Capítulo XL Parte II

687 55 9
                                    

ATENCIÓN CONTENIDO +18

¡EL CONTENIDO DE ESTE CAPÍTULO ES DELICADO, SI TE SIENTES MAL AL LEERLO ABSTENERTE DE HACERLO!

RECORDEMOS QUE SOLO ES UNA HISTORIA

.

.

.

.

Isabela

Las palabras de Samuel es lo primero que mi mente recuerda cuando la luz comienza a entrar por mis ojos. Intento incorporarme pero una mano me detiene.

—Con cuidado.

Reconozco la voz de Alexander. Su presencia activa todas mis alarmas y...

—¿Mi bebe?

La pregunta sale por sí sola a pesar de que la respuesta puede terminar por romperme.

—Está bien por ahora - sus palabras no me tranquilizan. —Tuviste una amenaza de aborto, pude controlar la hemorragia pero la amenaza puede volver.

Los ojos me queman. No puedo perderlo. No quiero perderlo.

—Tranquila - habla como si pudiera leer mi mente. —No voy a apartarme de tu lado.

—Todo estaba bien - pienso en voz alta.

Todo estaba bien, me sentía dichosa y la jodida vida me demostró una vez que nunca podré tener tranquilidad. Alexander me dedica una sonrisa triste y se que debe pensar que soy una mina patética.

—¿Cómo está? - preguntan desde la puerta.

El cuerpo se me tensa. Maximiliano ingresa y ni siquiera es capaz de mirarme.

—Controlado - responde el italiano secamente.

Hay cierta tensión, cosa que me sorprende. Jamás actuaron de esa manera.

—Déjanos - pide.

—Necesita tranquilidad - menciona antes de salir.

Nos quedamos solos y la habitación se vuelve tan pequeña que no alcanza para compartirla con el hombre que está dándome la espalda. Guardó silencio esperando que sea él quien lo rompa.

Los segundos pasan hasta que...

—Tenía 10 cuando Adda nos presentó a sus amigos - habla. Sigue de espaldas y paso saliva porque no sé si quiero escucharlo. —Padre viajaba mucho y ella amaba hacer reuniones en la casa con sus amigos.

Hace una pausa antes de seguir.

—Tu padre era su amigo - la mención no me sorprende. Tengo presente las palabras de Samuel. —Un amigo que tenía un gusto particular que necesitaba ser complacido y Adda era feliz complaciendo a sus amigos.

El mundo se me detiene y mi mente proyecta la imagen de un pequeño niño.

—Cada vez que padre se iba, ambos teníamos presente que pasaríamos toda la noche parados delante de hombres y mujeres que parecía que no notaban que estábamos ahí. Va, no todos, él nos notaba, notaba a Samuel.

Vuelve a hacer una pausa y la cama se mueve cuando se sienta en ella. Sigue dándome la espalda con la mirada fija en la pared.

—No era a quien quería, quería a Samuel, era más pequeño, más débil - sigue. —Tu padre no me quería, ya no había inocencia en mí, ya tenía las manos manchadas de sangre pero tuvo que conformarse porque no le di otra opción.

El asco se presenta en forma de arcada y me obligó a controlar todo lo que sus palabras me generan.

—Supe que el día de complacer al amigo de Adda había llegado cuando tu padre no dejaba de mirar a mi hermano mientras se relamía los labios.

No contengo lo que se me atasca en la garganta y me apresuro a sacar la cabeza de la cama. El silencio se prolonga hasta que termino pero él ni se inmuta, Se mantiene en la misma posición y continúa cuando me detengo.

—Samuel también lo sabía porque se aferraba a mi mano, cuando Adda le dio el vaso no dude en quitárselo de las manos. Tenía que proteger a mi hermano. Recuerdo la mirada que esa mujer me dio mientras me tomaba el líquido. Le susurré a mi hermano que se fuera lejos y después todo se volvió borroso y desperté al otro día adolorido, había sangre y un vacío enorme.

No puedo contener el llanto y nunca odie a mi padre tanto como en este momento.

—Padre había vuelto al otro día - continua. —Me encontró en la cama. Adda le dijo mentiras. Me golpeó por quejarme y rehusarse a cumplir con sus exigencias. Aunque hubo más sangre sus golpes no me dolían ya que la inocencia en los ojos de Samuel compasaban todo, incluso las noches de los próximos años. Todo terminó cuando esa mujer nos premió quitándose la vida.

No agrega nada más y supe que hasta ahí había llegado.

—¿Qué culpa tenía yo?

Quisiera abrazarlo, decirle que sentía lo que mi padre le hizo pero... necesitaba una respuesta a la única pregunta que mi mente tenía.

Me mira por primera vez.

—Los años posteriores a la muerte de Adda me esforcé por volverme quien soy. Tenía un solo objetivo en mente y ese era destruir a tu padre por querer destruir a mi hermano. Aunque no me creas, Samuel estaba de acuerdo cuando tu nombre comenzó a sonar en nuestro mundo, para destruirlo tendríamos que destruirte, pero todo cambió cuando te conoció.

—¿Qué culpa tenía yo?

Repito.

—Ninguna y lo entendí tarde. Me equivoqué y me volví la misma mierda que él, Samuel me hizo dar cuenta de eso - sus palabras suenan tan sinceras. —Por eso me quedé al margen mientras te veía meterte con mi hermano, mientras él intentaba arreglar el error que yo había cometido.

—Lo sabías.

Asiente con la cabeza.

—Desde que comenzó.

El silencio nos vuelve a abrazar. Quisiera poder decirle algo pero no sé qué.

—No voy a pedirte perdón porque eso no arreglaría nada, no significaba nada - habla. —Pero creo que he demostrado que quiero esto con vos. Me he esforzado porque te sientas segura, cuidada y amada.

—¿Me amas?

Soy tan idiota pero lo único que mi mente retiene es lo último.

—Te amo - afirma.

—El bebe está bien - le hago saber como si no lo supiera. —Necesitamos tranquilidad.

No me aparta los ojos.

—Volveremos a Alemania, les daré un hogar seguro donde puedan llevar la vida que siempre han merecido.

Le sonrió ya que la idea me llena el alma. Esto no cambia lo que siento a pesar de que si tendría que cambiar todo. Lo perdone hace años y jamás tendría la fuerza para quitarles a mis hijos esto, lo que yo nunca tuve, un padre que daría su vida por ellos.

—Entonces ¿Alemania?

Sus ojos profundos me atraviesan.

—Alemania. 

Rojo Carmesí [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora