Capítulo IV

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"Pase lo que pase, la sangre siempre será el lazo más fuerte que pueda existir en el mundo"

Isabella

La vuelta al laboratorio es en completo silencio. Los niños duermen en el asiento de atrás al igual que Azul por lo que prefiero mirar por la ventanilla el hermoso trayecto de regreso.

Valla uno a saber cuándo volveremos a salir.

Cada tanto, utilizo el espejo para ver el perfecto rostro de mi hija, pensé que salir fuera de los muros en los que se crio iba a ser difícil para ella, pero se ha adaptado perfectamente.

Su personalidad reluce cada vez que se tiene que enfrentar a algo nuevo y agradezco que no se parezca en nada a mí, sin dudas, ella si es útil.

Mis pensamientos colisionan cuando siento la mano de Maximiliano posarse en mi muslo.

—El próximo lunes debo viajar a Tokio – informa tomándome por sorpresa. —Quiero que prepares un equipaje, haremos un viaje con los niños el fin de semana.

Desde que se fue con Alexander en el campo de tiro no volví a verlo y cuando emprendimos la vuelta su rostro no era el de esta mañana.

—¿Todos?

—Si Isabella, todos.

El rostro se me ensancha ante su propuesta y no contengo la felicidad que me surge ya que nunca imagine que quiera viajar con nosotros en plan familia.

—¿Por qué vas a Tokio? – pregunto intentando que no deje de hablarme.

—Debo encontrarme con Marcos e Ichiro – habla concentrado en el camino. —La hora de volver de acerca.

—¿La hora de volver? – pregunto, pero no me responde. No quiero que el silencio vuelva entre nosotros por lo que me esfuerzo por sacarle palabras. —¿Y nosotros a donde iremos?

—¡Que preguntona que estas hoy! – exclama. —Iremos a un viñedo a las afueras de la ciudad.

El celular le suena y atiende dedicándole su atención a la persona del otro lado. Es rápido para ponerse los auriculares haciéndome notar que no quiere que escuche y vuelvo la vista a la carretera cerrando los ojos dichosa porque el finde llegue.

No hay dudas de que me dormí ya que la suavidad de mis sabanas me acaricia el cuerpo desnudo cuando intento orientarme en la oscuridad.

¿Cuerpo desnudo?

Me remuevo una y otras mientras que unas enormes manos intentan que me quede quieta, lo cual me es imposible ya que los movimientos sobre mi clítoris me hacen contonear las caderas.

El fuego que se acumula en un solo punto es esquicito y bajo la mano intentando tocar su pelo...

—¿Maxs?

—Quédate quieta mientras me devoro esto – suelta emergiendo desde mis piernas.

Nuestras miradas se conectan e introduce un dedo en mi cavidad sin apartármela. Una de sus manos sube hasta mi ceno amasándolo mientras que vuelve a centrarse en pasar su lengua por mi musculo sensible.

Los movimientos del dedo solo empeoran todo y el grito de placer llega cuando no soy capaz de contenerme más. Mi cabeza cae mientras que el hombre entre mis piernas se niega a soltarme.

Cierro los ojos cuando el falo duro se pasa por mis pliegues y ahogo el grito cuando entra de una sola estocada.

—Voy a follarme ese coño – sentencia.

A pesar de la poca luz puedo ver como su figura se alza delante y comienzo a mover las caderas mientras que ubica una mano en mi hombro comenzando a embestirme.

Rojo Carmesí [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora