Nuevo hogar

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—¿Embarazo adolescente?— preguntó Manjiro cruzado de brazos.

—Tengo 18 años— aclaró sereno, soportando a duras penas a Hakkai que lo mantenía cautivo en un abrazo mientras se disculpaba una y otra vez con él por su actitud.

Takemichi le preguntó con incredulidad si podía repetir su edad una vez más. Estuvieron de acuerdo que el omega no representaba para nada su edad, pero más impacto causó que los gemelos revelaran ser los mayores del grupo.

Una vez terminada la sorpresa del tema de las edades, volvieron al asunto principal. Seishu esperaba un bebé, y él se veía demasiado tranquilo. Manjiro comentó lo peligroso que podría ser un viaje tan largo para un omega encinta, pero el rubio insistió en que podía continuar con ellos pues estaría mucho mejor en el burdel, que cualquier lugar o situación sería mejor.

—¿Qué hay de tu compañero?— preguntó Takemichi.

—No es mi compañero— Seishu les mostró su nuca dónde era notoria la ausencia de alguna marca que indicara que estuviese enlazado al padre de su cachorro—. El embarazo sólo fue un accidente.

La forma en cómo el rubio había pronunciado la última oración les hizo entender que era un tema que causaba incomodidad y tristeza en él. Tal vez no debían insistir sobre lo de su "compañero", pero si debían continuar con lo de su embarazo.

Chifuyu tuvo que plantear el problema de que tal vez el viaje se extendería más, incluso si era de regreso, porque tendrían que conseguir alimentos a diario para que el bebé creciera de manera adecuada. Seishu les dijo que aquello no sería problema pues él podría conseguir su propia comida sin molestarlos, con tal de que no le hicieran regresar con su tribu.

—No permitiré que eso suceda— le prometió Takemichi dándole unas palmaditas en el hombro.

Ya había tomado una decisión.

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Manjiro alcanzó a sujetar a un muy agotado Takemichi. El ojiazul se habría sobreexigido demasiado al levantar unos cuantos muros de piedra sólida que servirían como base para una especie de campamento dónde se quedarían hasta que Seishu diera a luz. Para ello tuvieron que realizar un viaje de regreso, rodeando la tribu de donde habían escapado del burdel para evitar conflictos, llegando hasta el territorio de los gemelos. Acordaron construir dos "casas" diferentes, una destinada a los omegas y la otra a los alfas, con el objetivo de evitar accidentes. Y en cuanto al refugio de los gemelos, fue destinado para quien tuviera que pasar su celo en seguridad.

—¿Cómo fue que aprendiste a hacer todo esto?— preguntó el rubio llevándole hasta un tronco para sentarse y tomar su merecido descanso mientras los demás se ponían manos a la obra para pulir detalles y hacer de las casas un sitio más acogedor.

—Práctica— respondió cerrando sus ojos, apoyando la cabeza en el hombro de Manjiro.

El alfa le dijo que tomara una pequeña siesta para que recuperara las energías perdidas. Takemichi accedió recostando la cabeza en sus piernas después de acomodarse para eso.

Keisuke vio el avance que había tenido Mikey mientras cargaba unos cuantos troncos en su hombro, y le sonrió levantando su pulgar en cuanto hizo contacto visual con él. Mikey le indicó que continuara con su trabajo. Su amigo siguió burlándose hasta que una burbuja de agua se estrelló contra su rostro. Chifuyu lo regañó por demorarse mucho con la madera.

Manjiro rió para sus adentros, acariciando la cabellera oscura del omega dormido en sus piernas. Un suave aroma llegó a su nariz, pudo reconocerlo como la dulce fragancia de las fresas. Su mirada se dirigió hasta Takemichi ¿Él era el dueño de aquel aroma? Se inclinó lo suficiente como para oler cerca de él, y pudo comprobar que estaba en lo correcto.

A medida que el olor a fresa se intensificaba, más inquieto se ponía Mikey. Su boca había comenzado a salivar en exceso y sentía que su cordura se esfumaba poco a poco. Tampoco ayudaba mucho el hecho de que Takemichi hacia ruidos extraños, aún profundamente dormido, y desprendía un fuerte calor corporal. Fue Souya quien se percató de la situación. Hakkai y Keisuke tuvieron que sujetar a Manjiro para que los gemelos pudiesen apartar a Takemichi del alfa y llevarlo rápidamente al refugio. Habían perdido la noción del tiempo, y ya habían pasado tres meses desde el último celo del chico.

Mikey estaba desesperado viendo cómo apartaban de su lado al omega. No fue tarea difícil deshacerse del agarre de Hakkai y Keisuke. Corrió hasta el refugio siendo guiado por sus instintos más bajos, pero cuando Seishu se interpuso en su camino y sintió sus feromonas, las revoluciones del alfa comenzaron a descender hasta recuperar el raciocinio.

—Aléjate de este lugar— dijo con una expresión seria—. Si no lo haces, soy capaz de enterrarte hasta el cuello por el tiempo que dure su celo.

Ante aquella amenaza y ya estando en sus cabales, Mikey no sé arriesgaría. Se apartó del lugar en completo silencio, pero emanando un aura amenazante, que los otros dos alfas identificaron como un advertencia para que no se acercaran al refugio ni a él. Keisuke le comentó a Hakkai que se mantuviera muy alejado del rubio, ya que al parecer el celo de Takemichi había iniciado el suyo, y eso significaba que se pondría muy violento. El alfa más alto tragó saliva ruidosamente.

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Seishu había montado guardias estoicamente los días que duró el celo de Takemichi. Solamente dejaba su lugar para ir a dormir una pequeña siesta después de que los gemelos hicieran un relevo con él.

—Según mis cálculos, su celo termina hoy— dijo sin expresión alguna levantándose de su improvisada silla para estirar los músculos con cuidado.

—Eso espero— respondió Manjiro a su lado, enterrado hasta el cuello.

El alfa llevaba dos días ahí después de que intentó pasarse de listo en un momento en que Seishu se había quedado dormido debido a la somnolencia que su embarazo le producía, pero no contaba con que Chifuyu le viera justo en el instante en que habría la puerta.

—¿Por qué lo cuidas tanto? Lo del celo es parte normal de la vida— dijo con aburrimiento.

—Takemichi aún es muy joven para terminar esperando un bebé— dijo volviendo a sentarse en su silla—. Y aún tiene que cumplir con su sueño de conocer a su verdadera familia.

Manjiro suspiró frustrado. Esperaba que Takemichi olvidara esa ridícula idea, pero por lo visto aún la conservaba.

Chifuyu llegó temprano ese día, con una cantimplora de agua y un pescado asado para dárselos a Takemichi. Intentó ignorar la presencia del alfa para no reírse de su situación, pero no pudo evitar esbozar una sonrisa graciosa. Manjiro le reclamó de inmediato aquello. El omega entró al refugio creyendo que había cerrado bien la puerta. Las pupilas del alfa se dilataron cuando las feromonas de Takemichi inundaron sus cosas nasales. Y su cordura nuevamente se perdió cuando escuchó ser nombrado con voz necesitada desde el interior del refugio. A Seishu le costó mucho trabajo mantener bajo tierra al alfa rubio.

Resiliencia [Omegaverse] [Tokyo Revengers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora