Capítulo Siete

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Los primeros rayos de sol de la mañana pegan con fuerza en las puertas de mi armario. No he logrado volver a dormir en lo que quedaba de noche, me he quedado en la cama con la mirada fija en el techo, esperando a que se hiciese de día. Pensando.

Al cabo de un par de horas, mamá entra en mi habitación con sigilo y cargando un vestido de color negro. Cuando se da cuenta de que estoy despierta, suelta un grito del susto y deja caer el vestido al suelo.

—Buenos días— Susurro, con voz ronca. Mamá me observa por unos segundos.

—¿Has podido dormir?

Niego en silencio. Mamá cambia su rostro tranquilo a uno de preocupación y pena.

—¿Para qué es eso?— Pregunto, señalando el vestido negro que tiene entre los brazos. Mamá suelta un profundo suspiro y lo deja sobre el respaldo de la silla de mi escritorio. Se mira por unos instantes las manos, juega con su sortija y, después, sube la mirada de nuevo hacia mí.

—Esta tarde es el funeral de Lindsay, Trish y Liz— Me responde, tragando saliva. Hace una pausa para buscar las palabras adecuadas para darme más detalles sin que me de una punzada de culpabilidad o depresión —. Lo hemos decidido las madres de las chicas y yo. Pensamos en una fecha en la que ya estuvieras casi recuperada.

Me quedo en silencio unos largos segundos. ¿Cómo voy a afrontar todo esto? ¿Cómo voy a presentarme en el funeral, lleno de familiares de mis amigas asesinadas? Todos van a verme como la responsable de las muertes de mis amigas, como la que no merecía vivir.

Inspiro profundamente.

—Iré— Respondo.

—Evolet, no tienes por qué hacerlo, a veces es mejor que...

—Quiero ir, mamá— Vuelvo a repetir, asintiendo lentamente con la cabeza.

—Es que no sé si eso va a ser bueno para ti, cariño— Me confiesa ella, entrelazando los dedos de sus manos —... estaba pensando en llevarte a... a un psicólogo...

—¿Qué?— Salto, abriendo mucho los ojos.

—Has vivido una experiencia traumática, creo que sería bueno que vieras a alguien con experiencia para tratar estás cosas... que te tratase y te recetase... algo, para ayudarte...

—¡Mamá!— Salto —¡No pienso ir a un loquero que me recete drogas para ver cosas bonitas y muchos colores!

—¡No es eso, hija!

—¡No quiero ir a un psicólogo!

Lo cierto es que ya no sé que es lo que me va bien o no. Esa noche tuve alucinaciones con el asesino de mis amigas y, de nuevo, volví a ver a Lindsay llena de sangre y con las heridas que le hizo él. Me he pasado la noche temblando de miedo y sin poder cerrar los ojos.

¿Ir a un psicólogo y que me recomiende antidepresivos o cualquier otra droga sería mejor que quedarme así?

—¡Evolet!

Doy un salto en la silla frente a la mesa de la cocina y con el desayuno a medias. Josh tira de la blusa holgada que llevo cada vez más fuerte para que le mire. Cuando lo hago, me enseña una caja con la imagen de un coche todoterreno. Una maqueta.

—¡Me la ha comprado papá!— Anuncia, sonriente.

—Seguro que te queda preciosa, renacuajo— Le remuevo un poco el pelo y me levanto de la mesa.

—Evolet, termina tu desayuno antes de la una— Me insiste mi padre.

—No tengo hambre, papá— Josh me da la mano y ambos vamos hacia el salón para comenzar con la maqueta.

   
   
Cuando dieron las seis y media de la tarde, los cuatro nos metimos en el coche, vestidos completamente de negro, y con la vista puesta en las nubes que se acercaban con una amenaza de tormenta veraniega. Papá condujo hasta el bosque. Justo al lado de este, se hallaba el cementerio de la ciudad, donde acababan todos los cuerpos de las personas que no eran incinerados, sino enterradas.

Cuando bajamos del coche, nos encontramos con un montón de personas vestidas de negro, yendo en dirección a las tres tumbas de mis amigas. Todos nos miran. Sobre todo a mí. Yo siento que me mareo, que me voy a desmayar. Y me aferro al brazo de papá con más fuerza, mientras Josh sostiene mi mano y la de mamá en silencio.

—¡¡Tú!!— Una voz femenina e irritada se escucha detrás nuestro y, cuando me doy la vuelta, me encuentro con la madre de Lindsay, a la que se le ha corrido el maquillaje de los ojos de tanto llorar. Me mira con rabia y odio, como si yo fuese la verdadera asesina de su hija y no el hombre al que la policía está buscando —¡¡Maldita sea tu suerte!!— Se acerca a mí y su mano enguantada choca contra mi mejilla con fuerza. Mi cara se gira con violencia y en seguida siento el sabor de la sangre en mi boca —¡¡Tendrías que haber muerto tú, no mi Lindsay!! ¡¡Zorra!!

Papá la detiene, agarrando su mano, antes de que vuelva a golpearme.

—¡No toques a mi hija, Crhistina!— La amenaza mamá, abrazándome y poniendo a Josh detrás de ella.

—¡¡Yo lo sé!! ¡¡Todos lo sabemos!!— Grita la madre de Lindsay, llamando la atención de todos los que se encuentran en el funeral —¡¡Tu hija quiere morir!! ¡¡Lindsay siempre me decía que su amiga Evolet se la pasaba deprimida y que decía que se quería morir!!— Papá la agarra con fuerza para que no se nos acerque —¡¡Pues si tantas ganas tenías de morir, desgraciada, haberte muerto tú!! ¡¡Y no mi hija!!

Christina logra librarse de mi padre y me agarra del pelo con una mano, haciendo que mi moño se suelte. Ahogo un grito de dolor mientras Christina tira con fuerza, pero mi madre le da un manotazo y un empujón.

—¡No toques a mi hija!— Vuelve a repetir mamá, con más fuerza. Entonces, la madre de Liz y el padre de Trish se acercan y agarran a Christina.

—Lo sentimos mucho, Vero— Se disculpa Mary, la madre de Liz, mirando a la mía con pena y vergüenza. Ella y el padre de Trish me miran con lástima mientras se llevan a Christina de allí, que no deja de gritarme insultos y maldiciones mientras forcejea y patalea descontroladamente.

Papá me abraza y, después, se acerca a Josh para consolarle y hacer que deje de llorar. Mamá me acaricia el cabello y, cuidadosamente, vuelve a recogerlo en el moño de antes, usando la pinza que se ha caído al suelo.

—No dejes que eso te afecte, cariño— Me dice mamá —Ella no sabe lo que dice. Cuando pierdes a tu hija... el sentimiento es horrible...

 
 
Después de que las cosas se calmaran y los padres de Lindsay se fueran los primeros. Nosotros estamos por marcharnos también, pero yo no quiero irme todavía. No me he despedido de mis amigas como merecen. Siento que tengo que quedarme con ellas un poco más, solo unos minutos...

—Cariño, ya tenemos que irnos...— Mamá posa una mano en mi hombro, pero yo no me muevo del sitio.

Empieza a llover, y yo no he traído paraguas. Mi cuero cabelludo, mi cuerpo y mi ropa se empapan en cuestión de segundos, pero ni me inmuto.

—Id vosotros...— Susurro —Yo me quedaré un rato más.

Mamá se lo piensa por unos largos segundos, pero al final sale del cementerio con Josh y papá, diciendo que me esperarán en el coche.

Blood And Tears |Liu Woods|© Book 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora