Atreverse

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Takemichi verificó que Takeo siguiera durmiendo a pesar del estruendoso ruido que había provocado Chifuyu al fallar en un movimiento y que la gran columna de hielo cayera frente a sus ojos.

—Estás muy desconcentrado— dijo el pelinegro viéndole patear los pedazos de hielo con frustración.

—¡Lo sé!— gruñó.

Chifuyu le había pedido a su amigo que le acompañara durante su entrenamiento diario para que lo ayudara en caso de que perdiera el control. El rubio se sentó con dramatismo en el suelo para concentrarse e intentar nuevamente crear la columna de hielo con la que practicaría sus golpes. Takemichi pudo ver algo en su cuello que llamó su atención. Dejó al bebé dormido en su canasta y caminó hasta Chifuyu con la esperanza de haber visto mal. Sin embargo cuando movió su camiseta vio las marcas de besos y mordidas, pero había algo que destacaba mucho más: moretones.

—Fue...fue algo de una noche. No volverá a ocurrir— dijo ante la mirada acusatoria del pelinegro.

Takemichi apuntó al cielo y en cuanto Chifuyu levantó la vista, recibió una bofetada tan fuerte que sintió su mejilla arder por varios minutos después de eso. El mayor estaba molesto, y tenía buenas razones. El rubio no había cumplido su promesa de mantenerse alejado de Keisuke, y éste lo había golpeado al parecer. Para comprobarlo presionó con su dedo dónde recordaba había un moretón y cuando Chifuyu se quejó comprobó que sí lo habían golpeado.

—Anoche...intentamos arreglar las cosas, pero empezamos a discutir, y terminó perdiendo el control— dijo avergonzado, acariciando su adolorida mejilla.

Takemichi sentía tanta rabia. Le habría dado otro bofetón a Chifuyu por haber sido tan ingenuo, pero considerando lo que tuvo que haber pasado, prefirió guardarse el golpe para cuando viera a Baji.

—Evite que me marcara de nuevo— dijo Chifuyu mostrándole la marca de mordida en su muñeca que ocultaba con vendajes.

—¿Querías acostarte con él?— preguntó tajante.

Chifuyu divagó, tratando de justificar el actuar de Keisuke, diciendo que su celo había llegado en ese momento y otros pretextos baratos, pero no estaba respondiendo a la pregunta de Takemichi. Éste insistió hasta que finalmente el rubio admitió que no había querido acostarse con Baji, pero que lo había hecho porque no podía dejarlo sufrir con su celo.

—¿En qué momento te golpeó?— preguntó cruzándose de brazos.

—Eso da igual— respondió poniéndose de pie, para volver a su entrenamiento.

Takemichi miró la gran columna de hielo que Chifuyu había logrado crear con el agua del río. El llanto del bebé llamó su atención por lo que no notó cuando la punta de la columna se desmoronó y cayó sobre la cabeza del rubio lo que le hizo perder el conocimiento. Sólo lo escuchó caer al agua y ser arrastrado por las fuertes corrientes. Alguien pasó por su lado corriendo y se lanzó al río para intentar salvar al ojiazul.

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Chifuyu despertó con un gran dolor de cabeza y en un sitio que no se le hacía para nada conocido. Otro factor que lo espantó, era que estaba completamente desnudo. Comenzó a hiperventilar, pero intentó tranquilizarse con respiraciones profundas mientras exploraba el extraño cuarto donde estaba. Abrió la puerta y se dió cuenta que era una construcción previsional, así como las que Takemichi creaba para pasar la noche durante sus viajes.

Fuera del cuarto había una pequeña fogata y vio su ropa sobre un tronco cercano al fuego.

—Tu ropa ya tiene que estar seca— dijo Kazutora regresando con unas cuantas leñas para avivar el fuego de la hoguera.

Chifuyu le agradeció, tragandose la vergüenza, yendo a buscar su ropa para vestirse rápidamente. Le preguntó mientras tanto qué había sucedido. Kazutora le contó de su incidente con el trozo de hielo y de cómo habían sido arrastrados varios kilómetros río abajo.

—Contigo estando inconsciente fue más difícil poder salir del agua— dijo acomodando la madera con mucha paciencia—. Pero me alegra que hayas despertado.

El chico le agradeció por haberle salvado la vida por un accidente que sonaba tan ridículo a medida que más lo pensaba ¿Por qué siempre le pasaban las peores cosas a él?

Por la expresión que tenía Chifuyu, Kazutora supuso que no estaba teniendo un buen momento con sus pensamientos por lo que le invitó a sentarse con él a disfrutar un poco del calor de la fogata. Para distraerlo, busco temas de conversación que no provocaran emociones negativas en el chico. Pero a pesar de todos sus esfuerzos, acabó con un chico desmoronándose poco a poco. Chifuyu ya no podía seguir cargando con todos sus problemas solo.

—Estoy cansado— dijo en voz baja.

Kazutora lo sabía. Era evidente que el chico no había una buena vida. Le bastó ver las cicatrices en su cuerpo y las marcas más recientes para darse cuenta que sufría mucho más de lo que aparentaba. Cuando lo desnudó para evitar que su ropa mojada lo fuese a resfriar, no sólo se encontró con rastros de un encuentro sexual reciente, sino que también con moretones de golpes y una fea quemadura en forma de mano en mitad de su espalda, a parte de las cicatrices de quemaduras anteriores en sus caderas.

—Si te pido que acabes conmigo ¿Podrías hacerlo?— preguntó Chifuyu de pronto, con la mirada perdida en el fuego delante de él.

—Claro que sí— respondió encogiéndose de brazos—. Pero no quiero, así que no lo haré.

Chifuyu hizo un gran puchero antes de largarse a llorar en silencio. Kazutora se puso de pie para acercarse al omega y sentarse a su lado para así poder contenerlo en un abrazo, esa era su forma de evitar que el rubio se cayera a pedazos.

—Keisuke ha sido muy rudo contigo ¿Eh?— dijo acariciando su espalda, teniendo cuidado de no tocar la zona donde estaba la reciente quemadura—. No ha cambiado nada en todo este tiempo.

—¿Lo conoces?— preguntó mirándole curioso, con ojos llorosos y nariz húmeda.

Kazutora le dió más información sobre el pasado de Baji. Ambos pertenecían a una tribu que se ubicaba en la profundidad de un oscuro bosque, dónde pocos se atrevían a entrar por lo peligroso que era el lugar. Por lo que le relató el chico de mechones claros, Keisuke y él habían sido expulsados de la tribu debido a que habían causado algunos conflictos producto del mal carácter de Keisuke. Luego de haber sido exiliados, cada uno tomó un camino distinto luego de una fuerte discusión, reencontrándose después de un par de años.

—Pensé que controlaría eso de su poder con el tiempo, pero por lo que ví, no ha cambiado nada— dijo removiendo su camiseta para que Chifuyu pudiese ver de cerca el tatuaje que llevaba en el cuello.

El omega tragó saliva al notar que el tatuaje cumplía la función de cubrir la cicatriz de una gran quemadura. Kazutora le contó que ese había sido el verdadero motivo por el cual se apartó del pelilargo, ya que ni siquiera había sido capaz de pedirle disculpas por el daño que le había hecho.

Chifuyu pasó sus dedos por el relieve del tatuaje. Comparado con aquella cicatriz, sus quemaduras eran leves con la de él. No podía imaginar cuanto habría sufrido con eso.

—Deberías descansar— dijo tomando su mano con la suya, depositando un corto beso en ella—. Partiremos mañana temprano de regreso a la tribu.

El rubio quedó observando su mano en silencio. Se percató que la poca distancia que existía entre el alfa y él, por lo que fue inevitable sentirse muy nervioso. Sin embargo no se apartó. Kazutora le advirtió que si se retiraba en ese momento terminaría besándolo, en tono de broma.

—Hazlo— susurró.

Kazutora rió sujetando su cabeza con ambas manos para dejar un beso en su frente. Desordenó su cabello diciendo que ya era muy tarde para ese tipo de bromas, pero Chifuyu le dejó en claro que no tenía un muy sentido del humor. El omega se aferró a sus hombros y se estiró lo suficiente para que sus labios conectaran.

—Se sintió diferente— dijo separándose para recobrar el aliento.

—¿Eso es bueno o malo?— preguntó.

Su interrogante fue resuelta cuando Chifuyu se aventuró por otro beso.

Resiliencia [Omegaverse] [Tokyo Revengers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora