Capítulo XX

673 53 4
                                    

Isabella

Había funcionado. Lo supe en el instante en que sus asquerosas manos se cerraron fuertemente en mi cintura. El olor que desprendía el cuerpo del hombre que había amado en el pasado, solo me daba repulsión.

—No tienes que aguantar más - habló.

Ignore la punzada de miedo.

La voz le salió más gruesa de lo que recordaba. Cinco simples palabras. Ahora, dichas por sí solas no significaban absolutamente nada. Antes, quizás lo hubieras sido todo.

Pero el antes quedó atrás hace muchísimo tiempo. Las cosas habían cambiado rápidamente. Las inseguridades se fueron. La lealtad apareció, pero por sobre todo, el odio se fue transformando en amor.

—No lo entiendes - dije apartándome. —Se ha vuelto un monstruo desde que...

—¿Desde qué?

Suelto las palabras aunque me generen un nudo enorme en el corazón. Tan solo pensar en eso me aterra. Me destruye como el día en que la mansión ardió y no pude llegar a ellos.

—Desde que mataste a sus hijos.

Enfatizó las últimas dos palabras. Debo asegurarme de que entienda mi repulsión hacia ellos. Debo asegurarme de que crea que estamos en el mismo bando.

-También eran tus hijos.

Me detalla analizando mi reacción. Me mantengo en mi papel de víctima. Algo comienza a surgir me dentro. Miedo quizás. Por el rabillo del ojo veo la sombra del italiano detrás de una de las columnas.

Me tranquilizó.

—Solo era quien los cargaba y quién los parió - murmuré. —Me fueron quitados desde que respiraron por primera vez.

Me abrazo.

Claramente se tragó cada una de mis mentiras.

—Lamento que hayas tenido que pasar por todo esto.

—No fue tu culpa.

—¡No lo fue! - afirmó. -Fue culpa del codicioso de tu padre.

Busco sus ojos. No me esperaba que lo mencionara tan abiertamente. No después de haber sido quien acabó con su vida.

—Da igual - me encojo de hombros mientras busco estabilidad en uno de los bancos de la capilla. —Te encargaste de él.

—¿Eso te molesta?

Negué.

—Odie a papá por entregarme a Maximiliano - confesé. —Quería casarme por amor y en cambio fui vendida, violada y abusada por su culpa.

Hice una pausa. No había mentiras en esas últimas palabras. Amaba a mi marido pero sin dudas fue una porquería conmigo al inicio. Era una realidad.

Lo mire a los ojos. Estaban turbios. Brillaban de odio.

—Merecía morir - concluí.

Era sincera. Le tenía mucho cariño a mi padre pero su muerte no me dolió. No era un hombre bueno. No fue un buen padre.

Hubo un silencio que se prolongó entre nosotros. Era demasiado evidente que no éramos los mismos. Él, se había vuelto un asesino y yo, había podido dejar atrás a la parte ingenua que me limitaba.

—No puedo quedarme mucho tiempo - rompí el silencio. —Me escapé y van a buscarme.

Hice el intento de pararme pero me detuvo por el brazo. Su agarre fue firme. Me quedé en mí sitio.

Rojo Carmesí [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora