Capítulo XL Parte I

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Isabella

Sonrió mirando el reflejo de mi cuerpo en el espejo. Otra pequeña vida crece dentro mío y eso llena mi alma. La ilusión de vivir este embarazo de otra manera me hace aferrarme más a la vida que elegí.

Me hace aferrarme más a él.

—Quien te viera diría que te gusta cargar mi legado.

La voz en la puerta me hace dar un brinquito.

¿Cuándo volvió?

Mejor dicho.

¿Hace cuanto está mirándome?

—¿Las mentiras te comieron la lengua?

Me siento idiotizada ante su presencia al punto de que las palabras no me salen. Sigue dándole vueltas a ese asuntos y no se porque siento que en cualquier momento va a descubrir la verdad.

Y tal cosa no puede pasar por nada en el mundo. Una parte de mí sabe que se equivocó pero la otra, la que prevalece, se siente orgullosa de haber estado en Rusia. De haber hecho lo que hizo.

—¡Papi!

La aparición de Raina me salva.

Aparta su atención de mi para centrarla en nuestra hija, quien salta a sus brazos aferrándose al cuello de un ser que es conocido por ser una bestia pero que se vuelve miel cuando de ella se trata.

—Volviste - exclama dejando que su padre le bese la coronilla. —Con mamá te estábamos esperando.

—¿Así?

Sus ojos vuelven a mi y me siento ridícula al sentir como el calor me sube por las mejillas.

—Queremos que cocines carne - habla muy decidida. —Mamá dice que mi hermanito quiere carne.

Con cada palabra que suelta me dan ganas de golpearme la cabeza contra el espejo. No hacía falta que me deschave de esa manera. Intento dar alguna justificación ante las palabras de mi hija pero ni siquiera tengo tiempo.

Maximiliano sale con ella en brazos sin decir palabra alguna. Me tomo unos segundos antes de seguir sus pasos. A lo lejos los divisó entrar en la cocina y sacar carne del congelador. Las tripas me gruñen al imaginarme lo deliciosa que va a quedar al mismo tiempo que el corazòn se me acelera al saber que está haciendo esto por nosotros.

Llevó la mano a mi vientre con una estúpida sonrisa.

Con los mellizos jamás me cumplió un antojo.

Me apoyo en el marco de la puerta viendo como Raina le habla sin parar y él rebusca todo lo necesario para la cena. Nuestros ojos se encuentran entre la pequeña distancia y algo en ellos me hace temblar.

Intento convencerme que esto es normal, que esto puede ser normal mejor dicho. Él como un padre y esposo amoroso y yo como la única dueña de su corazón pero el ruido de la puerta cerrarse bruscamente me llega como un baldazo de realidad.

Mis ojos color miel

El pasado es una bala que siempre va a estar clavada en mi corazón. El que se tambalee solo deja en claro una cosa y es que está demasiado alcoholizado. Mis ojos se encuentran con los de él y el alma se me estruja un poco más.

Los ojos que me hacían sentir el centro del mundo me reclaman en silencio y... cierro los míos cuando su mano choca con la piel de mi rostro.

—¿Cómo te dejo de amar? - susurra.

Esto está mal.

—Samuel - murmuró apartando.

Lo alejo pero el alcohol no lo deja razonar. Vuelve a acercarse pero una mano en su brazo lo saca de un solo tirón.

—Vete de aquí - grita Maximiliano.

Puedo ver la rabia y la desilusión en sus ojos.

La sala se empieza a llenar, Emma aparece atontada por la situación y quisiera preocuparme por ella pero mis ojos viajan a uno de mis pulmones. Raina está parada estática en la puerta de la cocina y voy hacia ella escondiendola a mis espaldas. No tiene que ver esto. No tiene que saber esto.

—No la mereces - balbucea forcejeando. —No la mereces.

Lo empuja y su hermano se lo devuelve.

—¿Y quién la merece? ¿Vos? - replica mi esposo. —Pues te aguantas porque es mía, siempre va a ser mía.

—Está con vos porque no le has dicho la verdad.

—Superalo - lo empuja. —Supera de una jodida vez que me eligió a mí, que por más que te metieras en sus piernas, me prefiero a mi.

No se si son las palabras que suelta o las miradas de Emma las que me hacen sentir una completa prostituta. Sophia se lleva a Raina, cosa que agradezco porque no puedo hacerme cargo de nada ni de nadie.

—Eres una simple pieza de su venganza - suelta en mi dirección.

No entiendo de qué habla. Los ojos me pican y busco al hombre del cual estoy profundamente enamorada. Sus ojos me detallan por un segundo. Solo veo oscuridad en ellos.

—¡Cierra la boca!

Vuelve a empujarlo.

—Dile la verdad - grita Samuel. —Dile que solo has querido romperla como su padre te rompió a...

El golpe de Maximiliano lo hace callar. Emma hace el intento pero soy más rápida al llegar hasta él. Mis pies se mueven solos. La sangre le corre por el rostro y me siento culpable de su estado.

—No te merece - repite.

—Es suficiente - respondo. —Basta, ya es suficiente.

No puedo controlar las lágrimas. Pensé que todo esto había quedado atrás, pensé que por fin podría tener paz.

—Te humillo, te lastimo, te engaño - me recuerda. —¿Eso es suficiente?

No tengo tiempo para responderle. El jalón de Maximiliano me hace quedar a metros de él.

—No te ama - grita. —Te quiere a su lado como recordatorio de que rompió lo que tu padre tanto amaba.

Maximiliano intenta golpearlo de nuevo pero Alexander lo detiene, cosa que agradezco ya que siento que va a matarlo. Sus palabras me hacen ruido y quiero indagar más pero no me hace falta cuando su boca escupe lo que me quema por dentro.

—¿Por qué crees que te violo?

El cuerpo me tiembla y un sabor amargo se instala en mi garganta al comenzar a unir las piezas que siempre estuvieron ahí. Aquella conversación que tuvimos en la casilla detrás de la mansión reaparece y...

La mente se me nubla al sentir el líquido caliente deslizarse por mis piernas. Siento los ojos de todos sobre mí. Me apresuro a tocar mis muslos y la mano ensangrentada me hace buscar a Maximiliano antes de comenzar a ver todo negro.

Rojo Carmesí [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora