No sé durante cuánto tiempo estuvo corriendo, pero cuando paró, casi pensé que me había quedado dormida.
No me atrevo a alzar la cabeza para saber adónde hemos ido a parar. Solo sigo mirando al suelo, con la mirada perdida y los brazos muertos, que se comienzan balancean de nuevo cuando el chico de negro camina lentamente. Entonces, entramos en una casa.
Repentinamente, me baja de su hombro y me sienta en un sofá al que se le notan los muelles, está arrugado, polvoriento y con algunas partes arrancadas y cortadas. Cuando soy capaz de alzar la cabeza sin forzar mi cuello, me doy cuenta de que hemos entrado en una casa completamente oscura, llena de polvo y con muebles tirados y vasijas rotas.
¿Dónde estoy?
El chico de negro ha desaparecido, pero yo no puedo intentar escapar porque estoy hecha un cromo y porque no tengo ni idea de cómo volver a casa. Lo único que puedo hacer es quedarme quietecita en el sofá y esperar a ver qué es lo que va a hacer conmigo.
Cuando vuelve, me doy cuenta de que lleva un montón de utensilios de primeros auxilios. Arrastra una silla y la coloca justo frente a mí. Cuando se sienta y coloca las cosas de cualquier manera en la mesa pequeña que hay a nuestro lado, se me acerca con un pañuelo húmedo, pero yo me muevo hacia el lado contrario del sofá.
—No me toques— susurro. Toso durante unos instantes al sentir que la garganta me pica.
—Voy a curarte las heridas. Te has caído por las escaleras y es un milagro que no te hayas partido el cuello— me dice, acercándose más a mí —Vamos.
—¡No!— me encojo en mi sitio, agachando la cabeza -No te acerques a mí.
En toda la casa crece un silencio sepulcral e incómodo que se rompe por el ruido de las patas de la silla del chico de negro, que se ha levantado y ha recogido las cosas. Yo permanezco encogida hasta que escucho sus pasos volver a alejarse. En ese momento, hago un esfuerzo por moverme, poniéndome de pie y cayendo al suelo de rodillas.
Suelto un alarido de dolor y se me escapan algunas lágrimas.
Rompo a llorar en el suelo. Se me desbordan los sentimientos. Sufro una explosión emocional que me es imposible contener.
Ahora mismo estoy encerrada en un sitio horrible con un hombre armado, que me ha prácticamente secuestrado de mi casa. Y estoy tan destrozada y débil que no puedo escapar. Por más se me esfuerce, seguramente me haya roto una pierna o un brazo como mínimo.
Cuando el chico vuelve, lo hace con las manos vacías, cruzado de brazos. Se apoya en el umbral de la puerta del salón y siento su mirada clavarse sin piedad en mí.
—¿Qué vas a hacer conmigo?— me atrevo a preguntar, en un susurro tembloroso y afónico.
—Nada— me dice, en un tono apático.
—No me mientas— le suplico —. Ya me da igual lo que me pase— sollozo —. Estoy cansada de sobrevivir a la muerte y encontrarme con ella cada dos por tres. No quiero seguir viviendo de esta manera. Puedes matarme si te apetece— lucho por no escucharme asustada a la hora de hablar, pero es inevitable.
Escucho sus pasos acercarse a mí. Entonces, me alza la cabeza tomando mi mentón para hacer contacto visual. Entonces, me encuentro con esos ojos verdes que me han quitado el sueño por todo este tiempo. Los que me arrebataron el rayo de luz de mi vida.
Inesperadamente, mi brazo derecho se levanta y se cierra en un puño que choca contra su mejilla. Pero sin apenas fuerza. No obstante. Sé que he conseguido hacerle daño en la mejilla, porque me ha soltado la barbilla para encajarse la suya.
—Tú...— susurro, sin molestarme en ocultar el odio que llevo guardando en mi interior como una enorme bola negra que ha ido apenas aumento —¡Tú eres el hijo de puta que me lo quitó todo!— mi mano derecha le agarra con fuerza del abrigo de cuero. Intento alzar mi otra mano. Pero esa no se mueve —¡Tú eres el que mató a mis únicas amigas y casi me mata a mí!
Con las pocas fuerzas que me quedan, le muevo de alante a atrás, aferrándome a su chaqueta.
—¡Me lo arrebataste todo! ¡Tuve que luchar por mi vida! ¡Tuve que seguir adelante sin mis amigas! ¡Sin ellas...!— le doy un puñetazo en el pecho. Y luego otro. Y otro más, mientras las lágrimas caen por mis mejillas como cataratas descontroladas —¡Y tienes los cojones de intentar curarme las heridas! ¡Tienes la cara de...! ¡Eres...!
Se me apaga la voz. Lo único que puedo hacer es llorar como una niña pequeña que sea ha perdido en el bosque y no encuentra a sus padres, gritando y soltando aullidos agonizantes. Es como si una espada de hoja infinita se me estuviese introduciendo por el pecho. El dolor no parece tener fin.
Dejo de pegarle, de agarrarle. Él no ha hecho nada en ningún momento, solo se ha mantenido agachado frente a mí, en silencio.
—¡Aléjate de mí— le gruño por última vez. Mi mano le empuja y él se levanta sin perder el equilibrio. Después, escucho sus pasos alejarse lentamente, mientras yo me quedo mirando el suelo de madera, con los ojos muy abiertos y sin parpadear, sintiendo cómo los ojos me pican y las lágrimas resbalan por mis mejillas.
¿Cuánto tiempo más voy a tener que estar sufriendo por no morir allí donde lo hicieron mis amigas?
Se me escapa un gemido agónico, que ahogo entre sollozos. No soy capaz de levantarme por más que lo intento.
Sin saber qué más hacer, me recuesto en posición fetal en el suelo, sobre el brazo sano, ya que el otro es posible que se me hubiese roto al caer por las escaleras. Al ser verano, no tengo frío. Solo cierro los ojos y rezo que, cuando los abra de nuevo, esté en casa, tumbada en la cama con Josh por haberme quedado dormida junto a él mientras veíamos una película de dibujos. Pero sé que no será así. Para mí desgracia, esto es demasiado real.
![](https://img.wattpad.com/cover/170868518-288-k302021.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Blood And Tears |Liu Woods|© Book 1
Teen FictionRepentinamente, Evolet despierta en un hospital sin saber lo sucedido. No entiende lo que ha pasado y sus recuerdos están borrosos. Dos policías la informan de que hubo un asesinato, y que ella logró sobrevivir. Pero, ¿quién intentó matarla? ¡Cualqu...