—Necesito que todos ustedes sean fuertes, señoras y señores del jurado— pide el fiscal a las personas que están sentadas a un lado de la sala, quienes decidirían la condena de Jeff —, porque este caso, este juicio, va a ser uno de los más difíciles y, sin embargo, más fáciles de todos. Porque está claro que el hombre ahí sentado— apunta a Jeff con su dedo índice —, es culpable de todos y cada uno de los asesinatos cometidos a sangre fría de los que se le acusa, y de probablemente muchos que todavía no hemos descubierto— hace una pausa y deja unos segundos de silencio para que la gente trague saliva —. Este hombre es un ser sin escrúpulos, cruel y despiadado que disfruta viendo cómo sus víctimas tiemblan de terror y suplican por su piedad mientras él les arrebata la vida sin pensarlo dos veces— continúa, mientras se detiene frente a Jeff —. Alguien así debería pudrirse en la silla eléctrica y arder en el infierno por la eternidad.
Observo que Jeff no se mueve, no vacila ni nada. Permanece quieto, manteniéndole la mirada al fiscal.
—Solo tienen que ver lo que este desquiciado se ha hecho en el rostro.
Con un solo gesto de la cabeza, uno de los guardias se acerca a Jeff y saca de su cinturón dos llaves pequeñas. Cada una de ellas se insertan a ambos lados del bozal de Jeff, donde hay dos diminutas ranuras. El bozal de metal se parte por la mitad y libera sus mandíbulas. El jurado palidece y escucho hasta gritos ahogados cuando el fiscal deja que se vea la sonrisa cortada de Jeff: las comisuras de sus labios se estiran hasta el final de las mejillas, con sangre seca, carne enrojecida, inflamada y agrietada por lo irregulares y asimétricos que son los cortes.
Jeff sonríe todavía más, mostrando los dientes.
—Señoras y señores del jurado— añade el fiscal —, lo que tienen ante ustedes, es un hombre sin salvación; que Dios se apiade de su alma— y, con eso, se vuelve a sentar en su sitio.
El guardia le vuelve a colocar el bozal con cuidado.
—Señoría— interviene el abogado de Jeff, que ya está sudando como si estuviéramos en pleno verano —. Está claro que mi cliente sufre de una condición mental que altera su comportamiento.
Sé lo que está haciendo. Todos lo sabemos.
—Una persona normal, y en plenas facultades mentales no se haría algo así en el rostro— insiste —. Mi cliente pasó por experiencias traumáticas cuando era un adolescente que le cambiaron y lo marcaron hasta el día de hoy: un acoso recurrente que le causó graves secuelas físicas, el encarcelamiento de su hermano...
—Abogado, ¿está usted justificando todos los asesinatos con traumas de la adolescencia?— inquiere la jueza, arqueando una ceja.
—P-por supuesto que no, jueza— se apresura a corregir el hombre —. Sin embargo, debo alegar que no se tratan de simples traumas: el acoso físico que sufrió Jeffrey sucedió durante meses: fue el objetivo de palizas, amenazas e insultos— hace una larga pausa, con la mirada fija en el juzgado —. En la última paliza que sufrió cuando tenía trece años le rompieron un brazo, le quemaron el pelo y le tiñeron la piel de blanco con legía y fuego.
Escucho jadeos de terror, gritos ahogados y veo rostros pálidos. Casi todos miran de refilón a Jeff, que permanece en silencio. Sin embargo, ahora que el abogado ha mencionado todo esto, se ha puesto tenso; sus hombros se han alzado ligeramente y se ha encorvado en su asiento.
—¡Es un psicópata!— grita una chica, que está sentada justo detrás de mí —¡Un demente!
—¡Silencio!— ordena la jueza, golpeando su mazo —¡Silencio!
Jeff observa la sala, deteniéndose sin miedo a hacer contacto visual con todos los que están allí. Entonces, se detiene en mí, me mira de arriba a abajo, analizándome, y luego sus hombros comienzan a moverse.
Se está riendo.
—Señor Woods, no creo que esté sea el momento más adecuado para que se ría— le avisa la jueza —. Ahora mismo, su vida está pendiente de hilo.
El abogado de Jeff se tira del cuello de la camisa, mientras que el fiscal, tranquilamente, se levanta de su silla.
—La acusación llama a Jenna Hills.
La chica que está sentada detrás de mí, se levanta lentamente y comienza a caminar hasta la silla que hay al otro lado del estrado, bajo la atenta mirada de todos los que estamos en la sala, incluido Jeff. Ella evita mirarlo mientras sigues su camino hasta que logra sentarse.
—Sé que es duro para usted, pero, ¿puede contarnos qué fue lo que le quitó Jeffrey Woods a usted, señorita Hills?— inquiere el fiscal.
—Me quitó a mis padres— responde ella.
Me llevo las manos a la boca, sin palabras.
Fueron casi tres horas en las que el fiscal fue citando nombres de personas que sentaban a testificar contra Jeff, todos mencionando a las personas que él asesinó: familiares y amigos. Todos asesinados brutalmente. Los detalles explícitos de lo que vivieron los supervivientes eran crudos, tanto, que los miembros del jurado se veían cada vez más incómodos. Y yo, sentada en mi asiento, rezaba por que el fiscal no dijera mi nombre.
—Doy por finalizada la sesión— sentencia la jueza, tras golpear su martillo —. Continuaremos mañana.
Dejo escapar todo el aire que se me había acumulado en los pulmones a lo largo de toda la sesión. Los guardias se acercan a Jeff y lo arrancan de su asiento con violencia. Lo empujan y le agarran del grillete enorme que rodea su cuello y lo obligan a avanzar. Antes de salir de la sala, Jeff se gira a verme y sus ojos parecen achinarse ligeramente.
Yo siento la necesidad de esconderme tras el banco que hay delante de mí.
En cuanto desaparece de mi vista, el resto de personas que hay en la sala, incluyendo la jueza, se levantan y comienzan a abandonar ordenadamente la sala. Todos los testigos que han declarado anteriormente salen con la cabeza agachada, acompañados de gente conocida y desconocida para ellos, que los consuelan mientras lloran, recordando el infierno que tuvieron que vivir.
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Blood And Tears |Liu Woods|© Book 1
Teen FictionRepentinamente, Evolet despierta en un hospital sin saber lo sucedido. No entiende lo que ha pasado y sus recuerdos están borrosos. Dos policías la informan de que hubo un asesinato, y que ella logró sobrevivir. Pero, ¿quién intentó matarla? ¡Cualqu...