CAPÍTULO 28 → FARAH

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Me encontraba mejor, mucho mejor.

─ ¿Estás mejor? ─ Fenna me acarició el pelo.

─ Sí ─ tragué la última cucharada de sopa, no la había engullido, la había ingerido lentamente, degustando cada partícula, y también porque yo comía muy lento.

─ Ahora que estás mejor y más despejada... ─ colocó un mechón de pelo tras mi oreja ─... ¿estás bien?

Seguía sonando irreal.

─ No ─ admití, un nuevo nudo comenzaba a formarse en mi garganta.

─ ¿Por qué no lo estás? ─ Su voz era bajísima, pero la habitación estaba sometida a un silencio que parecía casi ficticio.

¿Por qué no lo estaba?

─ Traumas, ansiedad, autolesiones, problemas alimenticios, trastornos, abusos... ya sabes por parte de mi anterior pareja... ─ resumí ─... mala infancia...

─ ¿Mala infancia? ¿Traumas? ¿Ansiedad? ¿Problemas alimenticios? ¿Autolesiones? ─ Enumeró, cómo diciendo «¿Por qué lo has desarrollado?».

─ Mi padre era alcohólico, drogadicto y nos agredía tanto físicamente cómo verbalmente a mi hermano y a mí ─ dolía mucho, más de lo que me hubiera podido imaginar ─, él murió de una sobredosis.

─ Joder...

─ Traumas... la mayoría relacionados con mi infancia y un fuerte accidente de coche.

─ Lo siento muchísimo...

─ La ansiedad y los trastornos mentales los fui desarrollando con el tiempo, los problemas alimenticios... por los comentarios de la gente... y las autolesiones... eran y son mi escape para sentirme mejor.

─ Joder, lo siento muchísimo ─ parecía conmovida, yo ya había empezado a llorar.

Me abrazó, hacía tanto tiempo que no me sentía así que fue cómo vivirlo por primera vez.

─ No es tu culpa ─ sorbí y pasé el dorso de mi mano por mi mejilla húmeda.

Llevaba sin sentir esa sensación de libertad por haberlo soltado todo, pero también ansiedad por mentalizar todo lo que tenía encima... era tan raro que me resultaba imposible explicarlo con palabras. Tan solo lo sentía cuando iba a ver a la psicóloga y cuando hablaba con Ryan, y eso fue hace mucho tiempo, era tan... tan... tan extraño revivirlo todo...

─ Ni tampoco tuya ─ intervino Silvia.

La miré.

¿De verdad no tenía la culpa?

─ Sé y espero que lo dices de verdad, pero he crecido toda mi vida pensando que lo era, te costará mucho cambiar ese pensamiento.

─ Haremos todo lo posible por cambiarlo ─ terció Uxue.

Me llegó un mensaje al móvil.

Le di la vuelta al teléfono.

Un mensaje.

Uno no, varios, unos siete.

Siete mensajes de Isaac.

Jo-der.

Un frío me recorrió la espalda; si ya de por sí, no mandaba mensajes nunca, que me mandara cinco era algo alarmante.

─ Tengo que ir al baño un momento ─ dije, antes de desbloquear el teléfono, no era para ocultar nada, era para mantener mi reputación viva y si ponía alguna mueca de «¿¡Qué carajos!?», ahorrarme las preguntas.

El deseo de amar para siempre [TERMINADA ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora