Capítulo Cuarenta y Nueve

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La mirada de mis padres, la del juzgado, la del fiscal, la de todas las víctimas... todas están sobre mí, y yo siento que la cabeza me da vueltas, que la mirada se me vuelve borrosa. 

Mis manos se posan, temblorosas, sobre la madera pulida de la pequeña mesa que hay frente a mí, mi respiración irregular, el nudo de mi garganta impidiéndome respirar. 

¿Cuánto tiempo había pasado desde que el fiscal me había hecho aquella pregunta?

—Señorita Reynolds— la voz del abogado defensor me hace brincar ligeramente en mi silla —Conteste a la pregunta, ¿o acaso sus declaraciones eran mentira?

—Protesto— interviene el fiscal —, está increpando a una víctima, señoría. 

—Esta chica no se merece sus acusaciones, letrado, siéntese.— habla la jueza, y yo me siento más aliviada.

El abogado de Jeff frunce los labios con rabia e impotencia, porque sabe que tiene las manos atadas, su piel brillante por el sudor que corría por su piel. 

—No son mentira.— digo, pero en seguida me arrepiento. Tal vez no todo, pero gran parte es mentira. 

Los ojos de todo el mundo se fijan en mí, pero los míos van a la parte de atrás de la sala, cuando las puertas se abren sigilosamente y una figura oscura entra en la sala sin que nadie la note. 

Jane. Lleva su máscara y su vestido negro, un sombrero de ala ancha del mismo color y unas gafas de sol que cubren sus ojos negros. Se sienta en la parte de atrás, sin hacer ni un solo ruido. Y a pesar de que no puedo ver sus ojos, sé que ella me está mirando, sé que ha venido porque Liu no quiere dejarme sola en esta situación, porque ella me quiere apoyar. 

Me armo de valor, respiro hondo y me acomodo en el asiento. 

—Yo no quería declarar— admito, el micrófono frente a mí señalándome, forzándome a seguir hablando — Tengo miedo, solo quiero pasar página, olvidarme de esto, pero sé que jamás lo haré, y mi hermano tampoco. No ha vuelto a ser el mismo desde lo que... lo que pasó. Y esa parte de él no volverá. 

Las palabras salen afiladas de mi boca, y cortan mi interior, me hacen sangrar. 

—Estuve lejos de mi casa, lejos de mis padres, casi un mes, porque ese... ser, es obstinado, es cruel y despiadado, y no para hasta que consigue lo que quiere, acabar contigo, hacerte gritar, sufrir de todas las formas que se le ocurran.— las lágrimas se acumulan en mis ojos —Él quería hacerme sufrir, y por eso se llevó a mi hermano, porque sabía que yo iría a buscarle, sabía que me rompería cuando... cuando él...

Me llevo una mano a la boca. 

—Tómese el tiempo que necesite.— me tranquiliza el fiscal. 

Jane, en la parte de atrás, se encoge en su asiento. 

—Le ha hecho demasiado daño a la gente. A todos los que están aquí, a mí, a mi hermano— balbuceo, mis mejillas empapándose por las lágrimas que no puedo controlar —A mi... le destrozó la vida a mi mejor amiga, ella ha vivido sola porque su familia ya no está, marcada siempre por lo que Jeff le hizo, sin poder contárselo a nadie. 

Jane se lleva una mano al pecho y se quita las gafas de sol. 

No puedo hablar de Lindsay, de Liz o de Trish, ellas no tienen nada que ver con Jeff, pero puedo hablar de Jane, porque nadie había hablado de ella, nadie la había defendido, y ha tenido que lidiar con una profunda rabia y dolor ella sola. 

—Es un monstruo, su sed de sangre no se sacia nunca, solo vive para el placer que le produce hacer daño a los demás.— continuo. Mis ojos ven con dolor cómo las otras víctimas se llevan las manos a la cara y lloran en silencio, se abrazan entre ellos, algunos consuelan a los desconocidos porque sus familiares ya no están. 

Y todo por culpa de Jeff. 

—Yo no...— me atraganto con mis propias palabras —no quiero que le juzguen por mi testimonio. Mi hermano está vivo... está en casa, a salvo, igual que yo...— mi labio inferior tiembla —Pero hay gente que no ha vuelto a casa, que ya no está en casa... 

Tiemblo al ver que Jane se abraza a sí misma, sus hombros tiemblan, porque también es una víctima, como muchos en esta sala. 

Lo siento, repito muchas veces en el interior de mi mente. 

En ese momento, escucho que una silla se arrastra en el suelo, que unas cadenas se mueven y tintinean con un ruido ensordecedor. 

Y cuando me giro hacia la derecha, Jeff se ha levantado de su silla, a una gran velocidad, ha saltado la mesa, tirándola al suelo, haciendo que el suelo vibre bajo los pies de todos. 

Ni siquiera me da tiempo a respirar. Jeff se aferra a la mesa que hay frente a mí, el micrófono se rompe y cae al suelo, el bozal se desprende de su rostro por sus frenéticos movimientos, pero sus manos encadenadas no pueden alcanzarme, no pueden tocarme, ni hacerme daño. 

Aún así, yo tengo miedo. 

Escucho gritos de terror detrás de él, pero su voz ronca los acalla todos. 

El abogado defensor ni siquiera recoge sus papeles esparcidos por el suelo. Se levanta de su silla y abandona la sala, corriendo, aterrorizado. La jueza está igual de asustada que los demás, temiendo que Jeff pudiera romper esas cadenas en cualquier momento. 

¿Y si podía?

—¡Zorra, desgraciada!!— Grita, con un odio profundo y un absoluto desdén, mientras sus ojos inyectados en sangre están clavados en mí, sin poder cerrarse. Su sonrisa permanente, llena de costras y de carne al rojo vivo, que se deforma ligeramente por su rostro deformado por la rabia. Me produce un temblor frío y yo me echo hacia atrás —¡¡Te mataré!! ¡¡Te arrancaré es sucia lengua, puta!!

Jane se levanta de su asiento, como si su instinto le dijera que tiene que intervenir, pero los guardias fueron más rápidos. Agarran a Jeff con fuerza y le hacen retroceder, haciéndole perder el equilibrio y que caiga de espaldas al suelo, pero es como si no sintiera nada, como si no le importara. 

Está centrado en mí. 

—¡¡Os mataré a todos, maldita sea!!— Gruñe y grita, su voz ronca y llena de odio, casi parece un demonio. —¡¡Saldré, juro que saldré e iré a por vosotros!!

No puede, pero quiere liberarse de los guardias. Se mueve tanto, tiene tanta fuerza, que los otros dos tuvieron que venir para ayudarles a sostenerle. 

—¡¡Estás muerta, pequeña!!— Fue lo último que dijo antes de que los guardias le arrastraran fuera de la sala. Todos nos quedamos en silencio, un silencio tenso y lleno de miedo y terror por las amenazas de Jeff. 

Jane se vuelve a sentar, pero la noto igual de inquieta y tensa que todos los que estamos en la sala. 


El veredicto es unísono: culpable. 

Demasiadas pruebas, demasiadas evidencias, demasiadas víctimas y muertos. Nada podía salvar a Jeff, ya no. 

Esa misma tarde, las noticias lo comunican, mientras yo abrazo a Josh, ambos sentados sobre la alfombra del salón, sus coches esparcidos por el suelo. 

Blood And Tears |Liu Woods|© Book 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora