Capítulo Veintitrés

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Me doy cuenta cuando ya he entrado de que esa no es la habitación en la que he dormido. Las paredes son de color lila pálido, como las cortinas y las sábanas de la cama, junto con tonos de color verde esmeralda. Hay cuadros colgados en la pared, dos mesas de noche a cada lado de la cama con fotografías enmarcadas, estanterías con un montón de libros, un armario con un espejo en el que me veo reflejada que está abierto. Todo está perfectamente ordenado, pero lleno de polvo.

Me acerco a la cama y me agacho frente a una mesa de noche. Hay un par de fotos enmarcadas. Una de ellas tiene la de una pareja de edad avanzada que posa con adornos de navidad detrás de ellos. La otra es de una pareja más joven que se está haciendo una foto selfie. Ella está sonriendo y él tiene la barbilla apoyada en su cabeza. Se trata de una chica muy guapa de cabello castaño, casi negro, liso y ojos oscuros. Tiene la piel pálida y los rasgos muy delicados. El chico es de cabello castaño, muy claro, largo y de ojos verdes, brillantes y llenos de vida.

Tomo la fotografía entre mis manos y limpio el polvo con la mano. Yo he visto a ese chico antes, me resulta muy familiar...

Una cicatriz en horizontal le recorre las mejillas y el puente de la nariz, por debajo de los ojos, pero está sonriendo, sin enseñar los dientes. Tiene abrazada a la chica por el cuello y y la estrecha contra él.

Es él. Es Liu.

La puerta se abre de golpe y el pomo choca contra la pared. El estruendo me hace chillar y soltar la fotografía. Esta cae al suelo y los cristales del marco se desparraman.

Me quedo pálida ante lo que acaba de suceder y se me corta la respiración al ver el rostro de Liu. Un brillo aterrador ha aparecido en sus ojos desalmados. Su flequillo le cubre la frente y tiene los puños apretados. Ni siquiera lo veo venir. Cuando me doy cuenta, su mano me ha tomado del cuello y me ha obligado a ponerme en pie.

-¡Maldita...!- me insulta, con desprecio y furia. Su rostro se ha deformado por la ira -¿Cómo te has atrevido?

-L-lo siento, yo...- su mano apreta todavía más mi cuello y no me deja seguir disculpándome. Abro la boca desesperadamente en busca de aire, pero tengo la garganta cerrada y los pulmones a punto de estallar. Mis uñas se clavan en su ropa hasta atravesar la camisa, romperla y hacerle jirones la piel. Liu no se inmuta, ni siquiera afloja el agarre.

Las fuerzas se me están yendo, no sé cuánto tiempo voy a poder aguantar.

De forma repentina, me suelta y me arroja al suelo como un trozo de basura.

-¡Vete!- me ordena, gritando. Yo me apoyo sobre mis codos en el suelo, intentando recuperar el aire, pero no me lo permite -¡¡LÁRGATE!!

Me levanto corriendo del suelo y salgo de la habitación, tropiezo varias veces en las escaleras y llego a la planta baja de un salto torpe. Sigo corriendo por el largo pasillo del recibidor, mis manos temblorosas agarran el picaporte de la puerta de la salida y lo mueven de un lado a otro repetidas veces hasta que se abre. Después, salgo corriendo tan rápido como mis piernas me lo permiten, sin rumbo fijo y con los ojos llenos de lágrimas hasta que me encuentro con la carretera, sobre la que me detengo.

El pitido de un coche que va hacia mí me obliga a seguir corriendo en dirección norte para salvar mi vida, pero me vuelvo a detener después de estar otro rato corriendo, cuando ya no siento las piernas y me falta el aliento, caigo de rodillas al suelo. Me doy cuenta de que la atmósfera se ha vuelto más oscura y fría. Me abrazo a mí misma y me reincorporo, advirtiendo de que he entrado al bosque por el que pasamos Liu y yo cuando nos fuimos de la anterior casa.

Trago saliva.

No recuerdo en qué dirección he venido.

Empiezo a dar vueltas sobre mí misma, pero solo puedo ver un montón de pinos que me impiden ver más allá: me he perdido.

Sin saber qué hacer, tomo una dirección y empiezo a caminar esquivando ramas y troncos de árboles, rezando por encontrar una salida que me lleve a algo bueno.

Los ojos de Liu inyectados en sangre se cuelan en mi mente y me llevo las manos al cuello. La piel me arde y me duele hasta el pecho de lo fuerte que me ha apretado. Sé que ya tengo las marcas de sus manos y que no se van a ir con facilidad.

¿Y si me encuentra? Seguramente me mate. He sido una idiota y he tocado algo que no tenía que tocar, me he puesto en peligro yo sola por culpa de la curiosidad...

El ruido de una rama partirse detrás de mí hace que todas las alertas de mi cuerpo se activen. Dejo de caminar y me doy la vuelta lentamente.

Uno, dos y tres.

Tres muchachos ocultos detrás de los árboles. Puedo verlos perfectamente y saber que me están mirando. Uno tiene gafas amarillas y un bozal, otro tiene la capucha puesta y un pasamontañas negro con dos ojos y una boca cosidos con hilo rojo en forma de una mueca triste y el tercero tiene una máscara blanca de ojos y labios negros con cejas arqueadas hacia arriba. Me recuerda a la joven de cabello negro que me salvó aquella noche en el bar.

Al lado del chico de pasamontañas negro hay un árbol más alto que el resto y de tronco más delgado que se empieza a doblar y a deformar. Doy varios pasos hacia atrás con la boca abierta y las sienes empapadas en sudor. Una mano invisible me estruja los pulmones, impidiéndome respirar bien.

Alarmada, grito al ver que lo que tengo delante ya no es un árbol, sino un hombre extremadamente alto, de más de tres metros, y vestido con un traje negro. No tiene rostro ni pelo, carece de ojos, de boca y de nariz. La piel se me vuelve blanca como la nieve y la sangre se me congela cuando uno de sus brazos, largos y delgados, se alza y su dedo índice me señala.

-Matadla.

Blood And Tears |Liu Woods|© Book 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora