Capítulo Dieciséis

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El reloj analógico colgado en la pared del bar marca las cinco y media de la madrugada. Falta poco para que amanezca.

Me pesan los párpados, estoy agotada, pero soy incapaz de dormir con todo lo que está sucediendo. He sido secuestrada por un asesino, he escapado de su casa, he corrido por una hora entera y ahora estoy aquí, esperando a que mi familia venga a buscarme y rezando por qué él no me encuentre antes. Es lo único en lo que soy capaz de pensar.

De vez en cuando, el barman me lanza miradas, como si estuviera pendiente de mí. Yo permanezco observando la aguja del segundero moverse hasta que el hombre que hay sentado a mi lado se va y deja el taburete libre, entonces, una chica de largo cabello negro se sienta a mi lado. Pero yo no la observo. Mis ojos están clavados en el reloj de la pared.

—Un whisky con limón, por favor— le pide ella al barman. Su voz parece la de una actriz llena de glamour.

Rápidamente, el barman saca un vaso, una botella de whisky y lo vierte en su interior. Exprime un poco de limón y le añade un poco de azúcar. Después, lo remueve, le echa unas cuantas hierbas y seguido se lo sirve a la chica, que se lo lleva a la boca y se lo bebe de un solo trago.

—Gracias.

Desvió la mirada del reloj solo para ver cómo deja un billete de cinco dólares sobre la barra y se va. Pero me sorprendo al ver que se ha dejado el móvil boca abajo.

Me levanto lentamente y lo recojo con la mano. Doy un salto para bajarme del taburete y voy hacia la entrada, esquivando a la gente que había en el bar. Rodeo la mesa de billar que hay en medio de todo y salgo del bar empujando la puerta. La chica está dándome la espalda al lado izquierdo del local, de brazos cruzados. Me percato de que lleva medias con unas correas que se unen a unas ligas, un vestido ajustado y corto de color negro y unos botas de tacón bastante altas. Es delgada y tiene muchas curvas.

—Disculpa— me acerco a ella lentamente —. Te has dejado el móvil dentro...

—Oye, niña— me doy la vuelta y me encuentro a dos hombres que me echaron una mirada cuando entré en el bar hace casi una hora —¿Qué haces tan solita por aquí?

—¿Dónde está tu novio?— cuestiona el otro.

No. Solo me faltaba esto.

—Por favor, dejadme tranquila— les pido, con un hilo de voz, asustada. Ellos se ríen. Les hace gracia mi situación. 

—Pero no nos lo pidas con esa cara...— el más alto, que tiene un piercing en la ceja, se me acerca y me coge del hombro —. Prometemos tratarte bien... si te quedas quietecita y haces todo lo que te decimos.

No parpadeo. Se me van a salir los ojos de las órbitas. ¿Por qué me está pasando todo esto a mí?

Rápidamente, la chica se da la vuelta y me coge del brazo, el móvil se me cae al suelo y ella me atrae hacia sí con violencia. No tengo fuerzas para resistirme, así que caigo al suelo sentada. Alzo la mirada y observo con horror cómo saca un cuchillo de una de sus ligas y se lo clava a uno de los hombres en el cuello, directamente en la yugular. Soy testigo de una explosión de sangre que mancha el rostro y el cabello de la muchacha. El hombre ahoga un grito de dolor y cae de espaldas, convulsionando, ahogándose con su propia sangre. El otro se queda inmóvil por unos segundos, pero corre hacia la joven de negro gritando.

El hombre la agarra con fuerza del brazo en el que ella tiene el cuchillo, pero es rápida y le da una patada en la rodilla que le hace caer al suelo agachado. El sonido de los huesos de su pierna romperse me deja sin respiración. Entonces, se libera de su agarre y le cose a puñaladas en la espalda. El sonido de la carne siendo cortada y atravesada con violencia mezclado con el de los gritos de dolor me hielan la sangre hasta que, finalmente, ambos se detienen y el hombre cae boca abajo al suelo con la mirada perdida y la mandíbula desencajada. No tarda en formarse un charco de sangre bajo los dos cuerpos.

¡Oh, Dios mío...!

Los ojos se me llenan de lágrimas. Estoy aterrada.

La chica se gira a verme y yo retrocedo, arrastrándome por el suelo.

—¡P-por favor...!— sollozo —¡Solo quiero volver a casa...!

Alzo la mirada cuando escucho sus pasos acercarse a mí y me horrorizo al ver la piel blanca de la joven, parecida a la del chico de la sonrisa cortada, pero ella tiene cicatrices de quemaduras de segundo grado por toda la cara, usa gafas de ciego y tiene los labios pintados de negro.

—Cállate— me ordena. Yo obedezco —. Tú eres la que sobrevivió al ataque de Liu, ¿no?

¿Qué? ¿Por qué me dice eso? ¿Acaso me conoce?

Solo asiento lentamente, hiperventilando y con las rodillas, los brazos y el labio inferior temblando.

—¿Qué haces aquí?

—Quie-quiero volver a casa...— repito, en un sollozo entrecortado. Sorbo mi nariz. La joven se me queda mirando en silencio. ¿Es posible que ella y yo tengamos la misma edad? No creo que sea mucho más mayor que yo.

¿Por cuánto habrá tenido que pasar para que se vea obligada a ocultarse en las sombras vestida de negro y armada con un cuchillo?

Un escalofrío me recorre la espina dorsal.

—¿Has huido?— vuelve a preguntar. Noto la frialdad de su voz. Está distante, no le preocupo lo más mínimo.

Entonces, ¿por qué me ha salvado de esos hombres?

Me quedo en silencio. Creo que no debería decirle eso a alguien que conoce a mi captor.

—La has encontrado— de entre las sombras sale Liu, vestido de cuero y lleno de sangre. Instintivamente, ahogo un grito y retrocedo todavía más hasta que mi espalda choca contra una farola.

—No podemos dejar que escape, ha visto demasiado— dice la muchacha, de brazos cruzados.

—Vamos, va a amanecer— él se agacha y me coge del brazo, pero yo me niego a ir con él.

—¡No! ¡Suéltame!— tiro con todas mis fuerzas, pero él logra levantarme y arrastrarme en contra de mi voluntad hasta detrás del bar. Yo me agacho y le muerdo la mano. Liu gruñe con fuerza y me suelta, pero antes de que salga corriendo, me agarra del cuello por detrás y me enseña la hoja de su cuchillo.

—Si vuelves a hacer eso, te corto las piernas para que no puedas volver escapar.

Se me corta la respiración y me quedo paralizada. Segundos después, me toma del brazo y me arrastra de regreso a su casa. Mientras caminamos, las lágrimas se deslizan por mis mejillas y me fuerzo a mí misma a no hacer ningún ruido.

Blood And Tears |Liu Woods|© Book 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora