Capitulo 34: Los Dofus Primordiales.

174 20 2
                                    

En una taberna, donde el moho podía verse en las paredes y donde las sillas y mesas parecían tener un pésimo estado, ahí mismo, un potente grito había sonado alertando a todo el lugar. Tal vez hasta toda la ciudad.

—¡¿Donde esta mi esposo?!—grito una enojada Evangelyne de Percedal, quién sostenía por el cuello a un anciano.

—Vamos, querida Eva. Tranquilízate.—pidio en anutrof, rezando por su vida a su, por complicado que parezca, padre, el mismo Dios Anutrof.

—¡Habla, maldito Ruel!—grito Eva completamente encolerizada. Parecía que nada, ni nadie podía calmarla ahora.

—Enserio no sabemos dónde está.—intervino Arpagona, antes de que esto pasará a algo más grave.

—¡Pero...! ¡Tú eres el único con el que sigue en contacto!—grito Eva, mirando con una mirada acusadora a Ruel Stroud.

Obviamente, Ruel era al único que podían contactar ahora, toda la Hermandad del Tofu literalmente ya no estaba, y más la morena...

Yugo se había ido con el reino y con el Árbol de la Vida y Adamai seguía aún desaparecido, encerrado en la dimensión sin poder recuperar su Wakfu.

—Ahora mismo estamos buscando los Dofus Primordiales, creo que tu ayuda nos vendría bien, Eva.—pronuncio Arpagona, confundiendo a la ahora calmada ocra.

Elely y Flopin se encontraban jugando en otro lado, al final de cuentas, este tema era para adultos, aunque a ninguno les gustaba la idea.

—No podemos con nuestro equipo ir a todas las áreas donde posiblemente estén. Son muchos lugares que buscar, algunos tal vez nisiquiera estén ahí.—explico la anutrof extendiendo un mapa en la mesa donde se encontraban.

Eva solo pudo sorprenderse al ver tantos puntos marcados en el mapa del Mundo de los Doce, ¿eso era posible?

Al parecer si, Arpagona soltó un suspiro antes de proceder con lo que decía.

—Nosotros iremos a estas zonas.—informo la anutrof señalando con su dedo los lugares.

—Entonces, iré con los niños hacia esta.—pronuncio la ocra, señalando con su dedo hacia la dirección contraria.

—¿Estás segura de ir sola?—pregunto Ruel con preocupación.

—No te preocupes, mis niños son fuertes al igual que su padre. Él volverá, lo sé.—dijo segura la ocra mientras sostenía a Pin entre sus manos.

Elely y Flopin se encontraban detrás de la puerta, hasta que vieron a su tío Gúltar.

—Oigan, vengan aquí. Es malo escuchar a escondidas.—dijo el yopuka tomando a los niños con sus brazos, para él no era problema levantarlos.

—¡Oye, bajanos! ¡Tío Gúltar!—gritaba Elely mientras se retorcía.

—¿A donde nos lleva?—pregunto calmado Flopin.

Gúltar soltó una sonrisa melancólica.

—Es un regalo, para ustedes.—dijo el yopuka, entrando a una habitación, ahí se encontraba el Maestro Joris.

La emoción que sintieron Elely y Flopin fue enorme, al ver las armaduras que estaban sobre una mesa de madera.

—¡Que pasada!—grito Flopin sorprendido.

Gúltar los bajo a ambos y los niños, hechizados por sus regalos, corrieron hacia ellos. ¡Eran unas armaduras increíbles!

—¡Una ballesta!—grito Flopin impresionando.

—¡Cómo mola tío Gúltar!—grito Elely con una sonrisa.

—Estas armaduras son muy valiosas, pequeños. Se que harán un buen uso de ellas.—pronuncio el Maestro Joris con una sonrisa, quién luego se retiro dejando a Gúltar a cargo.

Este se acercó a los mocosos.

—Se las regalo para que ayuden a vuestra madre. Sin duda Pipun estaría orgulloso de verlos vestir estás armaduras.—dijo Gúltar con una enorme sonrisa en el rostro.

—Los Dofus Primordiales, salvarán a papá, ¿cierto?—por increíble que parezca, esto fue dicho por la pequeña yopuka que contenía sus lágrimas.

—Elely...—murmuro su hermano afligido.

—Si, y no solo a tu padre Elely, sino al Mundo de los Doce. Salvaremos a todos.—pronuncio Gúltar, quién con su dedo pulgar limpio los aguados ojos de la pequeña.

—¡Nosotros ayudaremos!—animo Flopin con determinación.—¿Estás conmigo, yopuka llorona?—agrego el ocra, sacándole una sonrisa a su hermana.

—Cuenta conmigo, tonto ocra.—respondio Elely con una enorme sonrisa, mientas chocaba el puño con su hermano.

Gúltar sonrió también.

—Usenlas bien, ¿de acuerdo? Traigamos el tonto trasero de Pipun de vuelta.—pronucio Gúltar, quién comenzó a reír a carcajadas.

El viaje comenzaría.

En otro lugar, en una habitación donde un hermoso árbol se encontraba, ahí, en ese mismo momento, estaba el Rey Selatrop, mirándolo fijamente.

—¿Sucede algo, Majestad?—pregunto un niño selatrop, quién era el encargado de cuidar el Árbol de la Vida cuando Yugo no estaba.

—¿Ha sucedido algo recientemente? ¿Ninguna novedad?—pregunto el Rey, sin apartar la vista del árbol.

—No, su majestad. No a ocurrido nada nuevo, el árbol sigue igual que siempre.—pronuncio confundido el selatrop.

Yugo miro todas partes, buscando algo, pero no halló nada.

—¿Ninguna otra hoja a caído?—pregunto, fue ahí que al selatrop pequeño se le contrajeron los ojos.

—¡Su majestad, ahí!—grito el pequeño, Yugo se volteó y vio lo que más temía.

Sin duda, el Árbol de la Vida estaba muriendo, al frente de sus ojos, podía ver cómo, no solamente una, sino varias hojas comenzaban a caer.

—¡Su majestad, debe ver esto! ¡Hay otro derrumbe y el bosque cerca de Bonta está muriendo!—grito otro niño selatrop, quién vestía un gorro amarillo.

—Voy enseguida.—pronuncio el Rey, soltando un chasquido de impotencia.

El mundo estaba muriendo.

—Limpia las hojas, por favor. Y sigue vigilando.—pidio el Rey, con un tono devastado.

—Si, Rey Yugo.—dijo el pequeño selatrop, mirando melancólico hacia el árbol.

Al igual que el Árbol de la Vida, parecía que la esperanza de su Rey como la del mundo se desvanecía a cada hoja que caía.

El Rey caminaba a paso firme, con el mentón elevado, mientras veía, para su pesar, como el Mundo de los Doce estaba entrando en su devastación más temerosa. Ni el llanto de Ogrest hizo tanto, como lo que estaba viendo.

—Reúne a todos los selatrops.—los selatrop presentes se miraron entre si, sabiendo que eso significaba, algunos tenían miedo, pero estaban decididos a seguir a su Rey.—Volveremos al Mundo de los Doce.—agrego él.

Se ve que el Árbol de la Vida, ni tampoco Qilby, sabían esperar.

La semilla de un Dios. [Wakfu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora