Capítulo Veintidós

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Abro los ojos lentamente cuando siento que el sol me da de lleno en la cara. Me tapo los ojos con el brazo y doy media vuelta en la gran cama de la habitación de invitados, recordando por qué estoy durmiendo en esta cama tan blanda.

Suelto un profundo suspiro y parpadeo varias veces antes de incorporarme. He dormido sorprendentemente bien. Pensé que tendría pesadillas o simplemente pasaría la noche en vela. Tengo un sentimiento de paz que se me hace hasta incómodo por el miedo que he tenido estos últimos días. Entonces, un estruendo me lo arrebata y hace que el corazón me de un vuelco.

Me suenan las tripas. Tengo hambre.

Me levanto y abro la puerta de la habitación. Oigo ruidos abajo, pero no son muy fuertes. Cierro la puerta detrás de mí y voy abriendo otras al azar hasta encontrarme con un baño de paredes de mármol blanco, una bañera amplia y un tocador con un espejo muy grande, que está reluciente. Cuando me veo reflejada, observo aterrada que he adelgazado más de lo que una vez deseé en los primeros años de instituto. Se me notan los huesos de la cadera y tengo los brazos y los muslos mucho más delgados. Estoy ojerosa y más pálida.

Mis dedos, temblorosos, levantan la camiseta que tengo puesta y se deslizan por el largo de la cicatriz que tengo en el vientre.

-Deberías comer algo- grito al escuchar una voz detrás de mí. Ni siquiera me había percatado de que estaba ahí ni aún mirándome en el espejo. Tal vez sea un vampiro. Pero miro otra vez y le veo reflejado. Sin abrigo de cuero, solo con su camisa marrón y unos pantalones de cuero ajustados.

Me vuelvo a dar la vuelta y me quedo mirando las costuras de las comisuras de sus labios más tiempo del deseado. Me encojo un poco en mi sitio esperando que me diga algo, pero lo encuentro observando la cicatriz de mi vientre, bastante concentrado. La cicatriz que él me provocó. Trago saliva y me abrazo a mí misma, escondiendo la cicatriz detrás de mi camiseta y de mis brazos. Él parece notar que estoy incómoda, ya que desvía la mirada enseguida.

-El desayuno ya está listo.

-No tengo...- antes de que pueda decir nada, las tripas me suenan como el rugido de un perro furioso. Siento que las mejillas me arden y clavo la mirada en el suelo.

-No puede seguir evitando la comida, vamos.

Aunque no me agarra del brazo ni nada, siento que es una orden directa que me obliga a bajar a comer sí o sí. Pero antes, entra en una habitación y cierra la puerta detrás de él. Yo me quedo un rato en mi sitio hasta que vuelve a salir y me alarga unas ropas dobladas a la perfección.

Miro las ropas y luego alzo la mirada, encontrándome con sus ojos verdes y apagados. Tiene una expresión rígida e inexpresiva que me hiela la sangre. No me atrevo a decir nada.

-Dúchate y ponte esto- otra orden directa. Avanzo un pequeño paso y alargo las manos para tomar la ropa. En un segundo, siento que mis dedos rozan los suyos, gélidos, y retiro las manos con la ropa como si el contacto con él me hubiese quemado. Mis dedos mantienen la sensación de su tacto por más tiempo del que deseo mientras él se da la vuelta y se marcha. Una voz en el interior de mi cabeza me susurra que su piel es dura, pero suave.

Entro rápidamente al baño y cierro la puerta detrás de mí. Antes de quitarme la ropa, maldigo entre dientes que la puerta no tenga seguro, así que apoyo la espalda en esta para que no pueda abrirse, aunque sé que a Liu no le costaría nada abrir la puerta, aun si estoy yo haciendo fuerza.

Me paso una mano por el pelo y noto lo sucio y grasiento que está. No sé cuántos días llevo sin ducharme por estar secuestrada.

Empiezo a quitarme la ropa y dejo la camiseta a un lado. Cuando desdoblo la blusa que él me ha dado, un par de prendas caen al suelo. Justo cuando voy a recogerlas, la cara se me pone roja y el corazón me golpea el pecho con fuerza. Mis manos temblorosas, recogen la ropa interior a juego del suelo, de color verde oscura y con adornos de lencería. ¿Por qué me da esto?

Muchos tipos de pensamientos colapsan mi mente, ninguno de ellos bueno. Aun así, me desnudo y abro el grifo de la bañera sin llenarla. Una vez que está caliente, entro y me mantengo de pie, corro las cortinas blancas y una sensación de calma me crece desde la cabeza hasta los pies, a medida que el agua caliente moja mi cuerpo. Cierro los ojos y me masajeo la cabeza para limpiarme.

Después de estar un buen rato en la ducha, bajo las escaleras descalza con los calcetines negros que Liu me ha dado, unos pantalones cortos negros y una camisa azul con estampado de espirales. Debajo, la ropa interior que me ha dado. Tengo el pelo mojado y entre mis manos, la ropa que llevaba antes de ducharme.

Al bajar el último peldaño de la escalera, viajo un poco por el primer piso, que es mucho más grande que el de la otra casa, hasta encontrar la cocina, donde Liu me está esperando para desayunar. Sobre una mesa de madera pálida hay dos platos blancos con huevos, pan y jamón. Liu está de pie, apoyado en la mesa de brazos cruzados y observándome. Me quedo en silencio, dándome cuenta de que está remangado y que tiene unos brazos fuertes, aunque ya sospechaba algo así.

-Deja la ropa sucia en ese cesto. Yo me ocuparé de ella- señala detrás de mí y me vuelvo a ver un cesto azul vacío. Me acerco, dejo la ropa en el interior y me siento en la mesa. Él se sienta a mi lado y arrima la silla. De forma disimulada, alejo la silla todo lo que puedo de él y empiezo a comer sin alzar la vista del plato. En cuanto termino lo que tengo en el plato, me levanto de un salto para salir corriendo de la cocina, pero Liu me corta el paso.

Mis ojos chocan con los suyos e instintivamente retrocedo, dándome un golpe en el gemelo con la silla.

-¡Ay...!

Liu me observa en silencio.

-Ya... ya he comido- contesto, esperando a que se haga a un lado y me deje marchar. Pero no se mueve.

-Tenemos que hablar- decreta, por fin. Mis puños se aprietan hasta que mis nudillos se vuelven blancos y mi mandíbula se tensa.

-¿Por qué? No hay nada de qué hablar- me decanto por rodearle para poder irme, pero me toma del brazo y me atrae con una fuerza increíble. Esta vez, me paro en seco mucho antes de chocar contra él.

-No tienes ni idea de lo que está sucediendo, Evolet, ahora...- me ha llamado por mi nombre. Es la primera vez después de aquello que me llama por mi nombre -Ahora todo es más complicado. No debes salir de esta casa.

-Antes tampoco debía- mi mano se libera de su agarre. Él se queda en silencio, inmóvil. No me detiene cuando me doy la vuelta y me marcho de la cocina. Cuando ya no me ve, subo corriendo las escaleras y me encierro en la habitación en la que he amanecido.

Blood And Tears |Liu Woods|© Book 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora