Extra Samuel

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Samuel

Como de costumbre, Maximiliano se marchó sin dar razón alguna dejándonos rodeados de un desastre de dolor y sangre. Me quedé a unos pocos metros de la mesa observando como Marcos se ocupaba de quemar, vendar y volver a ponerle la intravenosa a mi primo.

Había que mantenerlo con vida.

Lo hacía con un profesionalismo que me recordaba porque era la mano derecha de mi hermano y no yo. Éramos diferentes. Marcos era diferente en realidad. Conservaba su corazón pero sabía separarlo de situaciones como estas, cosa que yo jamás pude hacer.

Para mi, actos como los de hace un rato me sumergen en...

—¡Samuel! - mi nombre me atrae a la realidad. —Te estoy hablando.

—¿Qué?

—¿Estás bien?

Medio asiento. No quiero que vea debilidad. Más de la que ya ha visto en estos años.

Sigue hablándome y solamente intento fingir que estoy en la habitación con ellos cuando en realidad mi mente está muy lejos de este lugar. En un lugar muy oscuro. Con Adda.

—Ya termine ¿vas con nosotros?

Niego.

—Esperaré a Exequiel.

Marcos pasó por mi lado deteniéndose un segundo para apretar mi hombro. Y sentí como todo me baja lentamente. La imagen de Beltrán me remonta al pasado con la única diferencia de que ya no tengo la mano de mi hermano para aferrarme.

Ya no soy aquel niño.

Mis ojos se apartan para centrarlos en las manos que me tiemblan cada vez más. Hay mucha sangre, demasiada sangre. Las pulsaciones aumentan y tengo que buscar sustento en la pared intentando no desfallecer.

No soy un Wolf

Avanzó hacia la salida intentando que el aire entre a mis pulmones.

No soy un Wolf

Repite mi mente intentando que no olvide que soy la vergüenza de la familia.

Empujar la puerta y salir de ese lugar no ayuda en lo más mínimo. Las pulsaciones aumentan haciéndome arrodillar en el suelo. Algo me sube por la garganta y lo dejó salir buscando un alivio que por suerte llega.

Me limpio y levantó rápidamente cuando siento una mano en mi nuca.

—Está bien, déjalo salir.

Es Exequiel.

El menor de los De Luca se ha convertido en una fuente de apoyo. Un buen amigo. Como aquel que dejé atrás en Alemania.

—¿Vamos por unos tragos? - cuestiona.

Se que su ofrecimiento es solo para sacarme de acá. Y eso es justo lo que necesitaba. La razón por lo que lo espere. Necesito unos buenos jarros de cerveza fría que me recuerden mi tierra, mi hogar.

No puedo volver a casa en estas condiciones. No con mis hijos esperándome.

Asiento dándole una respuesta.

—¿Alexander?

—Va a quedarse, aún no es suficiente para él.

—Dame unos segundos - pido.

Se ríe pero no se opone ubicándose a mi lado.

Los segundos se transforman en largos minutos hasta que todo el remolino que tengo dentro se detiene. Es como si mi cuerpo encontrará cierta estabilidad por lo que le hago señas para ir por ese bendito trago.

Rojo Carmesí [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora