Un sitio horrible

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Izana golpeó su frente con la palma de su mano luego de escuchar por enésima vez uno de los pésimos planes de Rindou para intentar conquistar a Souya. Internamente se preguntaba cómo demonios había llegado a estar sentado en su sala, con el alfa rubio explicándole que darle de regalo una caja llena de conejos muertos era una buena idea.

—Puede tener alimento por varios días, y la piel la puede ocupar para hacer una manta o qué se yo— dijo orgulloso de su plan.

—Lo vas a hacer llorar— dijo Kakucho quien secaba los platos con una expresión seria—. Como la última vez que le regalaste un par de gallinas muertas.

Rindou se dió por vencido. Oficialmente se le habían acabado las ideas creativas para llamar la atención del omega peliazul. Estaba tan desesperado que recurrió a las dos personas que le darían la respuesta que necesitaba. En un principio pensó en su hermano mayor, pero viendo la extraña relación que llevaba con su compañero tomó la inteligente decisión de no pedirle ayuda.

Izana y Kakucho llevaban juntos desde que eran pequeños, por lo que eran los indicados para darle consejos sobre cómo poder acercarse al esquivo omega y de cómo ganarse su corazón.

—Creo que primero deberías de ganarte su confianza— dijo Izana con aburrimiento, apoyando su mentón en la mano sobre su pierna cruzada— Se nota a kilómetros que el chico te teme.

—Busca una buena oportunidad para charlar con él— complementó Kakucho terminando de secar el último plato—. Y deja de estar celoso de su amigo. El tipo anda de baboso por el chico de cabello lila... Ese tal Mitsuya.

Rindou hizo un pequeño mohín, diciendo que lo intentaría, pero no prometía nada. Kakucho le dijo que no conseguiría nada actuando de esa forma pues sólo haría que el omega se encabronara definitivamente con él.

La conversación pudo haberse extendido más, pero una fuerte explosión la interrumpió. Salieron de la casa tan rápido como pudieron, a pesar de que Kakucho le dijo a Izana que debía permanecer en casa, cosa que obviamente el omega ignoró deliberante.

Fuera había una espesa y negra nube de humo que no dejaba ver nada frente a sus narices. Escucharon unos cuantos gritos en medio de la oscuridad, y en cuanto lograron disipar la oscura neblina, pensaron que se había tratado de un intento de ataque a la tribu.

—¡Se llevaron a Takashi!— gritó una de las pequeñas hermanas del chico, entre sollozos de terror, sujetando la manito de su hermanita.

Hakkai corrió hasta ellas para calmarlas.

—¡También a Souya!— exclamó Nahoya siendo ayudado por Ran a levantarse, pues al tratar de salvar a su gemelo recibió una patada que lo envió directo al suelo.

Rindou no se lo pensó dos veces antes de ir tras la pista de los secuestradores.

La atención de todos se dirigió hacia donde habían escuchado otra explosión, esta vez cerca del río.

Manjiro y los demás encontraron a Keisuke inconsciente en el suelo, con una herida en la cabeza, y los antebrazos con unas horribles quemaduras. Lo más probable es que se hubiese cubierto con ellos de la explosión, para evitar quemar su rostro.

Al despertarlo, Baji se puso de pie con torpeza gritando el nombre de Chifuyu antes de decir que se lo habían llevado delante de sus ojos, y que cuando intentó rescatarlo, se produjo la explosión, y que en medio de ésta recibió el golpe de una roca en la cabeza.

—¡Mataré a esos hijos de puta!— gruñó golpeando un árbol con su puño.

Mikey atrapó a Keisuke cuando al intentar caminar, perdió el equilibrio. El alfa pelinegro todavía seguía afectado por el golpe en su cabeza. En ese estado no podría participar de la búsqueda de los que se habían llevado.

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Souya despertó muy desorientado. Miró a su alrededor para ver dónde se encontraba, pero no reconoció nada de su entorno. Era un sitio con muy poca iluminación y que apestaba a humedad.

—¿Nahoya?— preguntó con voz temerosa.

Al moverse un poco se percató de que tenía unos objetos metálicos sujetando sus tobillos. Le recordó esas cosas extrañas que había visto en casa de su hermano.

Trató de quitarse los grilletes, pero fue en vano. Se aproximó hasta donde había una pequeña ventana con la impresión de que pudiese dar con el exterior, pero ésta sólo le dejaba ver hacia un iluminado pasillo.

—¿Eres tú, Souya?— preguntó Chifuyu desde la celda contigua.

El chico se desesperó al escucharlo. Sacó una de sus manos para ver si podía encontrar alguna cerradura o algo como abrir lo que creía era una puerta.

—Es una roca sólida— dijo Mitsuya desde el otro lado de Souya—. Pero está reforzada con metal. No puedo derribarla. Ya lo intenté varias veces.

Chifuyu les comentó que intentó encontrar algo de agua para ver si hallaba un punto débil en las paredes, pero tampoco tuvo suerte. Souya dijo que su poder era inútil en esas circunstancias por lo que ni siquiera lo intentaría. Sólo se limitaría a tratar de abrir los grilletes en sus tobillos.

Una puerta hizo eco en el iluminado pasillo, haciendo que los tres chicos se apresuraran en posicionarse donde habían despertado. Identificaron a dos hombres hablando entre ellos.

—Vamos a conseguir un buen botín por ellos— dijo uno de ellos, asomándose a mirar dentro de la celda de Chifuyu—. Aunque tal vez por éste nos den menos. De todas maneras aún estamos a tiempo de deshacernos de él.

—Deja que nuestro comprador habitual lo decida— dijo sacando unas llaves de su bolsillo avanzando hacia la celda de Souya— ¿Crees que se molesten demasiado por darle una probadita a la mercancía?

El hombre le dijo que se apresurara diciéndole que lo esperaría fuera para avisarle en caso de que alguien se acercara. Chifuyu insultó al sujeto que ingresó a la celda donde se encontraba el peliazul, amenazando con desollarlo vivo si se atrevía a tocarle un solo cabello.

El rubio golpeó tan fuerte las paredes que terminó con sus manos muy lastimadas. Los gritos de Souya provocaron su llanto de impotencia. No pudo hacer nada para evitar que el mayor fuese ultrajado por aquel asqueroso sujeto.

El hombre salió de la celda abrochando sus pantalones y sonriéndole a Chifuyu de forma burlesca. El omega quería despedazarlo por lo que había hecho.

—No me mires así— dijo el hombre metiendo su mano por la ventanilla atrapando la cara del rubio—. Eso fue sólo una pequeña muestra de lo que vivirán una vez que los vendamos.

Chifuyu seguía llorando en silencio sujetando la mano del tipo para soltar el agarre de su cara ¿Cómo pudieron terminar en un sitio tan terrible?

Escuchó los lamentos de Souya y dejó de batallar. El hombre le dijo que actuando sumisamente podría conseguir muchas cosas en ese sitio. Chifuyu le pidió dejarle atender a su amigo, pero el tipo no accedió.

—Si no quieres terminar como él, te daré tiempo para que te prepares. Tú eres el siguiente, niño bonito— dijo el hombre antes de reír, saliendo por la puerta al final del pasillo donde su compañero le esperaba.

El ojiazul se dejó caer lentamente con las manos deslizándose por la pared, y con el llanto desgarrador de Souya de fondo.

Resiliencia [Omegaverse] [Tokyo Revengers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora