Souya reía fuerte mientras Rindou lo cargaba en su hombro. Se suponía que debían ir en busca de unas cuantas plantas medicinales a la orilla del río que quedaba a un par de horas de distancia de dónde se habían establecido, pero terminaron distrayéndose.
Rindou le dió un golpe en el trasero al peliazul haciendo que riera más fuerte pidiéndole que lo bajara pues ambos podrías caer al suelo.
El alfa bajó de su hombro al chico y lo atrajo a su cuerpo para dejar un beso en su frente y luego en sus labios. El rostro de Souya se tiñó de rojo mientras trataba de que su compañero no lo viera así de avergonzado.
—Espero que el día que tengamos nuestros propios cachorros, sean tan adorables como tú— le dijo el mayor acariciando su mejilla con una pequeña sonrisa coqueta.
—No digas cosas tan vergonzosas— se quejó escondiendo el rostro tras sus manos.
El momento fue interrumpido cuando sintieron la presencia de alguien cerca de ellos. Entonces fue que vieron algo que podría causar mucho revuelo en la nueva tribu.
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Takemichi se levantó aún con los ojos cerrados luego de dormir una pequeña siesta con la intención de echarle un vistazo al bebé que lloraba en la otra habitación. Chifuyu sostenía a su hijo en sus brazos tratando de ver qué era lo que había provocado su llanto.
—Quizás está hambriento— dijo el pelinegro después de dar un gran bostezo—. Me sorprende el apetito de este niño.
Chifuyu se sentó en el borde de la cama y levantó su camiseta para acercar a Natsuki a su pecho. El bebé comenzó a succionarlo casi de inmediato con mucha desesperación.
El rubio le agradeció a Takemichi su ayuda con voz quebrada, pero por más que lo intentó no pudo ocultar su frustración.
Natsuki miraba a su madre mientras seguía alimentándose, a la vez que gruesas lágrimas caían sobre su rostro.
—Deseé tanto un bebé, pero soy tan inútil en esto— decía luchando con su llanto—. Lo amo con todo mi corazón y me duele no poder ser la madre que necesita ¡Ni siquiera puedo saber cuándo tiene hambre!
Takemichi lo consoló diciendo que nadie estaba preparado para ser padres y que todo conocimiento se iba adquiriendo de a poco. Le contó algunas anécdotas con su propio cachorro para que se diera cuenta que nadie era perfecto cuando de ser padres se trataba.
—Quiero recuperar a Takeo— dijo de pronto.
—Te tardaste un mes en decidirte— respondió con una risita burlesca aún limpiando sus lágrimas—. Si Souya accede a cuidar de Natsuki, puedes contar conmigo.
Takemichi le explicó su plan de infiltrarse en la tribu de Manjiro y sacar a su pequeño con sigilo de la casa. Chifuyu le dijo que aquello era un secuestro, pero el pelinegro le corrigió diciendo que se trataba de un rescate. Continuaron planeando los detalles de cómo recuperarían a Takeo cuando percibieron el suelo vibrar. Eso significaba que Souya y Rindou estaban de regreso.
El pelinegro se disculpó con su amigo para apresurarse en ir a recibir a la pareja y ver cómo les había ido con su encargo. Esperó paciente frente a la muralla de roca natural que se dividía en dos a qué Rindou y Souya aparecieran por ese pasillo.
Habían situado la nueva tribu en un terreno protegido por murallas de roca sólida, muy similar al cráter de un volcán, y para poder entrar y salir del sitio debían movilizar con su poder una gran roca que cubría la entrada al sitio.
El primero en aparecer fue Souya cargando una canasta con las plantas medicinales. Takemichi le sonrió alegre. Pero su sonrisa se borró cuando detrás apareció Rindou ayudando a caminar a Kazutora en compañía de un hombre muy delgado de mediana edad.
Takemichi levantó rápidamente una pequeña construcción que sirviera de enfermería para darle un sitio donde descansar a Kazutora. El alfa se veía realmente agotado.
—¿Cómo están Chifuyu y Natsuki?— preguntó mientras Souya y Takemichi revisaban sus heridas.
—Después hablaremos de eso— regañó el pelinegro quitándole la sucia camiseta para revisar la herida en su pecho.
—Hice lo que pude para cerrar el agujero en su pecho— dijo el hombre con voz temblorosa.
Takemichi había olvidado la presencia del acompañante de Kazutora por lo que se sobresaltó. Souya le susurró al oído del gran parecido que habían entre ambos y que en un principio lo habían confundido con él.
El hombre se veía muy frágil y demasiado temeroso, sentado en un rincón del lugar mientras sostenía su brazo derecho con timidez. Takemichi se le acercó y le pidió ver su brazo pues sospechaba que también estuviese lastimado. El hombre levantó la manga de su camiseta y dejó al descubierto muchas cicatrices por toda su piel y una herida no muy antigua que parecía estar un tanto infectada.
—Una lanza me lastimó cuando huí de mi tribu— confesó en voz baja.
—¿Es de la tribu de las montañas?— preguntó comenzando a limpiar su herida mientras Souya se encargaba de Kazutora.
—Escapé cuando me enteré que era posible que uno de mis cachorros hubiera sobrevivido— habló con una pequeña sonrisa—. Necesitaba verlo por mis propios ojos.
Takemichi quedó boquiabierto. Tal vez tenía frente a él a uno de sus padres, por quienes había comenzado su búsqueda. Sus manos empezaron a temblar sin control. El hombre colocó las suyas sobre el rostro del pelinegro y le dijo que estaba tan feliz de saber que al menos uno de sus niños hubiese sobrevivido.
Souya y Kazutora escucharon la historia que el hombre le contaba a Takemichi sobre su vida en aquella tribu. Nijiro, cómo se había identificado el hombre, le dijo que en aquel pueblo era tratado como un omega de crianza, lo que significaba que su único trabajo era dar a luz para generar nuevos guerreros para la tribu. Sin embargo sólo nacían omegas o pequeños sin poder, lo que significaba que eran lanzados al río para que murieran.
—Mi último cachorro fue arrojado a las aguas del río hace un par de años atrás— comentó con tristeza—. Dejaron de intentar conmigo diciendo que ya estaba demasiado viejo y que les daba asco.
Los presentes estaban realmente conmovidos con la historia de Nijiro. Takemichi sujetaba las manos del débil hombre pelinegro llorando a mares.
—Entonces...¿Si fui querido?— preguntó con el rostro lleno de lágrimas.
—Cada uno de mis hijos lo fue— contestó Nijiro—. No sé cómo mi corazón soportó tantas pérdidas.
Takemichi abrazó a Nijiro.
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Resiliencia [Omegaverse] [Tokyo Revengers]
FanfictionTribus que controlan diferentes elementos de la naturaleza habitan montañas, bosques y bordes de ríos, manteniéndose alejados de los asuntos de las otras comunidades. A la tierna edad de dos años, los niños demuestran tener o no el don del elemento...