Capítulo XVI

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Maximiliano

Cuando perteneces a este mundo te toca hacer cosas que hacen dudar de hasta quien sos. En mi día a día, lo que más me cuesta es despedirme de mis hijos.

La gente que me rodea ve a los hijos como una fuente de poder. Y en realidad lo son. Pero también son una gran debilidad.

Son aquello con lo que te van a joder sin pensarlo.
Aún así, cierro la puerta del automóvil sin mirar atrás. Este viaje es sumamente necesario para darle fin a esta guerra ridícula contra la Bratva.

Sin embargo, debo reconocer que, a pesar de que la mayoría de mis hombres se quedan vigilando el laboratorio, dejar el país me deja un sabor amargo en la boca ya que no voy a estar a su lado si algo les sucede.

—¿Nos vamos? - pregunta Samuel.

Asiento apretando el acelerador. El lugar comienza a alejarse y trata de concentrarse en lo que realmente importa ahora.

Ellos van a estar bien.

Conduzco por más de media hora hasta la pista donde nos aguarda el jet. Samuel se mantiene en silencio concentrado en el portátil por lo que solo me queda mirar al frente.

Los largos kilómetros de ruta concluyen cuando aparece el avión a lo lejos. Un cosquilleo se me instala en el pecho. Han pasado tantos años que volver a Alemania se siente raro.

—Marcale a Alexander - pido extendiendo el teléfono.

La ausencia del italiano me preocupa más de lo que debería. De un día para otro, desapareció sin siquiera avisar. Y él no es así. Aunque si algo le hubiese pasado, ya nos hubiéramos enterado.

Samuel deja la computadora rápidamente centrándose en el teléfono. Es otro quien me tiene alerta. Desde esta mañana está más estúpido que de costumbre.

—No contesta - me hace saber. —Sale el buzón de voz.

—Pues insiste.

Al cabo de unos minutos, obtengo la misma respuesta.

—¿Llamó a Exequiel? - cuestiona.

Niego quitándole el aparato.

No hace falta. En algún momento aparecerá, estoy seguro.

Esto es tan importante para él, como lo es para mi.

Guardó el aparato y estaciono el auto a una distancia prudente del avión. Me giro para llegar hasta el bolso de mano y esperó hasta que mi hermano terminara de guardar sus cosas para bajarnos.

Desde dentro, puedo ver qué varios de mis hombres están montando guardia pero, aún así, me calzo la pistola a la cintura pidiéndole a Samuel que haga lo mismo antes de bajar.

Está es una tierra amiga, pero no deja de ser peligrosa.

—¿Por qué vinieron Beltrán y Lukas? - indaga Samuel.

Vuelvo a mirar hacia afuera. Ambos están al lado del jet, uno con varios documentos en la mano, el otro con una botella de cerveza. Cierro los ojos cansado cuando divisó a Azul junto a ellos. La muy mal nacida tiene otra botella que le voy a partir en la cabeza cuando me tenga frente a ella.

—¿Será porque forman parte de la organización? - cuestiono con ironía. —Deja de comportarte como un novato y mantente alerta.

Bajamos en silencio.

Mis primos nos saludan cuando nos acercamos mientras que mi hermana se me viene encima, atosigando como es su costumbre. El mal humor que me pegaron se multiplica al percatarme de su patético estado.

Rojo Carmesí [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora