Familia

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Nahoya deseaba apartar a Ran de su lado, pero su compañía lo mantenía en calma.

—Se ve muy cómodo— murmuró antes de asegurarse que el bebé dormido sobre él no se hubiese despertado.

Todo el mundo había errado en su pronóstico sobre cómo sería Nahoya con su cachorro una vez que naciera. Lo que esperaban era que fuese muy distante y descuidado con el niño, pero resultó ser todo lo contrario. El omega era capaz de no dormir con tal de no quitarle los ojos de encima a su pequeño y asegurarse de que estuviera perfectamente.

Ran tomó al recién nacido con sumo cuidado y lo colocó sobre su pecho, diciéndole a Nahoya que debía de dormir, que su hora de cuidar al bebé había terminado. Smiley quiso reclamar, pero bastó con que el alfa colocara su mano sobre sus ojos para que se quedara dormido debido al cansancio.

El parto de Nahoya había sucedido dos días atrás, y desde ese momento el pelinaranja se había negado a descansar debidamente. Si lo hacía, sólo era por una hora o la mitad de ésta. Wakasa le había dicho a Ran que era normal en algunos omegas el impedirse dormir debido a que les atemorizaba que el bebé no se encontrara seguro, y que para ayudarle debía darle la confianza de que el cachorro no corría peligro mientras descansaba. Y esa era la razón por la que Ran permanecía cerca en todo momento.

El bebé, a quien le habían dado el nombre de Gen, se veía muy pequeño en comparación con el tamaño de su padre. Ran tomó una de sus manitas y sonrió enternecido viendo sus diminutos dedos aferrándose a su índice.

—Llegaste a un buen lugar— dijo moviendo lentamente la manito del bebé—. Si hubieras nacido en mi tribu, lo más probable es que me hubieran obligado a deshacerme de tí... Agradezco habernos ido de ahí.

El recién nacido frunció el ceño levemente que se suavizó cuando el alfa acarició su carita, provocando que le regalara a su padre una adorable sonrisa que duró un par de segundos. Ese fue el momento en que Ran hizo la promesa de protegerlo de todo mal que pudiese existir.

Nahoya se removió a su lado, y Ran pensó que había sido porque se había despertado, pero sólo buscaba más calor, pues se apegó más a su cuerpo, por lo que el alfa rodeó su cuerpo con el brazo, mientras que con su mano libre daba toquecitos en la espalda del bebé para que continuara con su descanso.

La mente de Ran divagó por unos largos minutos sobre cómo su vida había cambiado tanto. Desde muy temprana edad, Rindou y él habían destacado dentro de su tribu de origen en las altas montañas. Un par de hermanos que cumplían las órdenes de sus líderes al pie de la letra cuando se trataba de tomar otros territorios. El hecho de que decidieran abandonar su tribu y comenzar con una vida de nómadas fue cuando se les asignó la tarea de deshacerse de aquellos niños que no eran dignos de pertenecer a su comunidad. No pudieron salvar a los pequeños, y tampoco pudieron escapar del castigo por no obedecer cuando fueron descubiertos tratando de sacar del territorio a los niños para que tuvieran una oportunidad de vivir. Ran recibió el mayor daño con tal de que Rindou no sufriera tanto. Estando malherido decidió que lo mejor era salir de ahí.
Fue cuando vagaban por un bosque en búsqueda de comida cuando se encontraron con Izana y Kakucho, quienes curaron sus heridas. Ran juró seguirlos por haber salvado la vida de su hermano menor, además de que su causa sería una forma de corregir sus errores y evitar que otros niños perdieran la vida injustamente.
Ahora contaba con su propia familia y podía asegurarse que el pequeño que dormía sobre su pecho no tendría que pasar jamás por el temor de ser separado de sus padres y ser lanzado al río porque no cumplía con los estándares de su tribu. Su hijito no pasaría por eso.

El bebé abrió sus ojos lentamente, pestañeando con esfuerzo tratando de habituarse a la luz del lugar, revelando unos brillantes ojos violeta. Ran le habló suavemente y el bebé volvió a sonreírle dejando a la vista esas tiernas encías rosadas.

—Si no fuera por tus ojos, diría que tu mami hizo un duplicado suyo— dijo acariciando su carita.

—Eres muy ruidoso— se quejó Nahoya medio dormido estirando su brazo para cubrir la boca de Ran con la mano.

Gen sonrió otra vez, cerrando sus ojos para continuar durmiendo.

Ran escuchó ruido en la sala. Sabía que se trataba de su hermano o su cuñado con la cena. Desde que el bebé había llegado al mundo, Souya se encargó de preparar la comida para la pareja debido a que Nahoya no se separaba del cachorro y Ran de él para ayudarlo en el proceso.

Cuando escuchó golpecitos en la puerta supo de quién se trataba.

—Naho...tu hermano ya está aquí. Debes alimentarte— dijo poniéndose de pie con mucho cuidado de no despertar al bebé en sus brazos.

—Come tú... Yo quiero dormir otros cinco minutos— se quejó escondiendo la cabeza bajo la almohada.

Ran no iba a insistir porque prefería que descansara bien. Souya abrió la puerta muy despacio y se asomó con cautela. Suspiró aliviado cuando vio al alfa ya de pie con el bebé en sus brazos.

—El pequeño Gen— dijo estirando sus brazos para poder recibir a su sobrino, riendo bajito cuando Nahoya nuevamente se quejó porque no lo dejaban dormir.

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Souya dejó un beso en la frente del cachorro comentándole lo adorable que era. El bebé abrió sus ojos y el omega pudo conocer por fin el color de éstos.

—Algo de Haitani tiene— dijo Rindou apareciendo por la espalda del menor antes de dejar un beso en su mejilla.

Ran le dijo que si volvía a hacer eso frente a sus ojos, no le dejaría entrar más a su casa porque le daba asco verlo así de meloso. Rindou sólo le sacó la lengua en respuesta.

—¿Aún tienes la idea de contarle como lo hicieron?— preguntó Rindou pinchando suavemente la mejilla del bebé.

—Fue hecho con mucho amor, si a eso te refieres— dijo Ran terminando de colocar la mesa.

—Oh... ¿Y dónde quedaron las cadenas?—.

Souya rió cuando Ran amenazó con clavarle los palillos en las costillas si mencionaba algo de eso delante de Gen cuando comprendiera mejor más cosas.

Resiliencia [Omegaverse] [Tokyo Revengers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora