Tortura

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Los tres chicos fueron sacados de sus celdas dónde estuvieron un par de semanas encerrados. Estaban agotados tanto física como mentalmente. Habían sufrido todo tipo de humillaciones y maltrato, que si decidían matarlos, no les importaría.

—Están de suerte. Hay varios interesados en ustedes— dijo uno de los hombres con una sonrisa tirando de la cadena que los ataba para apresurar el paso.

Souya cayó al suelo debido a lo débil que estaba, y en cuanto el sujeto se acercó, se puso en posición fetal para evitar que lo golpeara en la cabeza o el abdomen, pidiendo piedad. El tipo comenzó a reír mientras le decía que no podía golpearlo más ya que podría hacer que no lo compraran por los moretones.

Chifuyu y Mitsuya ayudaron al mayor a ponerse de pie. Los tres fueron arrojados al suelo otra vez cuando el otro hombre los empujó por diversión. Souya estiró su mano hasta él, con la intención de poder darle una descarga eléctrica, pero su captor aplastó sus dedos con el pie.

—Deja de lastimarlos— dijo su acompañante encendiendo un cigarrillo—. Recuerda que bajan su precio con cada cicatriz o golpe que tengan.

—Lo siento, lo siento— murmuró entre risitas.

Antes de que los pusieran en "exposición", los chicos fueron llevados a una sala donde fueron despojados de sus ropas y lavados por otros lamentables omegas. Ellos les dijeron que tenían la suerte de ser puestos en venta y que tendrían la suerte de salir de ese espantoso lugar. Chifuyu se preguntó muchas veces durante el tiempo que estuvieron encerrados ¿Eso era lo que Seishu debía vivir a diario mientras estuvo dentro de ese burdel de omegas? ¿Cómo lo había hecho para resistir tanto tiempo?

Al estar listo, fueron llevados a un cuarto diferente y puestos sobre una tarima de madera, completamente desnudos. Dentro de poco serían vendidos y había una gran posibilidad de que fueran separados para siempre. Chifuyu vio a Souya y luego a Takashi, éste último había demostrado una fortaleza impresionante. Mitsuya había sufrido los mismos abusos y maltratos que ellos, pero en ningún momento se escuchó de su parte algún quejido o sollozos, y eso hacía que las golpizas fuesen más crueles contra él para así lograr doblegarlo y volverlo más sumiso.

—Pongan su mejor cara— amenazó uno de los hombres antes de comenzar a deslizar la cortina que los separaba de sus posibles compradores.

Chifuyu intentó cubrir su desnudez con las manos, pero las cadenas en sus muñecas fueron jaladas con fuerza para evitar que hiciese eso. Pero de pronto las cadenas fueron deshaciéndose quedando transformadas sólo en polvo. Los tres chicos recordaban una sensación de mucho frío antes de que todo se pusiera oscuro y perdieran el conocimiento.

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Mitsuya abrió los ojos después de sentir un suave toque en una de sus mejillas. Levantó su mirada encontrándose con la de Hakkai.

—Hola— susurró el alfa con una pequeña sonrisa—. Despertaste justo a tiempo.

El chico pelilila vio que frente suyo estaban sus captores, puestos de rodillas con las manos atadas a sus espaldas. Se veían realmente miserables de esa forma.

—¿Ellos fueron los que le hicieron esto?— preguntó el alfa limpiando su rostro con sumo cuidado.

Mitsuya asintió con la cabeza, sin emitir sonido alguno. Para el peliazul aquello era suficiente. El omega tuvo la oportunidad de ver por primera vez a un muy cabreado Hakkai. El alfa dejó a Mitsuya sentado en el suelo y caminó hasta uno de sus secuestradores.

—Voy a disfrutar mucho de ésto— dijo situándose tras él.

Hakkai sacó un cuchillo y cortó el cuello del hombre. Mitsuya vio cómo la sangre empezaba a caer a borbotones desde la herida, sin embargo algo raro estaba pasando. El sangrado parecía detenerse.

—No creas que permitiré que te mueras tan fácilmente— dijo el alfa clavando el cuchillo en varias partes de su cuerpo, asegurándose que la pérdida de sangre fuese nula, y el dolor al máximo.

Mitsuya en otras circunstancias habría interferido en la tortura, pero después de su horrible vivencia encontraba que el castigo no era suficiente. Estiró su mano con la intención de quebrar los huesos de su captor, pero la bajó por la sorpresa de ver cómo la sangre del tipo comenzaba a literalmente hervir, lo cual fue el motivo por lo que el hombre falleció.

—Apártate, Hakkai— dijo Keisuke avanzando hasta el cuerpo del sujeto.

En cuestión de segundos, donde antes había un cadáver, ahora sólo quedaban cenizas y huesos.

—Al otro me lo dejan a mí— dijo Rindou materializando en sus manos un gran mazo metálico.

Souya llegó hasta Mitsuya, arrastrándose por el suelo para buscar refugio en sus brazos y así evitar mirar lo siguiente que ocurriría. Al abrazo también se les unió Chifuyu.

El omega peliazul sintió tantas náuseas al escuchar cómo Rindou molía a golpes la cabeza del secuestrador mientras decía que era lo que se merecía por haber hecho sufrir a Souya. El hedor metálico de la sangre y otros tejidos corporales invadían el cuarto.

—Por favor... Volvamos a casa— rogó Souya entre sollozos.

Rindou limpió sus manos en sus ropas antes de acercarse al omega y preguntarle si podía cargarlo en sus brazos. El chico accedió de inmediato.

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El retorno a la tribu fue incómodamente silencioso. Nadie se atrevía a hablar. A mitad de camino se encontraron con parte del grupo que había participado de la búsqueda, quienes guiaban a los omegas rescatados hacia el territorio de la que sería su nueva tribu.

Izana por primera vez estaba muy silencioso, y era porque al mirar los ojos de los omegas rescatados vio reflejados en ellos una vivencia que los dejaría marcados de por vida. Sintió tanta lástima por ellos.

—Ya puedo caminar por mi mismo— dijo Mitsuya en un susurro, siendo el primero en decir algo desde que habían empezado el viaje de regreso.

Hakkai seguía mirando hacia el frente, como si no le hubiese escuchado. Mitsuya pensó que tal vez estaba asqueado por tener que cargar a un ser tan sucio como él, y no decía palabra alguna para evitar vomitar. El mismo sentimiento compartían Souya y Chifuyu. Pero la realidad era que los tres alfas estaban aún en un estado de furia interna. Eran como un volcán a punto de explotar.

El grupo de búsqueda había tardado semanas en dar con el sitio a dónde se habían llevado a los tres omegas después de secuestrarlos desde el territorio de la nueva tribu. Tuvieron que idear un plan para poder ingresar a la gran casa, para ver si realmente se encontraban en ese sitio. En el momento en que los vieron desnudos sobre una tarima, expuestos como si de cualquier trozo de carne se trataran, además de estar muy maltratados, se desató un verdadero caos. Si no hubiesen detenido a Keisuke y ofrecido torturar a los captores de su compañero, habría quemado el sitio incluso con ellos mismos adentro. Gracias a que lograron convencerlo, no solamente la vida de sus compañeros fueron salvadas, sino que también la de aquellos omegas que habían sido esclavizados en ese lugubre lugar.

—Perdón— susurró Chifuyu escondiendo el rostro en el pecho de Keisuke tratando de no pensar en la cara de asco que debía tener en ese momento.

—Ya hablaremos en casa— respondió con tono cortante.

Resiliencia [Omegaverse] [Tokyo Revengers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora