Capitulo 31: ¡Por qué somos la Hermandad del Tofu!

185 22 0
                                    

Si hubiera hecho más, si hubiera alguna forma... Si él hubiese hecho algo...

¿Amalia seguiría aún aquí?

En este momento, se hacía el funeral de dos seres importantes en su vida.

Ella, la princesa sadida, la morena de ojos avellana con una sonrisa que lo volvía un tonto y él, quién lo apoyaba en todo momento, un orgulloso y terco, pero sobre todo amable dragón.

¿Como era posible que en solo un momento, los había perdido a los dos?

¿Como era posible que ahora ya no estaban?

Pero una cosa era clara, la única que no volvería sería ella.

No importaba qué, ella había desaparecido completamente, tanto su cuerpo, como su esencia, como su Wakfu. Ella se volvió nada y Baltazar se volvió un huevo, que seguramente... Estaba dentro de esa cosa.

El Reino Sadida había caído, solo que daba una pequeña parte de su pueblo, el Rey se encontraba devastado igual que su hermano. Evangelyne lloraba sin reparo en los brazos de su marido, mientras Flopin y Elely se aferraban al cuerpo de su madre y padre.

El Maestro Joris hizo acto de presencia con sus hijos, Atchan y Kerubim.

—Lamento la perdida de la princesa Amalia, su majestad.—pronuncio con cortesía Joris, mientras hacía una reverencia hacia el Rey.

Este bajo la mirada con melancolía.

—No necesita arrodillarse, Maestro Joris. Gracias por venir.—pronuncio el Rey Sadida con una mueca que quería parecer una sonrisa, pero su demacrado rostro no se lo permitía.

—Rey Sadida, con gusto puede quedarse en el Reino Selatrop.—dijo Yugo, con una mirada completamente de dolor, aunque quería evitar en eso. Ahora mismo, concentrarse en Qilby era lo primordial, lastimosamente así era.

—Pero joven Yu-

—¡Insisto, Rey Sadida! Por favor, su pueblo y usted, quédense.—pronuncio Yugo.

—Agradecemos su amabilidad, Rey Yugo.—intervino Armand.—Pero ahora mismo, deberíamos alejarnos de esa cosa. Iremos a la Isla Moon, su pueblo nos brindó su hospitalidad.—agrego el sadida mientras se retiraba de la habitación siendo seguido por su padre, a Yugo le sorprendió la noticia.

—¡Pero su majestad! ¡¿No lucharán?! ¡¿Por el Reino Sadida?!—grito Yugo, el Rey se giro y Yugo pudo sentir un peso sumamente doloroso al ver la mirada muerta del que una vez fue un Rey tan contento.

—Si un dragón no pudo contra eso, ¿cómo podríamos nosotros, Yugo?—dijo el Rey, completamente sin esperanza.

— Pero, ¿que sucederá con el Árbol de la Vida?—pregunto el maestro Joris.

—El Árbol de la Vida está muriendo, otro ataque y será nuestro final.—respondio el Rey, dándole otra razón más a Yugo para refutar.

—¡Entonces-!

—Hace mucho tiempo a pasado, Yugo. Nuestro Dios nos abandonó, incluso ahora, mi pequeña...—Yugo sostuvo fuertemente el brazo del Rey para que no se fuera.

—Rey Sadida...—murmuro el selatrop.

—No tenemos oportunidad, Yugo. No la tenemos, mi pueblo está devastado... yo estoy devastado...—el Rey retiro la mano del selatrop y se fue, cerrando la puerta de la sala. Dejando a la Hermandad del Tofu con el sentimiento de desesperanza. Joris, junto a compañía fueron atrás del Rey devastado.

Yugo fue estúpido, ¿donde estaban los huevos ahora? ¿Eh? Los tenía Qilby, todo lo que más amaba, todo lo que más quería... Incluso su hermano...

Incluso Amalia...

—Qilby...—murmuro el selatrop con una voz que nunca pensaron que él podría hacer.

Eva miró fijamente al selatrop, quién solamente abrió un portal, sin esperarlo, Pinpan lo sostuvo de la muñeca, haciendo que este se volteara.

Lo que vio fue... Ahora eso no importaba.

—No estarás solo en esto, Yugo.—dijo Pinpan con una sonrisa.

Yugo sonrió con una mueca que no parecía nada una sonrisa.

—Quiero hacerle pagar, Pinpan... Quiero con mi propias manos hacerle pagar...—revelo Yugo con una voz destrozada.

Pinpan hizo una enorme sonrisa, evitando las lágrimas de toda la desgracia que estaban viviendo.

—¡ESO HAREMOS! ¡LE DAREMOS UNA PALIZA A ESE LOCO!—grito Pinpan, Eva sonrió acercándose con los niños.

—Pinpan...—pronuncio el selatrop con una mueca que si parecía más una sonrisa.

—¡Lo haremos juntos!—grito Eva, mientras Pin reía contento en los brazos de su madre.

—No te dejaremos solo, Yugo.—pronuncio Ruel.—Te lo prometo, por todos mis kamas.—agrego el anutrof, sacándole otra sonrisa al joven selatrop.

—¡Por qué somos la Hermandad!—comenzo diciendo Elely.

—¡Del Tofu!—gritaron todos unidos.

Suave y cálido, era como se sentía.

—Ay, mi querida hermana Sinonome. ¡Verás, verás cuál equivocados están todos! Ellos también te engañaron, ¿cierto?—pronuncio Qilby con una sonrisa enorme, mientras sostenía el huevo entre sus manos.—No te preocupes, ya lo verás. ¡También lo entenderás! ¡Me entenderás!—agrego el selatrop a carcajadas.

Adamai aún seguía en el suelo, tratando de al menos ignorar la fastidiosa presencia de Qilby. Todo un reto a decir verdad, trataba de pensar, ¿como Qilby mato a Baltazar?

En esta dimensión, el dolor, la hambruna, la sed, el sueño e incluso la muerte, no existen, ¿el Selacubo estaba sufriendo cambios?

—Entonces, ¿por qué mi Wakfu no vuelve?—se cuestionó Adamai mientras apretaba sus puños.

Aún seguía débil, ¿gasto más del pensado? Pero aunque fuera así, se hubiese recuperado rapidísimo, ¿el tiempo aún seguía igual? ¿Eso era lo único que Qilby no alteró?

Y lo que dijo en la pelea contra Baltazar, ¿Qilby estaba tratando de fusionarse por completo con el Selacubo? ¿Tener un poder de ese calibre? ¿Para qué razón?

¿Quería volverse un Dios?

La verdad, la palabra de Qilby ya no podía ser del todo cuerda, sin duda estaba loco. Lo peor es que él estaba débil como para enfrentarlo, básicamente era un rehén para atraer a Yugo y los Dofus eran piezas para su plan, más específicamente el Wakfu.

Jugar con la muerte, jugar con la vida, Qilby quería llevar eso al extremo, obviamente era un ser que la monotonía y la vida normal eran cosas irrelevantes para él, Qilby era alguien que simplemente no podía quedarse como estar, vivir bien, tener pensamientos mundanos de cualquier cosa.

Un maldito loco que solamente por qué quiere piensa que tiene el derecho de hacer lo que quiera.

—No me jodas.—solto enfurecido Adamai, pero no podía hacer nada al respecto.

Lo peor es que tuvo en parte culpa de esto.

Él le dio los Dofus en bandeja de oro.

La semilla de un Dios. [Wakfu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora