Todo era armonía en el pueblo Sadida, uno de los pocos pueblos que quedaban. El Reino Sadida había caído, casi la mayoría de su población se encontraba muerta lamentablemente.
Su bosque también estaba muerto.
Todo esto hacia que Armand se mostrará enojado, su orgullo estaba herido, pero no era solamente su orgullo lo que estaba en ese estado.
-Tuve que haber hecho más por ti, hermana.-pronuncio Armand, dejando unas flores en la tumba de su hermana.
Los Sadidas después de morir se entierran en el mismo lugar de su muerte, pero su padre y él hicieron una tumba para honrar la memoria de su hermana.
Armand se permitió llorar, al final de cuentas, ya poco del reino nisiquiera existía, aunque aún era príncipe ya no había nada que le importará. Su padre también se mostraba renuente a salir de su habitación.
-¿Sabes? Padre dejo el Árbol de la Vida, nuestro más grande honor como Sadidas, honor que tú mantuviste hasta el final. Pero, lo entiendo, yo también... Yo también me siento perdido, cuando murió mamá me hice la promesa de protegerte, de cuidarte... Fui el peor hermano de todos, nisiquiera puedo mantener viva la esperanza que tú quieras mantener siempre...-dijo Armand con pesar en su voz, acarició con suavidad los pétalos de las flores, millones de recuerdos vinieron a su mente.
Recordaba la juguetona, enojona y mimada niña que corría por el castillo con tanta libertad, a quién él le exigía que fuera un ejemplo de reina, sin duda tuvo que haberla valorado más...
A su querida y pequeña hermana...
-Lo lamento, Amalia.-murmuro él con dolor.
-¡MOON, ESPERA!-grito el cuidador del pequeño mono, llamado Moon.
Armand miro esto confundido, enserio ese mono revoltoso se encontraba sumamente alegre.
-Bueno, los animales se alegran por todo.-murmuro el príncipe, mientras se levantaba del suelo.
Corriendo se acercó el sadida sudoroso.
-¡S-Señor, por fa-favor ayúdeme!-grito el sadida, aún jadeando.
El mono parecía que tenía prisa en fugarse.
-¿Acaso te robo algo?-cuestiono Armand con una ceja levantada.
-¡N-No es así, señor! ¡Lo q-que pasa es que Moon de repente se echó a correr! ¿Podría se-seguirlo? Estoy muy cansado para ir tras él.-respondio el fatigado hombre.
Armand suspiro y se echó a correr.
-¡Está bien, para la próxima no dejéis que se escape!-grito el príncipe con el ceño fruncido.
El sadida sonrió.
-¡Gracias por su amabilidad, señor!-grito él.
Armand comenzó a seguir al mono, por suerte pudo hallarlo enseguida. ¿Por qué corría así?
Parecía estar alegre...
-¡Oye, detente!-grito el sadida esperando que el mono con el martillo le hiciera caso. Para desgracia de Armand no fue así, el mono siguió corriendo.
Armand pensó en tal vez usar sus zarzas y encarcelar al mono, pero su plan se vio interrumpido cuando Moon se paró.
Armand creyó que por fin ya había terminado su travesura y se había detenido, con un poco de cansancio y de alivio se acercó al mono.
-Que bien, vayamos devuelta a la--Armand se callo de repente cuando visualizo lo que Moon había encontrado.
Entre un hermoso prado lleno de flores podía observar a una joven mujer ahí.
Sus ojos se abrieron con sorpresa, el mono a su lado soltó un grito y salto hacia la fémina. Armand no podía creer lo que veía.
El mono saltaba alegre mientras se trepaba en el hombro de la chica.
Parecía notoriamente alegre, diferente de como estaba el príncipe, quién comenzó a llorar mientras perdía fuerza en sus piernas.
Pinpan, Ruby y Cleofé se encontraban ahora mismo intentando escapar del cuartel general de los ocra. Todo era lianas, muy parecido a la construcción sadida.
-¿A dónde vamos, tesoro?-pregunto Rubilax con un tono quejica al todavía encontrarse ahí.
Le molestaba pensar que habían dado vueltas en círculos todo este tiempo.
-Ire por mi ballesta. En el cuartel te quitan las armas luego de finalizado el entrenamiento y las guardan en la bóveda.-respondió a la pregunta la ocra mientras se escondía tras la pared.
-Bien, ¿por donde hay que ir?-pregunto el yopuka, que sorpresa que el menos sigiloso de todos aún no hacía ninguna locura.
Bueno, después de todo, Rubilax estaba para pararle los pies si se le ocurriría hacer una tontería de las suyas.
-Sígueme, estamos cerca.-dijo la ocra, cuando el guardia que estaba vigilando se dio la vuelta ella comenzó a caminar hasta llegar a otra zona del cuartel.
Pinpan la siguió, manteniéndose lo más cauteloso posible. Pudieron llegar hasta la bóveda donde las armas estaban ordenadas y puestas de una forma muy estricta, también en otra sección del mismo lugar habían armaduras.
-Aqui está.-murmuro Cleofé luego de un tiempo buscando su preciada ballesta, esto hizo que Pinpan sonriera aliviado. ¡Lo habían conseguido!
-¡Que bien!-murmuro él con júbilo.
-Bien, ahora solo hay que-
Lamentablemente su acto de sigilo se vio interrumpido por culpa del yopuka, quién al disponerse a ir choco con un objeto tumbando todo, esto provocó un ruido enorme. Cleofé le lanzó una mirada enojada, al igual que Rubilax con el único ojo que ahora poseía.
-¡Pero serás yopuka!-grito Cleofé, quién sin pensarlo tomo a Pinpan del pelo y comenzó arrastrarlo. Debían ser rápidos y escapar.
-¡Ahí están!-gritaron unos centinelas que habían visto a los fugitivos, Cleofé ahora se estaba riendo por la adrenalina que estaba sintiendo.
-¡Cierren las puertas!-se escucho gritar a uno, pero ya era tarde, Cleofé junto a Pinpan se habían montado en un dragopavo, el cual con rapidez había cruzado ya la puerta.
-¡Maldición!-grito una jefa ocra, mientras veía como Cleofé volvía a escapar como lo hacía en antaño.
-¿La perseguimos?-pregunto un comandante mirando a la ocra. Este parecía sonreír por la travesura de la niña.
-Haz malcriado mucho a esa ocra.-regaño la mujer mirando al hombre con desprecio. Este solamente soltó unas carcajadas.
-¿Seguimos a los fugitivos, señora?-pregunto un centinela.
La jefa soltó un pesado suspiro.
-Déjenla, seguro Evangelyne la regresará de una oreja.-respondio ella.
-¡Yuju! ¡No te preocupes, cuñado! ¡Verás como llegaremos a donde estará Eva más rápido que una flecha!-grito Cleofé con una sonrisa.
Pinpan tenía la esperanza de que así fuera.
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La semilla de un Dios. [Wakfu]
DiversosMuchos piensan que el Dios Sadida no tuvo un hijo, aparte del que nació del Dios Yopuka y Lacrima, su muñeca. Pero la historia que te contaré nadie, absolutamente nadie la conoce. Es una historia vieja, que era un simple rumor que se fue olvidando p...