Lección de vida

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"Bueno, hijo, sé que llevamos tiempo sin hacer esto, pero estoy seguro de que aún te gusta"

Dijo el adulto de pelo castaño mientras tomaba asiento con su hijo al frente, invitándolo a sentarse con él para tener una charla de hombre a hombre

"Agh... ¿Y ahora qué quieres?"

Preguntó el adolescente sentándose a regañadientes frente a su padre, pues, si bien no quería estar ahí, sabía que con lo terco que era aquel viejo, eventualmente lo obligaría a tomar asiento por las malas

"¿Te acuerdas de aquellas lecciones de vida que te hacía hace tiempo en forma de historias? Ya sabes, cuando aún eras un niño pequeño que no sabía sobre el mundo, y necesitabas que yo te explique cómo funciona el sistema mediante historias fantasiosas"

Respondió el hombre con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro, recordando los buenos viejos tiempos que pasaba con su hijo. Tiempos los cuales, debido a su adolescencia y a su crecimiento, nunca más volverían a pasar, o eso era algo que él creía hace un tiempo...

"Ah, sí, esas historias estúpidas y sin sentido, clásicas de ti, papá"

Respondió el muchacho levantando la cabeza para dirigir la mirada hacia el techo, mostrando sutilmente lo pesada que se le hacía tener esta clase de conversaciones con su padre

"Bueno, pues, aunque tengas 16 años, es momento de que te vuelva a contar una de esas historias, más que nada porque últimamente estoy viendo que te vas por el mal camino, hijo, te juntas con maleantes, molestas a los niños más débiles que tú, de entre más cosas... Es por ello, que te voy a comenzar a contar nuevamente ese tipo de historias, para ver si así reflexionas, y te devuelves para el buen camino"

Explicó el señor haciendo que su hijo se sintiera aún más aburrido y ansioso, pues quería que esa conversación se terminara ya de ya

"Bien, presta atención, porque lo que te voy a contar es algo muy importante, te voy a explicar... Porque no debes de darle tu información a cualquier persona por la calle... Ni siquiera a personas amigables o a amigos tuyos..."

(Narra el padre)

Había una vez, en un pequeño pueblo estadounidense, un niño de nombre Brandon que vivía felizmente con su familia, aquel niño era muy amigable y social, siempre se la pasaba jugando con gente de la calle y haciendo amigos nuevos. Sin embargo, sus padres siempre le recalcaban algo en concreto, y era que nunca, pero nunca, debía de decirle la dirección de su casa a nadie, pues aquel pueblo tenía un índice de criminalidad muy alto, y decir la dirección de tu casa podía llevar a algún robo o incluso a algo peor. Brandon simplemente ignoraba este consejo, pues en su cabeza de niño inocente, creía que todos en aquel pueblo eran buenas personas, incluido su mejor amigo, un hombre mayor llamado Bill. Este hombre era alguien muy agradable de igual forma, siempre sonreía ante todo y era alguien tan inteligente como sociable, ellos dos se la pasaban todo el rato juntos, jugaban a toda clase de juegos, sin importarles la brecha de edad que había entre ellos. Tal era su confianza, que Brandon le había contado muchas cosas de su vida privada a su amigo, confiando en que nunca pasaría nada malo, pero, de entre estas cosas, no estaba incluida la dirección de su casa, por obvias razones. O así fue hasta un día... Mientras charlaban, el muchacho no pudo evitar tocar el tema de su localización. Confiado de que no pasaría nada por decírselo, el niño acabó desobedeciendo las órdenes de sus padres, y diciendo finalmente la dirección de su casa con total despreocupación. Tras un par de horas, Brandon finalmente volvió a casa para descansar después de un cansino día de puro jugar con su compañero. En su cama, reflexionó sobre el día y se dio cuenta del error que había cometido, había desobedecido a sus padres, y se sentía mal por ello. Mantuvo una expresión seria mientras pensaba en si confesárselo a sus padres o no. Y mientras lo hacía, pudo escuchar el ruido de su puerta abriéndose lentamente, rechinando la madera de esta misma revelando que alguien se estaba asomando por esta misma, era su padre

"¿Ocurre algo, hijo?"

Preguntó el adulto con un tono de voz raro, pues no parecía tener la voz grave que normalmente tenía, sino que, en vez de eso, parecía estar forzando su voz para hacerla ver más adulta, ignorando dicho dato, el niño se preparó para confesarle la verdad a su padre, no sin antes, reunir también a su madre

"Antes de decirlo, me gustaría que viniera también mamá"

Respondió él ya preparado para confesarlo todo a sus padres. Y, de manera sorpresiva, la cabeza de su madre también se asomó por la puerta junto a la de su padre. Ahí, con ellos dos al frente, el chico acabó confesándolo todo, diciéndoles que los desobedeció y que le dijo su dirección a otro chico. Una vez terminó de hablar, un silencio incómodo se hizo presente en el lugar, hasta que sus padres decidieron romperlo hablando un poco

"Lo que hiciste estuvo muy mal, Brandon. ¿Sabes por qué? ¿Sabes lo qué hizo Bill una vez entró por la puerta? Nos mató a los dos rápidamente, nos cortó la cabeza, y nos usó para engañarte haciéndote creer que aún estábamos vivos"

Dijo su padre, desconcertando aún más al menor. Grato fue su susto, cuando las cabezas de sus padres cayeron al suelo, y de la puerta acabó saliendo Bill con un cuchillo en su mano. El adulto se lo pasó bien con él, se dio el deleite de escuchar sus gritos de dolor y agonía antes de finalmente acabar con su vida, dándole en partes no vitales para prolongar el suceso más de la cuenta. Y al terminar, se percató de que en la otra habitación, había un bebé llorando, era el hermano de Brandon. Bill al saber que había alguien más, sonrió de forma maquiavélica, ahora era momento de pasárselo bien con el más pequeño. No obstante, cuando el hombre se dirigió a la habitación para acabar con él, se percató de que este dejó de llorar al verlo, el bebé, en contra de toda lógica, no hizo otra cosa que reírse luego de ver la cara de aquel asesino. Eso extrañamente le gustó a Bill, le cayó bien, decidió cargarlo entre brazos, soltando el cuchillo y devolviéndole la sonrisa al bebé. Tras eso, se marchó de la casa con él aún en brazos, decidió que lo iba adoptar y hacerlo su hijo. Años después, se casaría con una mujer bajo la excusa de que era papá soltero, y dicha mujer cuidaría al niño como suyo, haciéndole creer que realmente había venido de su útero. Aquel niño, aquel bebé que fue adoptado por un asesino, recibiría el nombre de Michael por parte de su "padre"

(Fin de la narración del padre)

Tras acabar, el hombre miró victorioso la mirada de miedo en los ojos de su hijo, aquella historia había funcionado de manera triunfante, el muchacho la había escuchado y se encontraba desconcertado por esta misma

"¿Ves ahora por qué no tienes que darle tu dirección a desconocidos, Michael?"

El multiverso de FNAFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora