Marcos
Llegamos demasiado tarde. El consejero de la Bratva ya los estaba subiendo a los automóviles. El alma se me estrujo al verlos en esas condiciones. Pero mantuve la calma, la mantuvimos en realidad.
—Los seguiremos - hable.
Exequiel me dedico una mirada de es obvio. Avanzamos hacia el único auto que nos quedaba. Hicimos malabares para entrar. No solo éramos nosotros, aún teníamos media docena de hombres con vida.
Nos acoplamos a la caravana que los llevaba. Ingresamos a la propiedad de Mijaíl como uno de ellos.
—Camúflense - pedí. —Nosotros trataremos de llegar hasta donde los tienen.
Sería mejor de esa forma. La ventaja sobre nosotros era grande. Debía haber alrededor de treinta hombres sólo afuera. No quería imaginar cuantos había dentro. Deambulamos por los pasillos una vez que las puertas se abrieron cortando la mayor cantidad de gargantas que nos fue posible antes de ir hacia el salón.
—Alex - gimió Exequiel a mi lado.
Suspire al verlo tendido en el piso. Se veía demasiado mal.
—Necesito que tengas la mente fría - pedí.
Pero hasta eso fue imposible para mi cuando los vi arrastrarla. El mundo colisionó cuando la depositaron sobre la mesa pero cobró vida nuevamente cuando Isabella actuó. Para ser su primera vez disparando lo había hecho demasiado bien.
—Tenemos que ayudarla.
Asentí.
—Intentaré llegar a Samuel - mencione. —Intenta ayudar a tu hermano.
Ambos alzamos el cuchillo cuando un cuerpo apareció delante. Era Lukas.
—Me parecía que eran ustedes - nos sonrió.
Exequiel intentó írsele encima pero lo detuve. No podía olvidar que acababa de ayudar a su cuñada o lo que fuese que la italiana era para su hermano.
—¿Nos traicionaste? - indague.
—No soy tan estúpido - afirmó con una mueca.
Le creía hasta cierto punto.
—Iremos a...
Los disparos consecutivos nos hicieron buscar refugio detrás de las columnas pero no iban para nosotros. El aire se me cortó al ver a mi amigo, a mi hermano recibir cada uno de ellos.
No dudé en irme sobre uno de los rusos que estaba dándonos la espalda. Ya no importaba nada. Salte sobre él clavando el cuchillo en el cuello. Sus ojos se abrieron mientras se desangraba en mis manos. Tome su arma y corrí hacia donde estaba Samuel. Sentí los pasos de alguien detrás mío, Lukas me seguía.
Llegue al menor de los Wolf al mismo tiempo en que Isabella disparaba su arma dándole fin a la vida de Mijaíl.
—Oh no - escuche a Lukas. —No irás a ningún lado. Te harás cargo de tu jodida traición, no quiero morir, hermanito.
El cuerpo de Beltrán cayó. Lukas levantó las cejas hacia nosotros. Puse los ojos en blanco.
Alexander y Exequiel llegaron como rayos hasta Isabella. La sangre brotaba por la parte baja de su abdomen.
—Tranquila - pidió el italiano. —Voy a ayudarte.
—Mi... bebe.
Sus palabras me hicieron clavarle la mirada. Alexander asintió jurándole que todo iba a estar bien pero ella seguía llorando y suplicando desesperada.
¿Bebe? ¿Estaba embarazada?
—Oye fue un buen tiro - intento cambiar el tema Exequiel. —Nunca se me ocurrió meterle un tiro a alguien en la garganta.
Ella río sin vida.
—Le apunté a la cabeza.
Los italianos soltaron una carcajada que retumbó en todo el lugar. Mis ojos fueron a parar más allá de ellos y el alma me revivió.
Corrí
Ichiro sostuvo mi rostro cuando me detuve a su lado. Sus ojos me detallaron buscando alguna señal de dolor. Había muchos pero ninguno era físico. Me aparté de él para caer de rodillas ante Maximiliano. Hizo lo mismo centrándose en las heridas de mi amigo.
Respiraba.
—Tu camisa - pidió.
Me la saque y se la extendió rápidamente al igual que el cuchillo. Sabía lo que estaba haciendo, intentando contener las heridas.
—Si lo sacamos ahora, vivirá - me tranquilizo.
Quise creerle.
—¿Está vivo? - indagó Samuel cayendo a nuestro lado.
Asentí.
—Debemos llevarlo a un medio ya - recordó Ichiro.
—Ve con él, Samuel - pedí.
Alguien tenía que quedarse. Para mi suerte ambos comprendieron. Lo levantaron del suelo con cuidado sacándolo del cementerio que había a nuestro alrededor.
—Al hospital más cercano - ordenó Ichiro.
Los vi alejarse. Mi atención recayó nuevamente en Isabella. Todavía estaba tendida en el suelo mientras que Alexander atendía su herida. Maldita condenada, nos había salvado el culo a todos. Su valentía era algo que no podría olvidar jamás.
Fui hasta ellos.
—Deben llevarla a un hospital.
Alexander no respondió pero sabía que era la única opción. Su estado no requería otra cosa que cuidados médicos. Pasó por mi lado con el cuerpo de Isabella. Estaba desmayada. Lukas se me unió un segundo después.
—¿Qué hacemos? - cuestiono.
Lo ignore. Los hombres con los que habíamos llegado se unieron a nosotros corriendo.
—Quiero que revisen el lugar - ordene. —Los quiero a todos con vida.
Sabía muy bien lo que haría Maximiliano cuando se recupere y una docena de rusos serían mi regalo por su nuevo hijo.
—No los traicione - repitió Lukas.
No pude responderle.
—¿Dónde está Lía? - exige saber Exequiel.
Lukas señala una de las puertas y lo veo correr hacia ella.
—Lo sé - dije girando. —Ayúdame a llevar la mayor cantidad con vida hasta Italia, Maximiliano querrá tener con que divertirse cuando volvamos.
—Dalo por hecho.
Se giró sobre sus talones uniéndose a los hombres. Un quejido rezongo y busqué con mi mirada el origen. Una sonrisa atravesó mi rostro.
—Desearás estar muerto.
Beltrán me reconoció enseguida. Golpeó su cabeza con una de las armas antes de alejarme de él. No podíamos permitir que escape.
—Sacaré a Lía de acá - informó Exequiel.
No pude seguirlo. Deambule por la mansión durante media hora. No quería ir al hospital. No quería tener que pasar por esa agonía. El teléfono me sonó en algún momento. Ni siquiera sabía que aún lo tenía conmigo. Era Ichiro. Conteste enseguida mas no pude hablar.
—Ambos están vivos - confirmó Ichiro del otro lado de la línea.
El alma me volvió al cuerpo.
Había terminado.
Y por sobre todo, habíamos ganado.
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Rojo Carmesí [Libro II]
RomanceLas traiciones solo llevan a una cosa, venganza y muerte. Maximiliano fue obligado a esconderse para proteger lo que más le importaba en la vida, sus hijos. Una simple batalla no determina quien gana la guerra y el jefe aleman tenía demasiado claro...