Guardian

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Espero que les guste~

En su quinto año como vampiro, descubre que, algo como cazadores de vampiros...en realidad, si existen.

Se encuentra con uno por accidente, cuando se esta limpiando la boca después de lograr comer pero cuando alza la vista, lo ve entre las sombras, sus ojos rojos encontrándose con los oscuros que lo miran fijamente, pudiendo notar una capa de frialdad y molestia. Es humano, puede decirlo por su palpitar rítmico y constante, con un cinturón llenos de estacas cruzando su pecho y armas colgadas a cada lado de su cintura.

-...vampiro...- gruño, su voz rompiendo el incomodo silencio que se había formado, sus ojos entrecerrándose y oscureciéndose un poco con deseos de matanza.

-Oh no...- corre, usando todo lo que tiene de energía y fuerza, esquivando las balas que cazador le dispara. Su huida es ciega, porque no tiene idea a donde esta yendo pudiendo perderlo de alguna manera.

Y así, termina en un pueblo cualquiera, escondido de las miradas de todos y decidido a tomarse un descanso luego de la persecución. Se queda en una casa abandonada que, para su suerte, tiene todas sus ventanas tapadas con tablones de madera y con la puerta trasera como única entrada. También tiene alimento gracias a un amable carnicero, al que había salvado de unos demonios de aspecto macabro, que le da toda la sangre de animal que puede.

Es...cómodo, algo sorprendente, pero incluso entonces, se mantiene atento. No va a negar que tiene algo de miedo de lo que aquel cazador pueda hacerle si lo atrapa y como no quiere averiguarlo, sabe que va a tener que evitarlo a toda costa. Aunque, por el momento, se permite disfrutar de la calma y la tranquilidad luego de tanto viajar.

Y una noche, cuando simplemente se permite recorrer las calles vacías e iluminadas con algo de libertad por primera vez desde su llegada, ve a alguien en el suelo y con la espalda recostado contra un árbol en el parque que tiene el pueblo. Al principio, no le presta mucha atención, creyendo que puede ser algún borracho que no llego a su casa y se durmió allí. Va dejarlo solo pero se detiene en seco, atento.

-¿Eh?- hay un olor metálico que llega su nariz, uno familiar pero que de alguna manera, huele sorprendentemente dulce, rozando lo empalagoso. Es sangre, por supuesto que lo es, pero no huele como la de los animales o la de los humanos pero eso solo puede significar una cosa. Sea quien sea, o sea lo que sea, esta herido. -¡O-Oye!- corre para acortar la distancia más rápido, pudiendo ver a quien esta allí. Se ve como humano pero con las orejas en punta que le da la señal de que no es lo que parece, la parte superior de su cabello atado en dos rodetes y dejando lo demás suelto, con una marca roja en su frente. Su ropa extraña es llamativa pero lo que más llama la atención, es la gran lanza a la que se aferra, su agarre firme incluso estando inconsciente. Su instinto grita, casi ordenandole que pruebe aquello que produce el dulce y apetecible aroma, pero lo empuja en el fondo de su mente, permitiendo que la preocupación tome la mayor parte de su atención mientras se arrodilla al lado del desconocido para revisarlo. Esta vivo, puede escuchar su palpitar lento y suave, su respiración profunda pero tiene una gran herida en su costado, el origen del olor, y parece muy golpeado.

Se muerde el labio inferior, dudoso. No puede dejarlo allí, no cuando puede estar el peligro de que algo peor pueda pasarle o que quien sea que lo hubiera lastimado decidiera volver y terminar el trabajo. Tampoco puede quedarse allí, no con la amenaza de que el sol salga en unas cuantas horas.

-Muy bien, vienes conmigo- se inclina y lo mueve para poder subirlo a su espalda. Recibe gruñidos, tensos y enojados, pero en mayor parte, el desconocido se mantiene inconsciente, aunque el arma cae al suelo con un suave sonido. -Supongo...que también vienes conmigo- con una mano sujetando al extraño en su espalda y con la otra aferrada a la lanza, camina de vuelta a su refugio.

Usa lo poco que tiene en su mochila, cosas que no usa pero que guarda por alguna razón, acomodando al extraño en el futon que había conseguido hace un tiempo luego de vendarlo y sólo entonces, se aleja, sentandose en la esquina a la que sabe que el sol no va a llegar y se envuelve en su manta, más que nada por comodidad. Tararea para llenar el silencio y se dispone a esperar, sus ojos cerrándose sólo cuando nota los ligeros rayos del sol que apenas entran por las rendijas de las tablas que cubren las ventanas.

VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora