Capitulo XXI Parte II

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Samuel

Lo que teníamos delante eran metros de absoluta oscuridad. La falta de iluminación limita nuestros pasos hasta dónde llega la luz de las linternas. Avanzamos lentamente. Por alguna extraña razón, nos mantuvimos juntos. Hombro con hombro.

—Nos va a llevar más de la cuenta - habla Lukas.

Lo mire de reojo. Era raro trabajar al lado de alguien como Lukas. Tan... impredecible. Pero era familia y por ende era leal a la causa. Leal al apellido. Leal a la bestia. Y lo estaba demostrando bastante bien.

—Apuremos el paso - propongo.

Algo me decía que no debíamos pasar mucho tiempo en estos túneles. Además no contábamos con mucho tiempo. Teníamos que llegar a Iker lo antes posible.

—¿Qué haremos con el niño?

Su pregunta me tomó por sorpresa.

—Las órdenes de Maximiliano son claras - le recuerdo.

Aunque en realidad es un recordatorio para mí mismo. No iba a fallar. Quería a Iker pero si tenía que acabar con su vida, lo haría. Le debía a mi hermano la misma seguridad que él me brindó años atrás para sus hijos.

—No se si soy capaz de matar a un jodido niño.

—Lo haré yo - al menos le debía eso al pequeño.

Asintió avanzando.

—¿Cuántos kilómetros vamos? - indago.

Lukas se detiene unos segundos para chequear su reloj. Aprovecho a buscar un poco de agua en la mochila. Hacía bastante calor.

—Casi cinco - responde. —Nos falta poco para llegar al banco.

Le extiendo la botella. Sus cálculos son aceptados. Unos minutos después nos encontramos con una entrada similar a la de la tienda aunque eso no es lo único.

—¿Por dónde?

Delante aparece una división. Dos caminos. Dos lugares a donde ir. Uno, nos llevaría hacia nuestro objetivo, el otro dios sabe dónde.

—Derecha.

Asiento.

Seguimos avanzando. La marcha se ralentiza gracias a los escombros, animales muertos y porquerías que están esparcidas por el suelo. Después de la entrada al banco, el túnel comienza a dar señales de no haber sido transitado en años.

Y esa es la única buena señal que hemos tenido desde que llegamos.

—Podría haber sido peor - digo mientras paso por el esqueleto de vaya a saber qué.

Se ríe.

—No sabía que eras tan delicado.

Me encojo de hombros.

—Soy un hombre de laboratorio.

No me gusta hacer estas cosas. Jamás me gustó. Lo mío siempre fue la ciencia. Prefería ser el productor de la organización que un asesino o torturador.

—Estamos cerca - avisa.

Festejo internamente. No podría soportar mucho más en este lugar.

—¿Por qué quisiste venir?

Ahora es él quien se encoge de hombros.

—Estaba aburrido.

—¿Aburrido?

—Somos familia. No es divertido estar gastando la fortuna familiar mientras ustedes están siendo perseguidos.

Su sinceridad me hace reír. Lukas siempre ha sido de la misma manera. Despreocupado, alegre y extrovertido. Le gustaba disfrutar del lado placentero de nuestro mundo pero siempre se mantenía alejado de la parte oscura lo mejor que podía.

Rojo Carmesí [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora