Me levanté sobre las diez de la mañana, un tanto desconcertada y con un soportable pero molesto pálpito en la cabeza.
Recordé que anoche me dormí muy tarde, de madrugada, pero cómo dormirme si lo único que mi cuerpo hacía era llorar, sufrir, deshaogarse y expresarse en el silencio.
Hice el esfuerzo de levantarme de la cama y me sentí idiota por el hecho de haberme levantado muy rápido, sabiendo las consecuencias. Coloqué en mis pies descalzos unos calcetines tobilleros y me froté los ojos. Tenía cruzado un mechón pelirojo, tapándome la visión, así que de un manotazo lo aparté, acomodándolo correctamente.
Vino a mi mente el recuerdo de Isaac abrazándome y consolándome, diciéndome que todo estaría bien... la verdad ese abrazo me ayudó bastante, porque lo negara o no, necesitaba urgentemente un abrazo. Y no ese abrazo de «Ya está...», sino... un abrazo de verdad, sin compasiones, porque de eso ya tenía suficiente para mí misma, un abrazo que me confirmase que me cuidaban y que estarían ahí para mí.
Me acerqué a la esquina del cuarto, dónde estaba mi maleta, aún con la brida azul atada, la tomé del asa, la puse sobre la cama, la abrí y saqué unos pantalones anchos y negros con el despunte blanco, una camiseta gris de Metallica y mis zapatillas blancas.
Me vestí en tiempo récord y hasta me peiné sin espejo, abrí la puerta de mi cuarto y toda la claridad de la casa me golpeó bruscamente. No había nadie en el piso, o eso creía, pero lo puse en cuarentena al ver la puerta del cuarto de Isaac cerrada. Entré al baño, cogí mi cepillo de dientes y mi pasta dental que dejé la noche anterior ahí y me lavé los dientes apresurada.
Salí del baño, pasándome el antebrazo por los labios, limpiándome de restos de agua y pasta dental y bajé las escaleras rápidamente cómo una niña pequeña. El olor a comida recién hecha y casera me llegó de una forma angelical, y efectivamente, Aina preparaba algo que no sabía que era pero tenía una pinta impresionante.
─ ¡Farah! Buenos días ─ su deslumbrante sonrisa contrastaba con la luz del día ─, ¿tienes hambre? Estoy preparando el desayuno.
─ ¿Qué es? ─ enarqué una ceja.
─ Estoy preparando un desayuno típico de Holanda, se llama Hagelslag y es básicamente pan de molde con virutas de chocolate. Es una delicia ─ subió el fuego de la sartén ─, solo se necesitan pan de molde, mantequilla y virutas de chocolate de repostería.
─ Y, ¿cómo se prepara? ─ me acerqué a Aina, echándole un vistazo al desayuno y... tenía una pinta increíble.
─ Tan solo debemos tomar el pan de molde y untarle mantequilla o margarina. Evidentemente con mantequilla tendrá muchísimo más sabor, pero eso ya es cuestión de gustos y dietas ─ me miró sonriente ─. Una vez tengamos la mantequilla, puedes tostarlo en la sartén o no. Normalmente no se tuesta, pero a Adrien le gusta así, así que le hago una a él aparte. Ahora tenemos que espolvorear una gran cantidad de fideos de chocolate, y ya estaría.
─ Necesito probarlo, ¿te ayudo en algo?
─ No, ya los he terminado ─ sonrió cálidamente ─, en la nevera hay una gran pila, puedes coger uno.
La hice caso; abrí la nevera y lo primero que ví fue una pila de estos, que tenían una pinta impresionante. Tomé uno y le dí un bocado entusiasmada. En cuánto degusté el sabor del Hagelslag, volé al cielo. Estaba increíblemente bueno y la combinación del sabor del pan, con la mantequilla y los fideos de chocolate sabían muy bien.
─ Está increíble ─ dije para mí misma.
─ ¿La puerta del cuarto de Isaac estaba cerrada? ─ Aina se volvió a mí mientras recogía los cachivaches que ya no iba a usar.
─ Sí ─ contesté, con algo de nervios al oír su nombre.
─ ¿Puedes ir a decirle que baje ya? Está despierto ─ Pidió ─. Yo estoy muy ocupada.
─ Voy ─ asentí y salí de la cocina con temor y vergüenza.
Subí las escaleras, todo estaba en silencio, se oía a detalle cada pisada que daba a cada peldaño y cada vez me aproximaba más al cuarto de Isaac.
Estaba frente a su puerta, parada, sin hacer nada. No sabía si llamar, si abrir la puerta directamente, si llamarle tras la puerta, si enviarle un mensaje...
Sin pensarlo, llamé a la puerta con tres golpes rápidos y no fueron más de cinco segundos cuando escuché un «¡Pasa!» a través de la puerta de su cuarto. Abrí la puerta de su cuarto y me lo encontré tumbado en su cama ya hecha, con la misma ropa que llevaba la madrugada anterior y con el teléfono móvil en uso.
─ Pasa y cierra la puerta. ─ Wow, ¿mal despertar, amigo? ─. ¿Qué quieres?
─ Tu madre me ha dicho que te diga que bajes ─ desvié la mirada a causa de nervios ─, lo siento por...
Me callé porque recordé que según sus muecas cada que pedía perdón por cualquier cosa, no le hacía mucha gracia que lo hiciera.
─ Dile que ahora bajo ─ suspiró y miró la hora en su teléfono.
─ Pero, me ha dicho que bajes ya...
─ ¿Estás mejor desde lo que pasó anoche? ─ Me ignoró, básicamente ─. Quiero decir, desde tu supuesto bajón.
─ Ah, sí. Gracias ─ me moría de vergüenza ─, bueno, ¿bajas o no? No quiero molestarte, no tienes muy buen ánimo.
─ Ahora bajo ─ bufó ─, no tengo buen despertar, no te lo tomes a lo personal.
Lo que supuse.
─ No, lo siento, no quería ofenderte...
─ ¿Quieres dejar de pedir perdón por todo? ─ no tengo superpoderes pero sé con certeza que estuvo a nada de decirme que empezaba a ser molesta ─. No me has ofendido por esa tontería.
─ No lo hago apropósito, pero trataré de no hacerlo... ─ traté de no sonar incómoda, pero la tarea era complicada ─... así que, ¿no vas a bajar?
─ Luego bajaré, ya te lo he dicho.
No dije nada, simplemente asentí y me largué de allí, deseando que se abriera un portal bajo mis pies y La Tierra me tragase.
Volví a bajar las escaleras, peldaño a peldaño y escuchando el silencio que había acumulado, mientras más bajaba, más ruido de la cocina se oía y más luz se veía.
─ Aina ─ la llamé, cuando estuve en la puerta de la cocina ─, me ha dicho que luego bajará.
─ ¿Qué estaba haciendo? ─ Preguntó con un suspiro ─. No me lo digas, estaba con el móvil, ¿verdad?
─ Lo tenía en la mano pero no ─ me encogí de hombros ─, ¿necesitas algo más?
─ Da igual, no hace falta ─ sonrió abiertamente ─, ahora subo yo a llamarle.
─ No es necesario, puedo subir yo ─ en mi defensa, no fui yo quién lo dijo, fue un impulso que me salió de no se qué emoción ─, estás muy liada.
─ Eres un amor... ─ me entraron ganas de llorar ─... muchas gracias, cielo.
─ Voy a llamarle ─ le devolví la sonrisa y me marché, otra vez con el corazón en la boca y acelerado.
NOTA DE LA AUTORA:
¡Gracias por las 560 visitas!
Y también gracias de nuevo a HannaBooks15 , que comenta, vota, lee, ama y apoya la historia, muchas gracias por ayudarme a salir adelante con tus comentarios (que me encanta leerlos y responderlos). <3
También a MyriamSwett, que me ayuda siempre y es una de mis mejores amigas, te quiero mucho, eres una guerrera y vas a poder salir adelante, mi vida. Te quiero mucho <3
¡¡Adiós!!
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El deseo de amar para siempre [TERMINADA ✔️]
Romance¡ESTE LIBRO ESTÁ EN PROCESO DE CORRECCIÓN! Farah; una chica, en el primer año de Universidad, se va de intercambio a Ámsterdam. Su ilusión y orgullo por cumplir sus sueños y nostalgia por su obsesión quinceañera con ese lugar la llenan plenamente de...