Capítulo XVII

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Maximiliano

Lo único que quedaba en pie, estaba prácticamente en ruinas. Las paredes que antes estaban decoradas con un fino papel tapiz ahora se hallaban consumidas por las cenizas.

Algo me estrujó por dentro al ver el lugar donde crecí vuelto nada aunque también debía reconocer que se sintió bien.

Los escombros habían enterrado lo que quedaba de sus recuerdos.

Estás paredes habían sido testigo de como cambiaban a un niño de siete años, como aplastaban las ilusiones de uno de nueve y como le temían a uno de quince.

Mire a Samuel por el rabillo del ojo.

Caminaba a mi lado, firmemente cómo lo había hecho en el pasado.

—¿Vas a repararla? - indagó con la vista al frente como si supiera el rumbo de mis pensamientos.

—¿Quieres que la repare?

Se quedó en silencio. Rebuscando dentro una simple razón para decirme que sí. En cambio, su cabeza negó ante mi pregunta.

—Un nuevo legado requiere unos cimientos más firmes - concluí.

Sus hijos y los míos merecían mucho más que una casa cuyas paredes destilaban agonía, tristeza y desolación.

Podía protegerlos de eso y lo haría.

—Denme un segundo - pide Marcos cuando llegamos a lo que queda en pie de la vieja bodega.

El toque de mi amigo se notaba en el lugar y, en segundos, estábamos reunidos alrededor de una mesa de madera de algarrobo vieja esperando que encienda un proyector para visualizar el actual territorio de la Bratva.

En menos de una semana debíamos memorizarnos cada centímetro del lugar si queríamos salir con vida de ahí.

—¿Necesitas ayuda? - se ofrece Exequiel.

Marcos niega.

Sigue lidiando con el bendito aparato mientras que mi hermano empieza a extender en la superficie de la mesa los documentos con los puntos donde se mueve el Boss.

Mis ojos recaen sobre ellos. Las ansias se disparan por mis venas y busco a Alexander con la mirada. Me la sostiene del otro lado y sonrió al ver las mismas ansias de sangre en sus ojos.

Me hace falta matar.

Me hace falta torturar.

Pero más que nada en este mundo…

Me hace falta sentir el olor de sangre. Aquel olor que me excita disparando mis hormonas a niveles poco humanos.

—¡Ya está! - exclama Marcos volviéndome a la realidad.

Se acerca dándome el control que maneja el aparato para luego ubicarse al lado de Ichiro.

—Tenemos varios puntos que cubrir - comienzo. Todos saben el punto principal de la reunión así que trato de no malgastar palabras. —El principal es Kazán.

—Kazán es donde está la residencia principal - agrega Samuel. —Pasa gran tiempo ahí, mientras no tenga trabajo.

Mueve algunos papeles dejando a la vista el de una gran mansión.

—Pensé que ocupaba la casa del antiguo Boss - menciona Beltrán con cierta sorpresa.

—Dejó de ocuparla meses después de que su hijo nació - lo pone al día mi hermano.

Lo miro pidiéndole que cierre la boca. Las idioteces que dice estaban bien explicadas en los papeles que debían aprenderse para hoy.

Otra vez, la voz en mi cabeza resuena diciéndome que estaría mejor si les meto un tiro en medio de la frente.

Rojo Carmesí [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora