NOTA DE LA AUTORA 2.0:
para quien no lo sepa, he terminado esta historia y ahora la estoy corrigiendo.
ODIO corregir mis libros, sobre todo los primeros capítulos, porque los escribió tu «yo» de hace dos años y te da un poco de VERGÜENZA AJENA. ¿Soy la única a la que le pasa, AJAJAAJAJIAJJSAJSASAJJKSJAKSJKSJKAJ?
Sara.
Mi habitación desordenada, mi estrés deambulando por mi mente y mis codos apoyados en el escritorio doloridos con un libro de Filología entre ellos. Estudiaba mi primer curso de universidad, y esperaba ser una famosa escritora, estudiando Filología. Siempre me había gustado escribir historias, novelas o relatos y esperaba ser más exitosa desde muy pequeña.
Mi mente no dejaba de procesar ─o, mejor dicho, tratar de procesar─ la información que el libro lleno de marcador, anotaciones y notas adhesivas me transmitía para mi examen. Llevaba mucho tiempo estudiando, no podía más. Cerré el libro con un movimiento brusco y me llevé las manos al rostro tratando de calmarme. No podía más, reventaría en cualquier momento. Abandoné la habitación y me preparé un café frío seguido de que anduve un buen tiempo por mi casa para calmarme. Mi teléfono interrumpió justo el momento en el que el azúcar iba a entrar en contacto con el café. ¿Quién coño era? ¿Ni un café podía preparame con tranquilidad?
Tomé el teléfono y la voz de mi madre inundó la cocina.
─Farah, voy a casa ya ─sonaba cansada, como siempre que salía de trabajar.
─Está bien. Ya he terminado de estudiar... ─suspiré, agotada─... Estoy muy cansada.
─Bueno, veo que te mereces un descanso y un momento de ocio, así que puedes pedir unas pizzas y traer a Helton a casa ─me tensé al oír su nombre─. Te dejaré la casa sola.─ Helton era mi novio desde hace dos años. Él era rubio, con ojos negros y pecas leves. Me llevaba un año y medio y desde el principio busqué la manera de terminar la relación. Desde la primera vez que me puso una mano encima─. Y mañana podrás quedar con alguna amiga. ¡Pero no te acostumbres!
Mi madre no solía dejarme quedar con mis amigas muchas veces a la semana. No muchas veces lo hacía a la semana, aunque tampoco era mi prioridad hacerlo.
─¡Gracias, mamá! ─chillé falsamente de emoción. No estaba nada emocionada─ Tengo que colgar, ¡adiós!
─Adiós ─rio y colgó.
Vi cómo la llamada acababa y me llevé el teléfono al pecho. Suspiré, tragué saliva y me vestí un poco más decente, para que cuando Helton viniese no me viese con una sudadera de talla gigante, unos pantalones grises de chándal y un moño desordenado en mi cabeza.
Cambié esas prendas por un crop-top blanco y unos vaqueros de tiro bajo azules. Me puse mis bambas y solté mi cabello largo, pelirrojo.
Me tomé el tiempo de apreciarme frente al espejo. Mi cabello largo y pelirrojo, bastante naranja cayendo por mis hombros, mi cuerpo con pocas curvas, mis brazos pálidos, mi rostro limpio de pecas, manchas o lunares...
Saqué mi teléfono y llamé a Helton. Le dije que quería que viniese ─cosa que era mentira─, que tenía la casa sola y que veríamos Netflix y pediríamos pizzas. Este aceptó y a los veinte minutos estaba en mi casa.
─¡Farah! ─me abrazó y me dio un breve beso. Eso me dolía muchísimo. Mi familia le adoraba y no podían enterarse de lo que hacía, por lo que en mi casa, los primeros momentos era un cielo. Luego, cuando se cercioraba de que la casa estaba completamente sola, empezaban los maltratos.
─Tengo todo listo, película, manta y pizzas en camino.
─Cómo te quiero ─me cogió de la cintura y me levantó del suelo. Mentiroso─. Vamos, muero de hambre.
Pasamos una tarde decente; ese día no fueron más que dos empujones que me dio, y la sensación de libertad que experimenté cuando Helton debía irse a su casa, era maravillosa.
Eran las once y media de la noche, por lo que me puse mi pijama y me fui a dormir.
Antes, cogí mi teléfono y reproducí música. Una canción que me encantaba de pequeña. Blank Space, de Taylor Swift. A lo mejor era muy básica, pero era mi cantante favorita desde los diez años, y en unos meses haría diecinueve. Me tomé mi tiempo para escuchar detalladamente cada acorde y letra de la canción y cuando esta acabó, desconecté los auriculares del teléfono y me metí en la cama, recibiendo el calor que la sábana transmitía. En verdad, mi lugar seguro, era la música, los libros y mi ordenador portátil, donde tenía todas mis historias. Desde que tenía memoria, siempre me llenaron por completo esos momento donde el estrés, mi mente o los problemas me ganaban y yo agarraba mis audífonos o mi MP4 y los conectaba a mi teléfono móvil ─o a cualquier dispositivo que reprodujese música─ y desconectar del mundo cruel y estereotípico que había fuera, y adentrarme en el acogedor y relajante mundo musical. En verdad, tenía buen gusto musical. Me gustaba mucho Taylor Swift y Eminem. Toda su música era buena. Por esa razón amaba que mis amigos me regalasen por Navidad o por mi cumpleaños vinilos o CD'S de música, aunque siempre estaría el típico con peor gusto musical de la historia y más ignorante del planeta que diría que qué era un vinilo y por qué hacía eso, si eso se hacía en la época de los noventa.
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El deseo de amar para siempre [TERMINADA ✔️]
Romance¡ESTE LIBRO ESTÁ EN PROCESO DE CORRECCIÓN! Farah; una chica, en el primer año de Universidad, se va de intercambio a Ámsterdam. Su ilusión y orgullo por cumplir sus sueños y nostalgia por su obsesión quinceañera con ese lugar la llenan plenamente de...