Siento mis párpados caer mientras camino detrás de Liu en medio de la noche, salimos del barrio y caminamos por la carretera durante un buen rato. Me he percatado hace unos instantes de que solo lleva una pequeña mochila que ni siquiera parece estar llena del todo y de que está más serio de lo normal. Trago saliva mientras me cuestiono mentalmente si es una buena idea preguntar adónde vamos.
Una brisa helada atraviesa mi camiseta cuando pasamos cerca de un bosque de pinos cuando caminamos por un lateral de la autopista, desierta. No pasa ni un solo coche, y yo había pensado hacer auto-stop para poder escapar. Repentinamente, la sensación de que alguien me observa me obliga a acelerar el paso hasta que, sin darme cuenta, mi cuerpo choca contra la espalda de Liu, que se detiene, se da la vuelta y me mira en silencio, por encima de la bufanda que cubre las costuras de las comisuras de sus labios.
—Lo... lo siento...— murmuro, encogiéndome de hombros. Como si me hubiera leído los pensamientos, se gira en dirección al bosque.
—Vamos— me rodea la espalda con un brazo y me acerca a él hasta que choco contra su costado. Siento que el corazón me da un vuelco y se me corta la respiración. Estoy demasiado cerca de él. Tan cerca, que hasta percibo el olor a tierra y a cuero que desprende.
Huele bien.
Una piedra en el camino me hace pisar mal y balancearme. Sin embargo, el brazo de Liu impide que me caiga, sosteniéndome con más fuerza.
—¿Adónde vamos?— me atrevo a preguntar, pero no obtengo respuesta.
Me tiembla el cuerpo bajo su brazo mientras rezo por que no haya sido una pregunta indebida. Él permanece en silencio, caminando a base de zancadas, mirando al frente. Me cuesta seguir su ritmo, por lo que tengo que acelerar el paso cada dos por tres para no quedarme atrás.
No quiero que me suelte, sigo teniendo la sensación de que alguien nos observa desde el interior del bosque, nos vigila.
El rostro de Jeff se cuela en mis pensamientos y ahogo un grito. Me abrazo a mí misma y contengo el llanto.
—Ya estamos cerca— me anuncia Liu. Tal vez haya notado la rigidez repentina de mi cuerpo o el hecho de que me esté quedando helada a pesar de estar en verano. Yo no digo nada mientras cruzamos la autopista y nos metemos por un barrio bastante más normal que el anterior. Algunas casas tienen las luces de las ventanas encendidas, pero no hay nadie en la calle. Dejamos la autopista y el bosque atrás y recorremos unas cuantas manzanas hasta que vamos en dirección a un chalet de tres pisos bastante más grande que la casa de Liu. La verja está abierta, pero él la cierra con seguro cuando pasamos. Subimos las escaleritas del porche y quedamos frente a la puerta caoba de la calle.
—¿Vamos a... colarnos...?— balbuceo, aterrorizada. Allanamiento de morada, no sé cómo no lo vi venir. Tratándose de un asesino, para él esto será como montar en bicicleta. No obstante, su brazo deja de agarrarme y al instante la zona en la que ha estado su brazo se me queda fría. Se agacha frente a mí y saca una llave de dentro de una maceta falsa de lirios amarillos. ¿Cómo sabía que estaba ahí?
Mete la llave en la ranura de la puerta, la gira un par de veces, la mueve a un lado y al otro y, tras empujarla con el hombro, la abre.
Me quedo anonadada mientras él pasa primero y luego me toma del brazo con fuerza para obligarme a entrar. Una vez dentro, el olor del polvo me provoca un estornudo. Después otro.
Liu cierra la puerta de la calle y se deshace de su bufanda en la oscuridad. Yo parpadeo muchas veces entre estornudos para que mis ojos se acostumbren a la ausencia de luz. Las persianas de las ventanas están bajadas y no dejan pasar nada de luz. Palpo las paredes en busca del interruptor y, cuando lo encuentro y lo aprieto, las luces no se encienden.
—No hay corriente eléctrica— la voz de Liu me provoca un escalofrío. Su aliento choca contra mi oreja y lo ha dicho casi en un susurro. Un cosquilleo me recorre toda la espalda y yo no puedo evitar arquearla, al mismo tiempo que mis uñas arañan ligeramente la pared. No obstante, se ha desvanecido tan rápido como ha aparecido. Lo que se mantiene es el rubor en mis mejillas.
—Y... ¿qué hacemos ahora...?— pregunto, muy por lo bajo.
Liu se vuelve a quedar en silencio. Yo trago saliva.
—Han pasado años...— musita. Su voz se ha vuelto más ronca.
—¿Liu...?
En la oscuridad, veo que se da la vuelta para verme.
—Los dormitorios están arriba— toma mi mano y me guía por las escaleras. Yo subo mucho las rodillas para evitar tropezarme con los peldaños. Llegamos al segundo piso, que esta todavía más oscuro que el de abajo. Él abre la puerta de una habitación y me suelta la mano lentamente, y de nuevo me recorre una sensación extraña por todo en cuerpo.
Sus manos son muy cálidas.
Abre la ventana y sube la persiana, haciendo que la luna ilumine la habitación, llena de polvo.
Es una cama de matrimonio.
—Esta es la habitación de invitados— me indica —. Vas a dormir aquí— me ordena, imperativo.
Asiento, incapaz de negarme. Después, lo observo mientras sacude el polvo de la cama y abre el edredón para que no pase calor.
—Mi habitación está al lado— vuelvo a asentir. Liu rodea la cama y se detiene a mi lado. La luz de la luna me permite ver su rostro, más pálido que nunca, girarse hacia mí y sus ojos verdes clavarse en los míos.
Se me queda mirando con intensidad, ¿por qué?
Soy la primera en desviar la mirada, incómoda y nerviosa al mismo tiempo. Entonces, le escucho soltar un gruñido.
—Duerme— vuelve a ordenarme, y sale de la habitación cerrando la puerta. Yo me quedo de pie un buen rato hasta que atino a quitarme los zapatos y los pantalones. Me quedo en bragas y en camiseta. Después, me recuesto en la cama y siento que el colchón me absorbe de lo blando que es, como dormir sobre una nube.
Mi mente reproduce el momento exacto en el que su brazo me ha rodeado los hombros cuando pasábamos cerca del bosque y cuando las yemas de sus dedos han rozado las mías cuando ha soltado mi mano.
Una sensación cálida crece en mi pecho y me hace cerrar los ojos, ¿qué me está sucediendo? No siento miedo, ni inquietud, ni sensación de peligro. Las alarmas de mi cuerpo no han saltado en ningún momento. Todo lo contrario.
No.
Él asesinó a mis amigas, las mató sin piedad e intentó hacer lo mismo conmigo. Por su culpa perdí a mis únicas amigas, casi pierdo mi vida y ahora no puedo ver a mi familia, estoy lejos de casa... no puedo volver.
Me muerdo el labio inferior mientras el calor en mi pecho es reemplazado por el rencor y me acomodo boca abajo y me quedo dormida en el colchón-nube.
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Blood And Tears |Liu Woods|© Book 1
Novela JuvenilRepentinamente, Evolet despierta en un hospital sin saber lo sucedido. No entiende lo que ha pasado y sus recuerdos están borrosos. Dos policías la informan de que hubo un asesinato, y que ella logró sobrevivir. Pero, ¿quién intentó matarla? ¡Cualqu...