Capítulo Dos

1.8K 196 11
                                    

Mi imagen se ve reflejada en un trozo de metal brillante y manchado de un líquido oscuro que no soy incapaz de apreciar. Es de noche y tengo frío. Me tiembla todo el cuerpo y mi respiración es rápida y agitada. Jadeante. Las lágrimas se deslizan por mis mejillas y la boca me sabe a sangre.

Estoy aterrorizada, pero no sé por qué. Quiero salir corriendo, pero estoy inmóvil. Lo único que puedo hacer es verme reflejada en ese trozo de metal que me amenaza, que me hace querer gritar ayuda. El filoso trozo de metal se alza y la oscuridad se hace total durante unos largos segundos. Cuando vuelvo a distinguirlo, me veo a mí misma sobre un charco de sangre y con una enorme herida en el estómago, medio muerta en el suelo.

  
  
Ahogo un grito fuerte y abro los ojos de golpe, encontrándome de nuevo con el techo blanco y los paneles de luz, ahora apagados del hospital. Estoy empapada en sudor. La ropa se me ha pegado al cuerpo, así como mi pelo al cuello. Estoy acalorada y jadeo sin parar. Todo está oscuro, pero la luz del pasillo del hospital está encendida. Cuando giro la cabeza a un lado para mirar por la ventana, una mano ensangrentada emerge de debajo de la camilla y agarra las sabanas con fuerza, manchándolas de sangre, aferrándose con las uñas.

—¡No...! ¡No...!— escucho, una y otra vez. A mis oídos llega el sonido de un borboteo que me pone la piel de gallina. Después, reconozco el sonido de un montón de huesos romperse, de la piel siendo arrancada, cortada.

Solo soy capaz de soltar un gemido de terror.

Otra mano se aferra a las sábanas y un cuerpo se alza delante de mí. El cabello, sucio y despeinado, cubre su rostro, su ropa está rota y ensangrentada. Además, tiene dos agujeros horribles en el pecho y el estómago. Por este último le cuelgan las tripas y está llena de cortes en los brazos y las rodillas.

Los ojos verdes de mi amiga Lindsay me miran, muertos y con expresión de terror. Su boca está muy abierta y del corte horizontal que tiene en el cuello chorrea un montón de sangre.

—¡¡Evolet!!— me grita.

—¡¡Lindsay!!

  
   
Abro los ojos otra vez.

—Evolet, ¿estás bien?— la mujer rubia y vestida con el traje turquesa me da leves golpes en la mejilla para que vuelva en mí. Parpadeo un par de veces y miro a todos lados. La ventana permanece abierta y me muestra una tarde gris y el cielo cubierto de nubes —. Tal vez no debí darte aquel tranquilizante.

Me muevo ligeramente y siento que se me revuelve el estómago. Me muevo hacia un lado rápidamente y suelto todo lo que me ha subido a la garganta en cuestión de segundos.

—¡Evolet!— la mujer rubia me sujeta el cabello y llama a una enfermera para que se ocupe de mí mientras ella me vuelve a colocar en la camilla boca arriba y se asegura de que no se me haya abierto la herida.

Cuando finalmente consigo tranquilizarme y sentirme mejor, la mujer rubia me incorpora poniendo un cojín en mi espalda.

—Un par de policías están aquí para hacerte unas preguntas, ¿vale?

Parpadeo. ¿Policías? ¿Por qué?

Cuando la mujer abandona la habitación, inmediatamente aparecen dos oficiales vestidos con el uniforme de policía y la placa dorada en el pecho que indica que son protectores de la ley. Me pongo muy nerviosa y rezo por que la garganta no me falle como ayer, cuando desperté. Ambos me saludan y evitan mirarme mucho. Uno de ellos saca una pequeña libreta.

—Evolet Reynolds, ¿puedes describirnos el lugar, la hora y el día en el que tuvo lugar el asesinato?

Mis ojos se abren como platos y me quedo paralizada en la camilla. Mis pulmones de cierran, a pesar de que tengo la boca abierta a más no poder. La respiración se me corta, los pitidos del electrocardiograma al que estoy conectada se hacen más rápidos y mi pecho comienza a subir y bajar con rapidez.

¿Asesinato?

—Y-yo...— mi voz se escucha muy ronca y me es difícil hablar. Los dos oficiales me miran con atención, esperando a que les diga lo que quieren saber —N-no me... no me acuerdo...

—¿No te acuerdas?

Niego.

—¿Logras recordar algo de lo que sucedió la noche del 22 de diciembre a las doce menos cuarto de la noche?

Vuelvo a negar. Los oficiales se miran entre ellos. Uno da un paso al frente y me mira con lástima.

—En la madrugada del 22 de diciembre recibimos una llamada de un hombre diciendo que encontró los cuerpos de cuatro chicas en una calle cercana a un parque que, en ese momento, estaba desierto. Cuando llegamos, vimos los cadáveres de tres chicas... y a ti. Pensábamos que tú también estabas muerta, pero todavía tenías pulso, así que fuiste trasladada rápidamente al hospital.

Siento que unas manos invisibles me agarran de las muñecas y otras del cuello. Tengo una presión en el pecho que me impide respirar. Las lágrimas se acumulan en mis ojos y hacen que mi vista se vuelva borrosa. En cuanto parpadeo, se derraman por mis mejillas como cascadas desbordadas.

Me llevo una mano al pecho y me clavo las uñas en la piel. Algo me ha atravesado. Un objeto punzante que no logro ver, hace un hueco inexistente en mi pecho y se gira lentamente para hacerme más daño. Me mareo. Vuelvo a sentir nauseas y vuelvo a soltarlo todo en el suelo de la consulta. Un conjunto de sangre, lágrimas y lo poco que he desayunado junto con jugos gástricos que me dañan la garganta.

Una mirada esmeralda me atraviesa la memoria como una bala y suelto un fuerte chillido, aferrándome a los barrotes de metal que tiene la camilla.

Uno de los policías me vuelve a recostar e intenta calmarme, pero yo no dejo de patalear y zarandearme, gritando.

Esa mirada esmeralda está observándome con odio, con sed de sangre. Me quiere muerta. La mujer rubia irrumpe en la sala y me inyecta algo en el brazo que hace que pierda el control de mis brazos y piernas y caiga rápidamente en un profundo sueño.

Blood And Tears |Liu Woods|© Book 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora