Conflicto

1.8K 300 61
                                    

Takemichi golpeó la puerta de la pequeña casa con insistencia, mientras ajustaba su bolsa a un costado con sus pertenencias. Una mujer de rubios cabellos abrió por fin y quedó gratamente sorprendida de ver al pelinegro en la entrada de su casa.

—Chifuyu no me avisó que te quedarías con nosotros— dijo ella viendo el morral del adolescente.

—Venía a preguntar si era posible. Mi hermano está pasando por su celo y Shinichiro no quiere que esté en la casa mientras dura eso— dijo agachando la mirada sonrojado, recordando la incómoda conversación con su hermano mayor.

—Eso cambia mucho las cosas— dijo dejándole pasar y pidiéndole que guardara sus pertenencias en la habitación de su hijo, quien se encontraba en entrenamiento con otros chicos de la tribu.

Takemichi le agradeció a la mujer con una gran reverencia y entregándole un poco del dinero que su hermano le había pasado para comprar los alimentos que consumiría durante su estadía. Luego de eso salió corriendo de la casa para ir en busca de su amigo, quien estaría en el centro de la comunidad practicando.

El pelinegro se quedó a una distancia sana, dónde podía observar el entrenamiento de los adolescentes y niños de la tribu. Siempre le sorprendería el manejo del agua como ellos lo hacían. Imitó los movimientos de los niños, como siempre lo hacía, con la esperanza de lograr hacer aunque fuese una pequeña burbuja de agua. Hizo un puchero al ver que no había conseguido resultado alguno. Hizo el intento nuevamente con nuevos movimientos, pero el resultado fue el mismo.

Una patada por la espalda lo hizo caer estrepitosamente sobre sus rodillas, alcanzando a proteger su rostro con sus manos para evitar golpearse. Giró su cabeza lo suficiente para ver qué era el grupo de matones que siempre le hacían la vida a cuadritos.

—No me equivoqué, si era nuestro dañado favorito— dijo el más grande de los tres adolescentes agarrando a Takemichi desde el cabello, jalándolo con fuerza para obligarlo a ponerse de pie—. Nos llegó el rumor de que Mikey está enfermo ¿Sabes que significa eso?

Takemichi no tenía que responder a su pregunta. Si Manjiro no estaba a su alrededor, la gente de la tribu solía ser muy cruel, en especial los más jóvenes, que le dejaban en claro que no pertenecía a ese lugar y también que no poseía un poder con el cual defenderse.

El pelinegro fue golpeado un par de veces hasta que alguien salió en su defensa. Una especie de látigo de agua golpeó al mayor de los matones en el rostro, mientras un chico se acercaba a ellos a toda velocidad amenazando con golpearlos con la gran burbuja de agua.

—Oh, oh... Un testigo— dijo el líder de la pequeña pandilla alejándose a toda prisa para evitar conseguir más problemas.

Takemichi le agradeció al rubio que le había ayudado, quejándose de dolor al intentar ponerse de pie. No entendía cuál era el afán de ese sujeto en golpearlo en el abdomen.

—Los rumores son ciertos entonces— dijo el chico llevando al pelinegro a tomar asiento en un tronco que servía como banca—. Mikey no habría dejado que se te acercaran.

—Yo creo que sí— respondió mientras su amigo le ayudaba a limpiar los rasguños en sus rodillas y brazos productos de su caída anterior—. No sé qué le hice para que esté enojado conmigo.

Chifuyu, un chico rubio de delgada figura y afilada mirada, a veces se preguntaba qué tan inocente podía llegar a ser su mejor amigo. Iba a decirle cuál podría ser el motivo tras la molestia de Manjiro cuando escucharon los pasos apresurados de alguien corriendo hasta ellos. Era Shinichiro. Las noticias volaban en la tribu por lo que no era de extrañar que la información de que Takemichi hubiera sido golpeado por un grupo de matones le llegara al mayor de la familia.

—Era cierto— dijo furioso después de revisar las heridas del pelinegro bajito—. Manjiro está como un huracán en casa después de que escuchó desde su ventana a las chismosas vecinas hablar de ésto.

Takemichi trató de restarle importancia a lo sucedido diciendo que sólo había sido un malentendido, pero después de ver qué Manjiro se aproximaba a lo lejos hizo que se quedara sin palabras.

—¡Te he dicho muchas veces que no bajes la guardia!— gruñó el chico rubio que había sido atrapado por Shinichiro para evitar que se acercara más a Takemichi y Chifuyu.

—Lo atacaron por la espalda— defendió el otro rubio poniéndose delante de su amigo.

—¡¿Y eso qué?! ¡Si dejara de ser inútil no habría sucedido eso!— casi gritó con voz furiosa. Pero se dió cuenta de inmediato de su error.

Takemichi agachó la mirada, apretando los puños con fuerza. Chifuyu se volteó para abrazarlo y calmarlo, pero el pelinegro lo apartó diciéndole que estaba bien. Todos quedaron atónitos que, ante la insistencia de Manjiro en querer arreglar el daño que le había causado con sus palabras a Takemichi, éste lo apartó levantando un muro de piedra entre ambos.

La escena que había captado la atención de muchos curiosos, hizo que se armara un pequeño bullicio de susurros alrededor de ellos. Aquello espantó a Takemichi. El adolescente corrió hasta su hogar para refugiarse de las miradas que lo juzgaban. Chifuyu y los demás no tardaron en llegar tras él. Y a pesar de los reclamos de Manjiro a su hermano mayor, tuvo que ir a encerrarse a su cuarto pues estaba emanando fuertes feromonas que podrían incomodar a Takemichi y a su amigo, o podría desencadenar el celo en uno o ambos.

Shinichiro encontró a su hermanito escondido bajo la cama, envuelto en una manta como crisálida.

—¡Odio este lugar!— decía con voz gangosa entre lágrimas—. ¡Yo no pertenezco aquí!

—No digas tonterías— replicó Chifuyu metiendo la mitad del cuerpo bajo la cama para agarrar las piernas de Takemichi y jalarlo fuera, con la ayuda de Shinichiro.

—¡Hasta Mikey cree que soy inútil!— dijo desconsolado siendo abrazado por su hermano mayor.

El resto de lo que quedaba del día, Shinichiro y Chifuyu le dieron un gran discurso del porqué no debía sentirse en menos frente a los demás, y sobre porqué estaban seguros que Manjiro no sentía realmente aquello que le había dicho. Pero a pesar de sus palabras, en la cabeza de Takemichi se instaló una idea infantil y estúpida. Aprovechando la oscuridad de la noche, escapó por la ventana de la habitación de Chifuyu luego de haber regresado juntos allí para seguridad de ambos sabiendo la condición reciente de Manjiro.

Takemichi debía encontrar un lugar donde fuese aceptado por la gente. Tal vez su verdadera familia. El único antecedente que tenía era que las tribus de las montañas controlaban el elemento tierra, y considerando su reciente descubrimiento durante la discusión con Manjiro, era una posibilidad que él provenía de esos lugares.

Ajustó su morral para terminar dando una gran bocanada de aire. Debía darse muchos ánimos para lo que se vendría en su camino.

—Eres muy ruidoso— dijo Chifuyu tras él con una gran sonrisa—. No sé qué tienes en mente, pero sea lo que sea, cuenta conmigo.

Takemichi le insistió en regresar a su hogar para evitar que saliera lastimado en el viaje, pero Chifuyu ya se había decidido en acompañarle. Al pelinegro no le quedó otro remedio que aceptar la compañía de su mejor amigo. Cuando una idea se le metía en la cabeza al rubio, nada la sacaría de ahí. Y Chifuyu podía ser irritantemente terco.

—Mamá nos dió esto para el viaje— dijo Chifuyu entregándole un paquete de galletitas.

El pelinegro no entendía cómo la mujer apoyaba con tanta facilidad las ideas locas de su hijo.

Resiliencia [Omegaverse] [Tokyo Revengers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora