Capitulo XXXIX Parte II

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Maximiliano

Tenía diez años cuando mi padre me llevó junto con Beltrán y Lukas a una de sus bodegas. Jamás pude olvidar ese día y sé que mis primos tampoco. El nivel de sadismo al que estuvimos expuestos sin dudas influyó mucho más en mi personalidad que el odio que corría en mis venas hacia Adda.

No entendí a mi padre ese día. Por el contrario, juré que jamás derramaría la sangre de la familia por ningún motivo. Ahora estaba a punto de romper ese juramento y lo peor es que no sentía ningún remordimiento al respecto.

Beltrán se lo merecía. No debió traicionarme ni mucho menos traicionar mi confianza aliándose con el causante de la desdicha de mis hijos. Eso es algo imposible de perdonar. Su deuda es muy alta.

Y si de algo estoy seguro es que le causare un dolor que jamás esperó sentir.

—Los rusos son míos - habla Alexander.

Asiento.

No me interesan en lo más mínimo y doy por asegurado que tendrán lo que merecen. Tocaron lo que le pertenece.

Aguardo en silencio viendo como el italiano y su hermano se adelantan a sacarlos. El lugar es pequeño y sería una pena que eso limite la diversión.

Al cabo de segundos solo quedamos cinco.

Samuel, Marcos, Ichiro, yo y el centro del espectáculo.

La sonrisa se instala en mi rostro cuando me detengo delante del traidor que yace colgado de las manos. Sus ojos no se sorprenden al verme. Me estaba esperando. Sus asquerosos labios me lo gritan cuando se curvan en una sonrisa mientras que las ganas de borrársela aumentan.

No omito ningún sonido mucho menos algún gesto.

Lo observó mientras siento los pasos de quienes me acompañan detrás. Están ansiosos y expectantes. Puedo percibir la rabia y el rencor emerger de sus cuerpos. No solo toco lo que es mío, también los daño a ellos vendiéndolos como lo hizo.

Suelto el aire que tengo en los pulmones mientras arremango las mangas de la camisa. Cuando pasas tantos años haciendo esto comprendes que generar ansiedad en tu victima es la mejor tortura.

—¿Recuerdas a tu padre? - inquiero. —La última vez que lo viste estaba en la misma situación que estás ahora.

Se remueve intentando zafarse de las cadenas que lo mantienen a pocos milímetros del suelo. Mis palabras comienzan a cumplir con su objetivo.

—Yo lo recuerdo muy bien - sigo. —Estaba en una silla, sangrando y suplicando por su patética vida.

Se mantiene en silencio, pero sus ojos comienzan a mostrarme como cada una de mis sílabas le afectan. La imagen de mi tío abierto con los órganos fuera de su cuerpo es algo que estoy seguro no ha podido olvidar. Yo no he podido hacerlo.

—¿Vas a rogarme, Beltrán? - sujeto su rostro. —¿Vas a rogarme por tu asquerosa e insignificante vida?

—Vete al diablo - maldice escupiendo en suelo.

Aprovecho la cercanía para cerciorarme de que las cadenas están bien aferradas a sus manos. El jalón del gancho lo mueve y como un cerdo intenta zafarse.

—Voy a disfrutar tanto esto - confieso. —No debiste ir en mi contra ni mucho menos vender lo que es mío.

Me giro sobre mis hombros buscando a mi mejor amigo y no hace falta que diga nada, él me entiende a la perfección ya que se acerca dejando caer el bolso a mis pies. Comparto una mirada con Marcos antes de bajar los ojos al suelo.

Rojo Carmesí [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora