Maximiliano
Me mantengo de brazos cruzados mientras Alexander la revisa. Debo reconocer que encontrarla en ese estado me alarmó más de la cuenta. Es una mujer demasiado sana, como bien, entrena y rara vez se enferma.
—¿Qué tiene?
Alexander viene hacía mí.
—Nada a simple vista - responde. —Solo se le bajó la presión, seguramente por tanto estrés o por la vuelta de tu hermano.
Lo último que suelta no me gusta pero se lo dejo pasar. No estoy para soportar su humor negro. En cambio, voy hacia donde ella está. Me ubico en el espacio que quedo libre en la cama mientras busco algo que decirle y que no me haga sonar como un idiota.
—¿Necesitas algo?
—No, gracias.
Que no me mire solo aumenta mi enojo. No entiendo su actitud, no entiendo para nada su cambio.
—En la tarde saldremos con los niños - le informo. —Si te sientes mejor, acompañanos.
La idea de dejar la seguridad de la casa no me gusta para nada pero como siempre, no puedo ganar cuando de ella se trata. Y si mi pequeña niña quiere un jodido árbol de navidad es lo que ella tendrá.
—¿Puedo saber a donde? - cuestiona.
—Raina me abordo esta mañana exigiendo un puto arbol de navidad - respondo recordando el momento.
Es algo ridículo, pero es lo que desea.
—Jamás pudimos festejar con ellos - habla. —No como se merecen.
Y tiene razón. Los primeros cinco años de vida de mis hijos han sido un total espanto, pero pronto podrán tener toda la normalidad del mundo.
—Pues este año lo harán.
Dejó la cama con la intención de ir a preparar la salida. No soy idiota para sacarlos sin ningun tipo de seguridad por lo cual tengo que armar un anillo que nos vigile mientras hacemos las jodidas compras.
—Voy con ustedes - avisa.
Sonrió internamente ya que eso alegrará demasiado a los niños.
Hago los arreglos pertinentes y cuando la tarde cae, partimos rumbo al centro de Sicilia.
—Mira ese árbol mami - grita Raina. —¡Es enorme!
No cierra la boca en todo el trayecto ni mucho menos deja de sorprenderse por las decoraciones que abundan en las calles. Verla enloquecida e irradiando felicidad hace que la sangre me fluya con mucho más fervor.
Las camionetas que nos respaldan se detienen y hago lo mismo saliendo del vehículo.
—Mantengan una distancia prudente - ordenó tomando a mi hija de la mano.
Günther, en cambio, prefiere aferrarse a su madre.
Las calles principales de Sicilia brillan gracias a las luces. Raina se me suelta exaltada cuando ve a un par de renos de madera en una de las tiendas.
—Sacame una foto - me grita.
Obedezco sacando el móvil del bolsillo, Le hago algunas sola, otras con su hermano y por último, algunas todos juntos.
—¿Entramos aca? - pregunta Isabella.
Asiento ya que se puede ver que en el lugar venden de todo. Una de las dependientas se me acerca para darnos la bienvenida y tengo ganas de que la tierra me trague al ver a Raina montando uno de los renos.
Isabella es quien corre a bajarla disculpándose en el proceso, como si eso fuese necesario.
—Elijan lo que sea necesario - habló en su dirección.
Lo menos que quiero es ponerme a elegir ridiculeces. Ella toma la mano de ambos y se deja guiar por la dependienta mientras la sigo desde cerca. La jodida exigencia de mi hija me roba más de dos horas pero al final salimos con una cantidad exagerada de bolsas repletas de regalos, luces y adornos navideños.
—¿Viste que grande es mi árbol? - indaga Raina tironeando de mi camisa.
Asiento.
—¿Vamos a decorarlos juntos? - sigue hablándome.
—Si - respondo ayudándole a subir al auto.
Ajustó el cinturón de la silla y cierro la puerta subiendome en mi lugar.
—Las pelotas son de muchos colores, ¿no mami?
—Si, cariño.
Enciendo el auto emprendiendo la vuelta y como cada vez que se montan a un auto, ambos se duermen en la parte de atrás.
—Gracias - murmura la mujer a mi lado. —Fue divertido para ellos.
Sigue con la misma actitud ridícula de esta mañana negándose a mirarme.
—¿Y para vos?
—¿Qué?
—¿Acaso no te divertiste?
—Si, claro que sí.
—Pues bien.
El silencio abruma el auto hasta que llegamos a la casa. Ella es la primera en bajarse despertando a los niños y me quedo un rato en el asiento dejando que los de seguridad bajen los paquetes.
Cuando veo que entro completamente, meto el sobre que compre en la tienda en uno de mis bolsillos. No sé qué se me pasó por la cabeza pero ya que gaste una fortuna pienso dárselo esta noche.
—¿Decoramos? - cuestionan cuando pongo un pie en la sala.
Mis ojos recorren el despelote de papeles y demás objetos que adornan el suelo dejándome guiar por ella hacia donde está su madre y su hermano. La noche va llegando mientras me permito darles este momento de normalidad, como si fuéramos gente normal.
Lo primero que hacemos es montar el árbol junto con las luces y los adornos. Raina, con ayuda de su hermano cuelgan las botas navideñas y luego decoramos la parte interior con los renos y un papá noel dejando las luces externas para lo último.
—¡Quedo super! - exclama sonriéndome.
—Vamos a lavarnos las manos para comer - les pide su madre.
Salen corriendo y la detengo cuando intenta seguirlos. Sin esperar que diga nada, sacó el sobre del bolsillo y se lo entregó sorprendiendola.
—Feliz navidad.
—¿Para mí? - pregunta.
Asiento pidiendo que lo abra.
Rompe el envoltorio y una sonrisa se forma en su rostro al ver el collar en forma de luna. Es una pieza única, repleta de diamantes diminutos que hacen brillar la forma.
—¿Te gusta?
—Es precioso - afirma. —¿En qué momento lo tomaste?
—Me alegra escuchar eso.
—No te compre nada.
Me acerco a ella deteniéndome en su oído.
—Dejame follarte esta noche - susurro. —Eso es suficiente,
Me aparto cuando los niños regresan y los ayudó a ubicarse en sus lugares para cenar. Raina sigue eufórica por los regalos y, aunque no lo demuestre, se que Günther también lo está por lo que decreto que fue un día hermoso.
Felices fiestas para todos, que pasen rodeados de amor.
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Rojo Carmesí [Libro II]
RomanceLas traiciones solo llevan a una cosa, venganza y muerte. Maximiliano fue obligado a esconderse para proteger lo que más le importaba en la vida, sus hijos. Una simple batalla no determina quien gana la guerra y el jefe aleman tenía demasiado claro...