Capítulo Cuarenta y Cuatro

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La luz del interior de la nevera alumbra toda la cocina durante los escasos segundos en los que yo cojo la botella de leche para llenar el vaso de cristal que estaba esperando sobre la encimera. Acabo derramando un par de gotas cuando lo lleno.

Permanezco con la mirada perdida en un sitio no concreto mientras vuelvo a abrir la nevera para dejar la botella donde estaba.

Otra noche más en la que no conseguía pegar ojo debido a la tensión y la ansiedad que me estaba produciendo el juicio contra Jeff. El hambre me ha desaparecido casi por completo y me han empezado a crecer sarpullidos de tanto rascarme.

Encierro el vaso dentro del microondas y programo el tiempo para calentar la leche durante un minuto.

Mis ojos se entrecierran, suplicando descanso, pero soy incapaz de quedarme dormida, así que me quedo observando mi vaso de leche dar vueltas hasta que algo frío toca mi hombro desnudo.

No soy capaz de gritar. En cuento me doy la vuelta, otra mano gélida me cubre la boca para que no haga ruido. Mis manos se aferran al brazo que me agarra y, en cuanto logro distinguir la figura en la oscuridad, logro relajarme y, solo entonces, su mano libera mi boca.

—Jane— suspiro, aliviada.

Ella me observa a través de su máscara, en silencio.

—¿Cómo estás?— pregunto —¿Estás bien?— siento que me vuelvo ansiosa cuando le pregunto. Pero llevaba tanto tiempo esperando noticias de ella... de Liu.

—Sí— responde ella.

—¿Y Liu?— le cojo la mano y aprieto ligeramente, suplicando una respuesta positiva —¿Está bien?

No puedo imaginar un no. No puedo imaginar a Jane diciéndome que Liu ha muerto, porque no podría concebirlo; no podría asimilarlo.

—Está bien— afirma ella, dejando que yo suelte su mano de golpe y me cubra la boca con las mías. Me doblo ligeramente y silencio los sollozos que se me escapan entre los labios.

—Gracias, gracias...— balbuceo. Me tiembla todo el cuerpo, cierro los ojos con fuerza y apoyo la cadera en la encimera para no caer de rodillas al suelo —gracias...— no puedo contenerme y la abrazo con todas mis fuerzas, echándome a llorar sobre su hombro. Ella es casi tan alta como yo, pero llevaba unos tacones tan altos que mi nariz chocaba contra su cuello.

Jane se queda un rato inmóvil y sin decir nada. Después, me rodea con sus brazos, dando pequeñas palmaditas en mi espalda en un extraño intento de consuelo.

  
  
—Despertó esta misma mañana— me explica Jane, después de que yo cerrara la puerta de la cocina para que nadie nos oyera. Me acerquo a la mesa y le extiendo un vaso de leche caliente que había preparado para ella —, estaba alterado, desconcertado, como si nunca se hubiera desmayado— prosigue, mientras coge el vaso con las dos manos —. Te buscaba a ti, no dejaba de preguntar dónde estabas. Tardé bastante en explicarle todo lo que había sucedido porque estaba muy ansioso.

Me muerdo el labio inferior.

—Quiere venir a por ti, Evolet— finaliza ella, tras darle un largo sorbo a la leche. Yo todavía no he podido probar la mía, porque la tensión se ha adherido a mí como una lapa.

Y yo quiero que venga. Necesito ver que está bien, que no le ha pasado nada. Casi siento que puedo romper a llorar ahora mismo solo con recordar sus brazos envolverme en aquellos cálidos abrazos que me daba, y casi me echo a llorar porque había olvidado esa sensación, ya no recordaba sus besos. Y tampoco había pasado tanto tiempo.

—No puede hacerlo— me fuerzo a decir, por su bien —. Ahora mismo estoy en medio de un proceso judicial, Jane— le explico, mirando sus ojos marrones. Se había quitado la máscara y nunca la había visto tan guapa, sería, como siempre, sus pestañas largas y sus labios pálidos y carnosos —. Están juzgando a Jeff.

Jane parece sorprenderse.

—¿Vas a declarar?— pregunta.

—No lo sé— admito —, no quiero seguir mintiendo— me llevo las manos a la cabeza, apoyando los codos en la mesa —. Sé que nuestro plan era mentir, pero no puedo hacerlo sabiendo que Liu...

Y no soy capaz de seguir. No me había dado cuenta de que, aunque cicatrizada, la herida seguía ahí, y últimamente me había estado doliendo bastante. Lindsay, Liz y Trish, mis tres únicas amigas, las víctimas de Liu.

Liu las había matado y casi consiguió matarme a mí.

Trago saliva, sintiendo un nudo en mi garganta, mientras bajo la mirada, observando mi vaso de leche intacto.

-Evolet.- alzo la mirada cuando escucho la voz de Jane. Ella ya se ha bebido su vaso de leche y continúa con ese rostro serio y concentrado, como si nada pudiera afectarla -Hagas lo que hagas, tomarás la decisión correcta.- me dice ella, y es la primera vez que siento que alguien me estaba reconfortando de verdad -Jeff estará condenado si declaras o no.

Jane se levanta de la silla y camina hacia la ventana de la cocina. Yo me levanto segundos después, caminando hacia ella, lista para suplicarle que se quedara conmigo un poco más.

-Jane...

Ella se dio la vuelta para verme, mientras se colocaba su máscara.

-Tengo miedo...- admito, sintiendo cómo mi cuerpo tiembla.

Jane se queda en silencio mientras me mira, ahora con los ojos negros de su máscara fijos en mí.

-Hay personas que merecen un castigo mucho más que otras- empieza a decir ella -, porque las otras se redimen, cambian, mejoran.

Mis ojos se abren cuando entiendo esas palabras. Ella se acerca a mí y me toma la mano, apretando mi palma ligeramente.

-Todo estará bien.

Yo asiento, mientras intento no llorar delante de ella.

-Cuidate.- le digo, a modo de despedida -, y cuida de Liu, por favor. Yo... necesito que estéis bien.

Jane asiente. Yo bajo la mirada unos segundos para frotarme los ojos con las manos y eliminar las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos. Cuando vuelvo a mirar hacia el frente, Jane ya no está, y la ventana de la cocina está abierta.

Blood And Tears |Liu Woods|© Book 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora