Herida fresca

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Takemichi se quitó las manos de Manjiro de encima para correr hasta el grupo que llegaba a la tribu. Estaba tan feliz de que regresaran con sus amigos que habían sido secuestrados. Mikey puso su brazo delante suyo para evitar que siguiera avanzando. Y fue justo a tiempo. El más joven nunca había visto a Hakkai tan serio, además que su mirada no era la habitual, ni siquiera el color de sus ojos.

—Están en su estado más puro como alfa... Son un peligro para cualquiera, incluso para tí— dijo Manjiro emanando sus feromonas cómo advertencia para los recién llegados.

Hakkai y Keisuke arrugaron la nariz al percibir las feromonas de Manjiro, pero había funcionado con ellos puesto que relajaron su postura a una menos amenazante, incluso el color de sus ojos regresó a la normalidad. Takemichi abrió su boca sorprendido. Había escuchado hablar alguna vez de que cuando un alfa era visto como un líder dentro de una tribu podía calmar a los otros alfas con sus propias feromonas, siempre y cuando haya demostrado su poder y autoridad frente a los demás. No sabía que Mikey había llegado ya a ese punto.

—¿Dónde están Souya y Rindou?— preguntó Takemichi cuando Mikey sintió que ya era seguro para él acercarse a sus amigos.

—Rindou lo llevó directo a su hogar— susurró Chifuyu con voz apagada.

Takemichi quedó helado al oírlo ¿Qué fue lo que le hicieron a su amigo? Estiró su mano para acariciar la cabeza del rubio, pero se sintió horrorizado al sentir todo su cuerpo cabelludo lastimado. Chifuyu volteó su rostro y cuando hicieron contacto visual, el pelinegro sintió que tenía frente a él lo que conocía como una persona "muerta en vida". Sus ojos ya no tenían ese brillo especial, incluso su piel se veía más pálida de lo habitual, dejando de lado sus múltiples moretones y cicatrices.

—¿Los mataron?— preguntó el chico mirando directamente a Keisuke—. Díganme que sufrieron hasta el final.

—Nos encargamos de eso— respondió el alfa con seguridad.

Takemichi les dijo que podían retirarse a sus hogares para que pudiesen darle los cuidados que los omegas necesitaban en ese momento con tanta urgencia.

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Keisuke dejó a Chifuyu sobre la cama con mucho cuidado después de salir del baño tras darle un buen baño para quitar toda la suciedad de su cabello y cuerpo. Ya estando limpio, se dedicó a revisar cada centímetro de piel viendo todo el daño que le habían causado. El rubio lloraba en silencio cuando el mayor llegó a su trasero y vio que tenía indicios de haber sido desgarrado en aquella zona.

Chifuyu no pudo más con la vergüenza y le pidió detenerse, mientras ocultaba la cabeza bajo las almohadas. Baji terminó de vestirlo con prendas cargadas de sus feromonas como un calmante natural. El rubio le preguntó si podía dormir un par de horas ya que estaba demasiado cansado, y que al estar de regreso en la tribu tenía obligaciones que cumplir, pero lo que más recalcó era que quería estar solo.

—Esas cosas no importan— dijo Baji sujetando su rostro entre las manos—. Si quieres dormir por muchas horas, hazlo. Pero no me apartes de ti.

Chifuyu insistió en que le dejara solo dentro de la habitación, pero Keisuke siguió negándose. La discusión comenzó a escalar algunos peldaños hasta que el omega pateó al mayor lejos de sí cuando intentó abrazarlo, en mitad de una crisis de pánico. Baji se levantó del suelo y a pesar de los gritos del ojiazul, lo envolvió en un abrazo tan fuerte que fue imposible escapar de él.

—¡Odio esto!— gritaba Chifuyu sacudiéndose intensamente para escapar— ¡No quiero que me toques!

Keisuke ignoró sus gritos y golpes, con la esperanza de que el agotamiento lo detuviera, incluso tuvo que hacer un esfuerzo doble cuando Chifuyu mordió su hombro en mitad de su crisis.

Los movimientos comenzaron a cesar al igual que los gritos e insultos. El rubio dejó escapar un pequeño sollozo hasta que por fin se quebró, y eso era lo que Keisuke buscaba, que Chifuyu dejara salir todo el sufrimiento que había tenido que pasar los días que estuvo cautivo por segunda vez. Lentamente se fue recostando en la cama, buscando una posición cómoda para el chico aferrado a él, dónde pudiese desahogar todas sus penas y frustraciones.

—Yo...cargo con la culpa de que si ese día hubiese corrido para alcanzarte...nada de esto hubiese ocurrido— dijo el pelinegro acariciando la espalda del omega con mucha lentitud—. Nunca pensé que algo así pasaría. Te pido perdón por no haber cumplido mi deber como compañero. Te han lastimado y yo no pude evitarlo.

Chifuyu sintió que hasta su respiración se detenía cuando la voz de Keisuke se quebró al final de su discurso. Los vidriosos ojos del omega se dirigieron al rostro del mayor. Éste estaba llorando.

—B-Baji— susurró el chico sintiendo su corazón contraerse más ante la imagen de un tipo que siempre demostró ser alguien muy fuerte y que jamás demostró sus emociones frente a nadie, incluyendo a su propio compañero.

Keisuke debía de estar muy superado por la situación cómo llegar al punto de pedirle perdón y llorar cual niño pequeño. Los papeles se invirtieron. Chifuyu hacía todo lo posible para consolar al mayor entre sus brazos.

—No...le digas a nadie de esto— dijo el pelinegro ya más calmado, con la cabeza reposada sobre el pecho del omega.

—A nadie— prometió antes de guardar silencio.

Chifuyu aprovechó esa instancia para decirle al mayor que ya no insistiría más sobre el tema del bebé. Le confesó estar aterrado de traer al mundo otro omega y que por algún motivo terminara en su misma situación. Keisuke le dijo que esa conversación la tendrían más adelante. La herida estaba muy fresca aún, por lo que debían darle tiempo de sanar antes de tomar una decisión tan drástica.

Resiliencia [Omegaverse] [Tokyo Revengers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora