Capítulo 17

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Jane...

Pasé directo a la habitación cuando ingresé al apartamento. Por suerte Eduard estaba dentro y me dejó pasar si no, me hubiese tocado esperar a zequi y ellos se iban tardar porque iban a buscar harina, cervezas y seguramente a su novia también.

Juro que si ella viene, no haré nada. En la forma como me trató en la cafetería es capaz de volverme a ignorar o tratarme indiferente.

Me coloque algo cómodo. He podido remodelar mi ropa. He visto la ropa que Stef usa para estar en casa y he estado imitándola. Poco a poco he sacado mi ropa vieja, menos la chaqueta de mi tía, esa es irremplazable.

Sali del dormitorio con un pantalón de algodón y el suéter de zequi. Mis zapatos eran de triguitos que me obsequio mi abuela cuando cumplí los diecinueve.

Adrián, stef y Miguel estaban sentados en el sofá cuando me reuní en la sala. Los amigos de zequi habían prendido la tele y cuando me sintieron, me invitaron a sentarme.

Justo cuando me acomodó al lado de adrián, llegan los demás. Spencer entran a empujones junto a Samuel, dejaron las bolsas en la entrada y casi me caen encima al tratar de agarra los controles de la consola.

—Jugaremos Mario car.

—Juguemos los cuatro mientras esperamos la comida —sugirió Samuel —.Bueno solo hay cuatro controles.

—A mi no me gustan los videos juegos — stef levanto la mano — . Si no les molesta voy a leer en esta esquinita.

— Juega tu primero Jane — adrián me asignó su control y alguien aclaro la garganta.

—Juliet.

—Juega por mi —sonreí.

—Te prometo que ganaré, por ti.

—Mucha suerte — palmee su hombro.

Sentía la mirada de zequi clavándome el cuello. Juro que no quería ir porque no quería encontrarme con su perfecta novia y que ellos estén besuqueándose mientras yo tengo que mirar a otra parte para no incomodarme y menos ser nuevamente ignorada por él.

Para mi suerte ella no estaba y pude ingresar a la cocina mas relajada. Sin embargo. El enojo que yo sentía todavía no se iba y estar a su lado empeoraba todo. Porque él actuaba como siempre, como si no hubiese pasado nada.

—¿De qué sabor haremos?

—Jamón y queso — dije seca.

—Pensé rellenar con carne frita y una salsa de aguacate. ¿Qué opinas?

Subí y bajé hombros.

—Lindo pantalón —aduló de repente —, y tus zapatos de tigres están bonitos. ¿Los compraste aquí?

—Me los regaló mi abuela.

Exclamó por lo bajo.

—Lo-lo siento, no queríamos hacerte llorar en nuestra presentación.

—Olvídalo, no es culpa de ustedes — me giré —.¿Me pasas la sal por favor?

Levantó la mirada hacia los gabinetes que estaban detrás de su anatomía y sonrió malicioso.

—Alcánzala.

Crucé los brazos.

—Sabes que no le llego.

—Claro que si.

—Es muy alto para mi — volvió a mirar los gabinetes.

—El problema no es la altura —me miró —. Son tus piernas, que son tan cortitas.

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