Capítulo XV

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Isabella

Me he mantenido lo más alejada posible. No quería levantar ninguna sospecha. Aunque debo reconocer que maximiliano no me lo ha dejado fácil. Su actitud, su forma de comportarse me hace dudar de hasta como me llamo.

—¿Por qué no quieres acompañarnos, mami? - cuestiona raina.

Le sonrió mientras terminó de peinarle el cabello. Nada me gustaría más que verla practicar tiro pero tengo mucho trabajo el día de hoy, sin mencionar que su tío va a estar ahí.

—Tengo trabajo en el laboratorio.

Odio mentirles a ellos, pero no pienso hablarles mal de nadie de su familia. Es un hijo de puta, pero no es un mal tío con ellos. Todo lo contrario. Raina y Günther están fascinados con él.

Y cómo mi difunta madre sostenía, los problemas de grandes no tienen que afectar a los niños aunque nuestros problemas son mayores y tarde o temprano van a terminar salpicados con toda la mierda que carga su apellido.

Por eso debo sacarlos de acá.

—¡Nunca vienes a verme! - exclama.

Y tal como su padre, el chantaje viene siendo parte de su alma

—Fui a verte hace dos días - le recuerdo. —Ahora ve a desayunar.

Se aparta ofendida y sale llevando a su hermano en el proceso.

Sonrió totalmente enamorada de ellos mientras me dispongo a juntar el lío de juguetes que hay regado por toda la habitación. En un instante, me encuentro con mi imagen en el espejo. No sé porque llevo la mano al collar que descansa en mi cuello sintiéndome más rara de lo que lo hago.

Déjame follarte está noche.

Recordar sus palabras manda una corriente eléctrica a mi parte baja. Últimamente he estado más deseosa que nunca por lo que no me contento en darme placer a mi misma.

Me ubico en el borde de la cama llevando la mano hacia mi centro. Muevo los dedos circularmente estimulándome a mi misma.
Los primeros indicios del orgasmo llegan y no sé de qué color ponerme cuando escucho como la puerta de la habitación es abierta y cerrada rápidamente.

—Lo siento, yo solo venia por los niños - la voz ronca que me carcomía en el pasado retumba en las paredes.

Aparto la mano rápidamente deseando que la tierra me tregue. Me siento pequeña e incapaz de darle la cara.

¿Porque tenía que venir justo en estos momentos?

El olor que inunda la habitación me remonta al pasado, un pasado cargado de deseos, pasión y pecados. Un pasado donde el sexo junto a él era lo único que me mantenía cuerda.

—No están acá - intentó articular la voz.

Opto por seguir en la cama. Dándole la espalda. No me interesa verlo, ni hablar con él.

—Ya veo - responde.

El no escuchar sus pasos ni la puerta me hace saber que aún sigue acá sin razón aparente.

—Pues vete entonces.

—Cuñada – oigo su voz cargada de burla. —Si no fuera porque te agarre masturbándote diría que has estado evitándome.

Las ganas de matarlo son tantas, que no me importa estar roja de vergüenza dejó la cama encarandolo.

—No te evito - aclaró. —Solo no me apetece ver tu estúpido rostro.

Me detengo delante de él y algo se me remueve dentro.

Me permito detallarlo.

Los años han pasado también para él. No es el mismo joven de hace cinco años. Ganó peso. Su piel está mucho más pálida que de costumbre, el color de su cabello es más intenso y tiene la mirada más endurecida.

Rojo Carmesí [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora