Capítulo Cuarenta y Uno

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—Necesitamos saber qué es lo que ha pasado exactamente para poder dar parte y entender la situación— nos explica el oficial que se ha sentado en la mesa frente a nosotros —¿Ese hombre os secuestró?

Asiento.

Josh y yo ya habíamos hablado de esto antes de que nos metieran en la sala de interrogatorio. No nos iban a detener, nos lo habían dejado claro desde un principio. Pero antes de juzgar al culpable debían asegurarse de que nuestra versión era cierta. Y yo tengo que asegurarme de que ninguna de nuestras respuestas les llevan hasta Liu.

—Quiso matarme— respondo, sentada sobre una silla de metal —, y también a mi hermano.

El oficial baja la cabeza ligeramente para fijarse en Josh, que permanecía quieto, con la mirada perdida y sin soltar mi mano. No podía sentirme más mal; había hecho que pasara por una experiencia traumática, le había pedido que no se lo contara a nadie y ahora no sabía muy bien cómo reaccionar. Estoy viendo la incertidumbre y la ansiedad en sus ojitos, cristalizados por las lágrimas. Me pregunto si será capaz de llevar una vida normal de ahora en adelante, si será capaz de crecer con naturalidad, si podrá olvidarse de todo lo que pasó.

—¿Fue ese hombre quien te llevó?— le pregunta. Josh asiente, sollozando.

—Entró en mi habitación por la noche y me llevó— balbucea. A mí me tiembla el labio inferior —. Tenía un cuchillo en la mano y me dijo que nos iba a matar a Evolet y a mí.

Rompe a llorar en ese momento y yo no puedo evitar sentir un nudo en mi garganta. Lo abrazo con todas mis fuerzas y le acaricio el pelo despacio, temiendo que se acabara derrumbando y lo contara todo.

—Jeff me secuestró a mí antes que a él— continuo yo, con dificultad —, logré escapar y luego cogió como rehén a mi hermano porque sabía que iría a buscarle.

El oficial asiente. En ese momento, alguien abre la puerta de la sala y otra oficial se asoma:

—Vuestros padres ya han llegado.

Josh y yo miramos a la mujer con los ojos empapados y una gran sonrisa deformada por la mezcla de emociones que estamos sintiendo. El oficial se levanta de la silla y nos invita a salir de la habitación para que vayamos con ellos.

En cuanto Josh ve a mamá y papá, sale corriendo como alma que lleva el diablo y se arroja a sus brazos. Yo mantengo un ritmo tranquilo hasta que quedo frente a ellos.

No puedo evitar estar arrepentida, sentirme culpable por todo lo que ha pasado. Mamá me mira de arriba a abajo, con las mejillas húmedas y la máscara de pestañas corrida sobre sus ojeras. Me rodea con sus brazos y me estruja con fuerza mientras solloza. Papá hace lo mismo, sin soltar a mi hermano.

Esta vez, me toca a mí romper en llanto como una niña pequeña.

Voy a volver a casa después de todo lo que he pasado, después de las amenazas, la lucha, el dolor, la soledad, el sufrimiento. Después de todo lo que he pasado, voy a volver a casa con mamá, papá y Josh, de vuelta a la vida normal.

Después de estar un buen rato abrazados en la comisaría, un par de policías se ofrecieron a escoltarnos, y en cuanto abrieron las puertas del edificio para salir, entiendo por qué lo sugirieron: las escaleras que descienden hasta el aparcamiento están repletas de reporteros con cámaras y micrófonos que graban y fotografían con unos focos de luz blanca repentinos que me dejan ciega por unos largos segundos.

—¡Evolet! ¿Quién te secuestró?— escucho que gritan, mientras vamos avanzando al mismo tiempo que los policías nos abren el camino entre tanta gente.

—¿Fue el mismo hombre que mató a las otras tres chicas?

—¿Qué pasó durante esos meses en los que estuviste cautiva?

—¿Qué va a ser ahora del secuestrador?

—¿Vas a testificar en el juicio?

No respondo a ninguna de esas preguntas. Permanezco con la cabeza agachada mientras me mantengo pegada a mamá. En cuanto entramos en el coche y el motor ruge, salimos del aparcamiento a una velocidad por encima de la permitida.

  
  
El juicio.

Me di la vuelta en la cama, tapada con las sábanas, incapaz de dormir y con Josh a mi lado.

No me acordaba de que, por supuesto, habría un juicio. Estaba claro que Jeff sería condenado por los crímenes que había cometido, pero en este caso, mi secuestro no había sido obra suya, por lo que ese cargo podría ser añadido o no. Y, dependiendo de eso, podría salir a la luz la verdad o no, podría quedar como una mentirosa o no, podría ser imputada por incubrir a un asesino o no.

Si Jeff estaba siendo buscado por la justicia, lo más probable fuera que Liu también.

Iba a incubrir a un asesino para condenar a otro. Realmente, ¿cuál era la diferencia entre ambos? ¿Que yo me había enamorado de uno de ellos? Porque los dos intentaron matarme. De hecho, Liu casi lo consigue.

Tal vez debería pagar por los crímenes que ha cometido igual que su hermano. Tal vez debería confesar...

Me muerdo el labio inferior. Siento un calor sofocante que me asfixia. Siento que miles de ojos invisibles me miran, esperando a que tome una decisión mientras las paredes de mi cuarto se van haciendo cada vez más estrechas, aplastándome.

Jane me pidió que no contara nada; Jeff no tendría oportunidad de defenderse porque era evidente que era culpable, añadir un cargo más no cambiaría su condena, por lo que dejará que toda la culpa recaiga sobre él. Pero, ¿eso me haría sentir bien a mí? ¿Estaría dispuesta a hacer eso, a salvar a un asesino y condenar a otro?

La justicia es injusta, me había dicho Jane, y Jeff es un monstruo a ojos de la sociedad, por lo que será sencillo condenarlo.

Suelto a Josh, con cuidado de no despertarle, y me levanto de la cama.

Con las piernas temblorosas, camino con dificultad hasta el baño, cierro la puerta detrás de mí y me siento en el suelo de la ducha, apoyando mi espalda contra la pared de azulejos verdosos mientras me abrazo las rodillas.

Abro el grifo y dejo que el agua caliente empape mi ropa y mi pelo mientras me quedo ahí, en silencio, mirando al suelo de color negro, viendo a Liu ensangrentado después de habernos salvado a Josh y a mí de las garras de Jeff.

Blood And Tears |Liu Woods|© Book 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora