Al abrir sus ojos, la primera imagen que percibió fue a Shinichiro a su lado. Sonrió con debilidad cuando sintió las caricias del alfa en su rostro.
—Han sido días bastantes duros ¿Eh?— comentó el mayor con un tono de voz tan suave, que Takemichi recordó las veces en que había enfermado cuando era pequeño, y que Shinichiro cuidaba de él.
—Debe ser culpa del pescado— respondió con voz rasposa—. Tenía un sabor extraño.
Shinichiro le comentó el cómo había iniciado su propio viaje junto con Emma. Estaban seguros de que habían muerto, y se propusieron no descansar hasta saber qué había pasado con ellos exactamente. Ninguno de los dos estaban preparados para encontrarse con él, y menos de aquella forma.
Takemichi se disculpó por haberles causado tantas preocupaciones. En algún momento se dió cuenta de lo estúpido e inmaduro que había sido al dejar su hogar por una loca idea. Pero tampoco estaba arrepentido del todo, pues había conocido a grandiosas personas en su camino. Le contó a Shinichiro sobre la nueva tribu que sin querer habían formado junto a Mikey. Le llamó la atención la mueca que el mayor hizo al escuchar el nombre del rubio ¿Acaso estaba molesto con él? Bueno, tenía razones más que válidas para estarlo. Manjiro también había abandonado su hogar para ir tras él, y viéndolo de aquella manera, tampoco sonaba tan terrible.
—¿Recuerdas que cuando eras pequeño solía decirte que si Manjiro no te trataba bien podías decírmelo sin miedo?— dijo Shinichiro tomando una de las manos de Takemichi—. Todavía puedes hacerlo.
—¿Viste la marca?— preguntó apenado llevando inconscientemente su mano libre a su nuca.
—Estás enfermo porque has decidido romper el lazo— dijo el pelinegro mayor acariciando el dorso de su mano con el pulgar—. Pero no te preocupes, estaremos aquí para ti hasta que te sientas mejor.
El ojiazul le observó en silencio por unos instantes. Abrió y cerró su boca unas cuantas veces, pero no hallaba las palabras adecuadas para explicarle todo a Shinichiro. Tal vez debía de comenzar con lo principal.
—Yo no he querido romper el lazo— aclaró avergonzado—. Aunque todavía intento adaptarme a la idea de que Manjiro es mi compañero, no lo he rechazado ni tampoco a su marca.
Shinichiro guardó silencio mientras su cerebro lentamente procesaba la información. Takemichi le contó sobre cómo había sucedido todo, y a pesar de que la vergüenza lo mataba por dentro, también le relató el momento en que Mikey lo marcó.
El alfa suspiró poniéndose de pie. Murmuraba cosas que Takemichi por más que se esforzara no lograba entender. Shinichiro lo miró unas cuantas veces, dando un paseo nervioso por la habitación. Y gracias a los reflejos del menor, cayó sentado sobre una silla de roca creada justo en el instante preciso.
Takemichi le preguntó cuál era su problema, pero Shinichiro parecía estar en otro mundo. Y de pronto, regresó a la realidad.
—¿Cuántos años tienes ahora?— preguntó con seriedad.
—Mmh... Casi 17— respondió después de pensarlo por un largo rato— ¿Por qué?
Shinichiro salió de la habitación rápidamente luego de saltar de la silla. Takemichi se preguntó si había respondido algo que le molestó tanto para tener esa reacción. Unos minutos después, el alfa volvió a entrar a la habitación junto con un hombre de baja estatura y cara de pocos amigos. El sujeto se acercó a Takemichi y sin entablar conversación alguna, comenzó a examinarlo por completo, deteniéndose justo en su abdomen.
—Sé cuidadoso con él, Waka— dijo Shinichiro paseándose de un lado de la habitación a otro, en un estado casi permanente de nerviosismo.
El hombre bufó colocando su mano sobre el abdomen bajo de Takemichi y con delicadeza notoriamente falsa, empezó a palpar la zona. El ojiazul no entendía nada.
—Es demasiado pequeño aún, pero ahí está— dijo después de que su búsqueda hubiese arrojado sus frutos—. Unas tres semanas quizás.
Takemichi se asustó cuando escuchó el gruñido de frustración de Shinichiro, y aún más cuando quebró la silla de rocas con su puño. No entendía nada de lo que estaba sucediendo, y eso lo hacía sentir peor. El otro omega le recomendó al alfa calmarse pues estaba alterando al más joven y eso empeoraría los síntomas.
Wakasa, el hombre que acompañaba a Shinichiro, tuvo una pequeña discusión con éste. Decidieron que lo mejor era continuar con la pelea fuera debido a que el color de piel de Takemichi se volvía más y más pálido.
Después de lo que pareció una infinidad de tiempo, los dos adultos entraron a la habitación, esta vez acompañados por Emma, quien estaba claro que había llorado recientemente. Takemichi pensó en lo peor.
—¿Me voy a morir?— preguntó muy asustado sentándose en la cama con terror.
Shinichiro comenzó a reír por su reacción. Takemichi siempre había sido muy exagerado referente a ese tema, incluso si era una broma.
Emma fue quien se encargó de explicárselo. Takemichi abrazó su abdomen con recelo. Tuvo que pedir que le repitieran todo un par de veces puesto que en su cabeza no se concebía la idea de que estaba en la espera de un cachorro.
Takemichi pidió que le dejaran solo para poder procesar la noticia. Sus "hermanos" salieron de prisa, con la intención de no ser una molestia en su momento de reflexión. Sólo quedó Wakasa junto a él.
—He visto a omegas mucho más jóvenes que tú dando a luz, por si es la edad lo que te preocupa— dijo moviendo un palito de madera en su boca.
El pelinegro seguía sin emitir sonido alguno, incluso se mantenía en la misma posición que había adoptado al recibir la noticia de su embarazo.
En la cabeza de Takemichi rondaban Miles de preguntas referentes a su situación actual:
¿Qué pensaría Manjiro del bebé en camino? ¿Estarían bien los dos con alguien más a su completo cuidado? ¿Sería correcto traer al mundo un bebé cuando ni siquiera tenía un lugar establecido del todo para vivir?
—¿Qué tanto piensas?— preguntó Wakasa con aburrimiento.
—No quiero al bebé— murmuró asustado.
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Resiliencia [Omegaverse] [Tokyo Revengers]
FanfictionTribus que controlan diferentes elementos de la naturaleza habitan montañas, bosques y bordes de ríos, manteniéndose alejados de los asuntos de las otras comunidades. A la tierna edad de dos años, los niños demuestran tener o no el don del elemento...