Capítulo Once

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Siento que la cabeza me da vueltas y mi cuerpo adolorido. Me he golpeado la cabeza y la parte superior de la espalda con el suelo. Tengo los ojos cerrados y temo abrirlos, temo que esa mirada tan aterradora se clave en mí y vuelva a estar en el punto de mira de un asesino. Sin embargo, me obligó a mí misma a incorporarme e intentar levantarme al escuchar una risa enfermiza y entrecortada que me hiela la sangre.

Reprimo un grito de pavor al encontrarme con un chico vestido con una sudadera blanca manchada de sangre y unos pantalones vaqueros negros y llenos de cortes y desgarrones. Su espalda se dobla de forma convexa mientras ríe. Su cabello negro y despeinado cubre su rostro, pero puedo ver que su piel es blanca como su propia sudadera, incluso más.

Cuando deja de reírse se inclina sobre mí, y es en ese momento cuando no puedo reprimir un grito que sale desde lo más profundo de mi asustado ser. Su gélida mano me tapa la boca, y no me deja más que observar su rostro cortado y quemado: sus mejillas han sido cortadas a partir de las comisuras de sus labios en una siniestra sonrisa llena de sangre seca a modo de costra y carne recién cortada al rojo vivo. Sus ojos no se pueden cerrar debido a que no tiene párpados y están rodeados de negro.

—Si vuelves a gritar, tendré que cortarte ese cuello tan bonito que tienes...— me susurra, con la voz temblorosa. Como si estuviese reprimiendo las ganas de volver a reír. Entonces, me enseña un cuchillo jamonero de grandes dimensiones, ensangrentado —. Así que, vamos, grita de nuevo... dame un motivo para matarte...— me suplica. Acto seguido, se relame los labios.

El pánico se apodera de mí y la adrenalina y el miedo se mezclan en una combinación explosiva que toma posesión de mi cuerpo.

Me aparto rápidamente de ese chico y le tiro al suelo tomando su mano y doblando su brazo. Ni siquiera sé cómo lo he hecho, pero no espero a que se levante para que me aplauda por ser la primera vez en mi vida que tumbo a alguien con tanta facilidad. Y salgo corriendo.

Esquivo las tumbas y las estatuas de piedra que se cruzan en mi camino mientras corro tan rápido como mis piernas me lo permiten, intentando aguantar el dolor de cabeza y espalda que me atormentan incansablemente.

Escucho esa risa enfermiza justo detrás de mí. Corro más rápido.

Las verja del cementerio me corta el paso, pero me fijo en que hay unos barrotes rotos por lo que puedo pasar perfectamente. Me apresuro a cruzalos mucho antes de que la pálida y gélida mano del chico me agarre. Justo cuando consigo pasar por lo barrotes, caigo al suelo sentada, frente a él. Suelto un gemido de dolor al sentir el dolor de mi espalda.

Veo cómo intenta atravesar el hueco en la verja mientras me pongo de pie rápidamente.

—¡Vuelve aquí, pequeña!— me grita, golpeando los barrotes y pasando los brazos en un intento desesperado por atraparme —¡Voy a cortarte por la mitad! ¡Terminaré lo que Liu no pudo acabar!

¿Liu?

Mis ojos se abre como platos y siento una pequeña explosión en el pecho que hasta me duele. Una punzada.

¿Quién es Liu?

Cuando parpadeo, me doy cuenta de que ya tiene medio cuerpo fuera. Es la señal para volver a echar a correr.

Dejó el cementerio atrás y comienzo a meterme entre los árboles, huyendo de la macabra carcajada del chico de la boca cortada, que tiene sed de mi sangre.

Mientras esquivo árboles y ramas que cortan mis piernas, mis brazos y mi cara, me pongo a pensar en lo que me ha dicho mientras intentaba atravesar los barrotes del cementerio. Pero no consigo pensar con claridad. La adrenalina se ha apoderado de mí y en lo único en lo que logró pensar es en sobrevivir. Salir viva de aquí, volver a casa con mis padres y con Josh.

Una rama que no logro apartar a tiempo me corta el paso con un golpe seco en la cara. Caigo boca arriba al suelo y en seguida siento el sabor metálico de la sangre en la boca, mientras un chorro se me escapa por la nariz debido al golpe.

Mi respiración es entrecortada y agitada. Me estoy ahogando. Estoy empapada en sudor y los pinos del bosque me impiden ver con claridad el cielo.

Mi mirada se empieza a tornar borrosa.

Necesito escapar, volver a levantarme, pero no puedo.

Me duele el cuerpo, solo puedo sentir dolor, miedo y cansancio.

Puede que esta vez sí vaya a morir de verdad, puede que después de todo esto por fin pueda volver a ver a Trish, a Liz y a Lindsay y pedirles perdón por haberlas dejado morir así, por no haber intentado salvarlas...

Una silueta que no logro distinguir aparece justo delante de mí. Es completamente negra, no puedo ver su rostro.

Mis ojos se van cerrando lentamente, mientras las lágrimas bañan mis mejillas y hago un esfuerzo por seguir respirando.

Jamás pensé que acabaría luchando por vivir cuando tiempo atrás lo único que quería era morirme y dejar de sufrir.

¿Me puedo dar por vencida ya...? Susurro, en el interior de mis pensamientos.

Un suspiro agónico se escapa de entre mis labios y comienzo a temblar de frío cuando las primeras gotas de lluvia caen sobre mí. Cuando me doy cuenta, estoy completamente empapada por la lluvia, y la silueta sigue ahí, frente a mí. Observándome.

¿Qué es lo que quiere?

—Mamá...— sollozo —, papá... Josh...— gimoteo, aterrada por no poder volver a verles jamás —. No... no puedo más...

—Tú...— escucho que musita la silueta. Sus hombros se tensan y agacha ligeramente la cabeza, agitando su cabello —¿Por qué tú...?

Yo tampoco lo sé.

¿Por qué yo? ¿A qué juega el destino, la vida?

Estoy muerta de frío, estoy agotada, aterrada. No voy a aguantar mucho más.

Mi vista se llena de manchas blancas, que me impiden ver la silueta. Entonces, ya no puedo ver nada más.

Blood And Tears |Liu Woods|© Book 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora