Capítulo X

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Maximiliano

El sótano es alumbrado por una simple luz amarilla colgada en alguna parte del techo. El olor a excremento humano se mezcla con la sangre dándole un aspecto decadente al lugar.

Las cuatro paredes tienen manchas de sangre, las cuales evidencian las torturas anteriores mientras que en el centro se encuentra nuestro nuevo juguete.

Colgado sobre sus pies con un enorme tacho lleno de agua debajo de él. Mantiene los ojos cerrados, pero todo en el grita sadismo en su máxima expresión.

—¿Qué hacemos con los buchones? – cuestiono haciendo que levante la vista.

Los rasgos rusos resaltan en su rostro y mantiene los labios sellados como me lo imagine. Camino hacia la caja de metal que contiene una palanca la cual deslizo accionando el mecanismo que lo sumerge en el agua.

El cuerpo se agita por varios segundos y la subo dejando que tome aire. Se esfuerza por llenar los pulmones con bocanadas enormes las cuales no ayudan cuando lo vuelvo a sumergir.

Esta vez por mucho más tiempo.

—¿Te atreves a intentar arruinar mis planes? – lo tomo por el mentón. —¿Te atreves a poner en riesgo a mi familia?

No responde y vuelvo a sumergirlo.

—Conozco una forma que quizás lo ayude a soltar la lengua – habla el italiano.

Lo saco del agua mientras se arremanga las mangas. Pide mi ayuda para descolgarlo y lo movemos dejando el cuerpo sobre una mesa de metal a unos metros.

Las extremidades se las amarra con cadenas mientras coloca las placas de metal en sus ojos acercando el circuito de corriente eléctrica.

—Desearas jamás haberte cruzado con nosotros – susurro apartándome.

La primera descarga lo hace arquear la espalda soltando una serie de gritos que me hacen sonreír. El olor a orina fresca se siente con la segunda descarga y la tercera, lo hace cagarse encima.

—Sumergido en su propia mierda, literal – me burlo.

Las torturas físicas ayudan, pero las psicológicas son capaces de quebrar el espíritu de cualquiera, más aún de un guerrero de la mafilla rusa.

Alexander es diferente a mí en pocas cosas. Una de ellas es que se aburre rápido de lo que está haciendo. Como en estos momentos que dejo de lado el aparato para comenzar a quemar el cuerpo tendido en la mesa con un soplete.

Por mí parte, me uno a la diversión comenzando a cortar tendones y venas principales. El cuerpo sobre la superficie resiste poco para nuestra mala suerte.

Las ultimas gotas de sangre caen mientras que la vida comienza a irse de su cuerpo. Suelte el aire acumulado cuando por fin soy capaz de soltar tanta frustración.

Alexander esta igual que yo, y es que nacimos para hacer esto. Nacimos para matar y despellejar a aquellos que se creen que son mejores que nosotros.

—Sabíamos que no iba a hablar – digo.

Marcos se nos acerca con instrumentos de higiene. Como siempre, mi amigo se mantuvo alejado dejando en claro que a pesar de ser el jefe de la Yakuza no ha cambiado en lo más mínimo.

—Vinieron a torturarlo no ha hablar – sentencia.

Ambos nos reímos. Nunca tuvo tanta razón en su vida.

Nos lavamos la sangre y cambiamos de ropa antes de abordar el auto que nos llevaría al lugar seguro de mi familia.

Como los viejos tiempos. 

Rojo Carmesí [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora