Capitulo XXVIII

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Marcos

Ichiro se queda en la mansión con los mini Wolf mientras me dedico a cumplir con el pedido de quien es un hermano para mí. La recuperación de Maximiliano era lo que más esperaba. Y a la vez me provoca un sabor amargo en la boca.

Me ponía feliz verlo sano y fuerte a pesar de que sus pies fuera de esa cama solo significa muerte para algunos. Suspiro. Algo se me atasca en la garganta cuando cruzó la puerta del sótano de la bodega.

No debería estar acá, Ichiro podría haberse encargado. Los hermanos De Luca también. Pero mi mente masoquista me exige verlo. Eso y la simple razón de que no podía decirle que no al mayor de los Wolf.

Enciendo la luz dejando la bandeja sobre una de las mesas. He presenciado muchas cosas terribles a lo largo de mi vida, nada debería sorprenderme pero, justo ahora, el hombre que yace amordazado en una silla logra dicho sentimiento.

—Mátame - pide. —No dejes que me torture.

Ignoro la leve opresión del pecho. Se lo merece. Se merece toda la mierda que tiene predestinada. No debió traicionar a alguien como Maximiliano por lo cual las consecuencias de sus acciones recaen solo en él.

Me acerco manteniéndome en silencio. No me atrevo a mirarlo. Tengo claras muchas cosas pero no soy idiota, sé que aun ejerce cierto poder sobre mí. Mi mano viaja al suero que está colgando sobre él y soy rápido en pinchar la bolsa liberando el suministro de vitaminas que lo mantiene con vida.

—Por lo que tuvimos - implora Beltrán. —Mátame.

—No hables - pido moviéndome.

Alexander fue claro a la hora de exigir lo mejor para ellos por lo que repito lo mismo con los prisioneros rusos. Nadie les ha tocado un solo pelo y siento cierta pena por lo que les espera ya que conozco al ser que comparte apellido con...

—Marcos, por favor.

—No debiste traicionarlo - respondo.

Es la realidad. Una realidad tan cruda como el pasado que marca su línea de sangre.

—¿Por qué no? - inquiere soltando una carcajada que me remonta a tiempos pasados. —Nos trató siempre como si fueras basura, como si fuéramos menos, como si...

—Tienen eso en común.

Suelto las palabras sin darme cuenta. Todos estos años me he esforzado por apagar el odio que el sujeto a unos pasos sembró en mi corazón. Jamás lo logré o al menos, no antes de conocer a Ichiro.

Pero... las cosas nunca son tan fáciles. Pude apaciguar el odio pero las heridas sangran tan intensamente como en el pasado y perdonar es una cosa. Olvidar es otra. Y yo no olvido. No puedo olvidar.

—No me condenes por nuestro pasado.

—Te condenaste solo al ir en su contra - repito. Intenta hablar pero me anticipo. —Y condenaste a Lukas ya que ahora estará en su mira siendo la moneda de cobro de la bestia.

Mis palabras logran dejarlo serio. No se las esperaba.

—Lukas no tiene nada que ver.

Ahora soy yo quien sonríe acercándome a él. Dejo mi rostro a milímetros del suyo.

—Lo sé - soy sincero. —Pero, ¿quién convencerá a Maximiliano de tal cosa?

El miedo vuelve su mirada turbia por unos segundos hasta que la burla vuelve a brillar en ellos. Sus ojos miran algo detrás de mí y me aparto girando encontrando al japonés que tanto adoro cruzado de brazos con la mirada más helada que me ha dedicado hasta el momento.

Rojo Carmesí [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora