hubiese cambiado nada.

O si, pero de todas formas nunca lo podremos saber.

—Me encerré tanto en mí mismo, en la venganza que pensé que si le hacía lo mismo a ella podría vengarme de su padre - las palabras se me clavan dentro.

Sus palabras son sinceras, profundas.

—No te apoye en ese entonces.

—Me alegra que no, era algo demasiado retorcido - menciona. —No podría matarte jamás, yo la desgarre de la misma forma que me desgarraron a mi, y me sentí sucio. Pero vos le diste algo que yo jamás tuve. La sanaste.

Rojo Carmesí [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora