Red Son #3

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Espero que les guste~

-Oh...- Midori conocía a MK, desde hace años, y a estas alturas, era difícil sorprenderse por cualquier cosa que pudiera hacer. Así que cuando abrió la puerta de su casa, siendo casi mediodía, y vio a alguien de cabello rojizo, no estaba realmente sorprendida. -Hay una antorcha en mi casa- entro por completo, cerrando la puerta tras de si.

-No soy una antorcha- gruñó el demonio, volteando a verla con el ceño fruncido, la punta de su coleta volviéndose fuego. -¡Soy Red Son, hijo de...!-

-Eres una antorcha, una invasora- lo corto, divertida al verlo enojarse y maldecir entre dientes.

-Supongo que eres la hermana- gruñó, enarcando una ceja.

-Soy Midori- asintió. -¿Donde esta MK?- era hora de la siesta, así que debía estar dormido en algún lado.

-...aquí...- se levantó, mostrando que tenía su brazo izquierdo acunado contra su pecho, cierto murciélago de pelaje castaño y esponjado durmiendo en su mano, acurrucado y con la cabeza apoyada en el interior de la muñeca del demonio. -Se me acalambro la mano- confesó con una ligera mueca. Sus dedos hormigueaban incómodamente hasta el punto de empezar a doler.

-Aquí, te ayudo- se acercó con una sonrisa divertida, ya había sentido algo así antes. MK tenía la mala costumbre de dormirse en su mano si se descuidada. -Vamos dormilón, tienes una hamaca para esto- fue insistente cuando rasco la espalda del pequeño animal, quien chillo y se quejo pero abrió ligeramente los ojos para mirarla, bostezando ampliamente. Ella solo tarareo, pasando sus dedos por debajo del cuerpo del vampiro y alzándolo al tener un buen agarre. -Voy a llevarlo a su hamaca- aviso antes de alejarse, yendo a su habitación compartida para colocarlo suavemente en su hamaca, dejándolo acurrucarse contra Momo y tapándolo con su cobija favorita, saliendo y apagando la luz para dejarlo dormir tranquilo.

Mientras tanto, Red Son se quedó allí parado, sintiéndose torpe y fuera de lugar, ya haciendo amague de agarrar su abrigo rojo e irse, solo para que una mano empezará a despeinar su cabello de repente.

-¡Oye!- reclamo, molesto, sintiendo como su coleta se desarmaba y su largo cabello caía. Miró a la responsable con el ceño fruncido, gruñendo.

-Mi casa, mis reglas. Tengo derecho a despeinarte- sonrió ella, divertida ante el enojo ajeno. -Ahora, antorcha invasora, es hora de comer- camino hacia la cocina, haciendo un amague para que el otro lo siguiera. El pelirrojo tardó unos segundos en entender y obedecer. -¿Qué quieres? Me imagino que te gusta la comida picante pero no sé qué tanto va a satisfacer tu estómago-

-Lo que sea esta bien- no tenía muchas ganas de ser exigente, no cuando lo estaban escondiendo de su madre.

-Bollos picantes entonces- asintió, ya empezando a llamar. Mientras ordenaba, no pudo evitar mirar a su invitado repentino, quien se veía tenso y triste en su lugar mientras pasaba sus dedos por su largo cabello en un intento de peinarlo. Lo que sea que hubiera pasado en su pequeña familia, debió ser lo suficientemente malo como para que él aún estuviera allí. -Awwww, yo y mi corazón blando- bufo cuando terminó y corto, dejando su teléfono a un lado. -Ven aquí, antorcha- y antes de que él pudiera reaccionar, lo abrazo, firme y suave. Los ojos de Red Son se abrieron con sorpresa, dispuesto a quejarse y alejarse pero ella olía dulce y tranquilizadora, susurrando suaves garantías de que todo iba a estar bien y que podía estar allí todo el tiempo que necesitará, su mano acariciando su cabello como alguna vez lo había hecho su madre. No pudo evitar aflojarse, hundiendo su rostro en el hombro de ella y aferrándose a su ropa. No estaba llorando, no podía dejar que eso pasara, pero sus ojos ardían por las lágrimas que se negaba a derramar.

Debía volver, lo iba a hacer, pero por el momento, se permitió sentirse pequeño y ser consolado.

Esta de más aclarar que a partir de ahí, Red Son se convirtió en un invasor constante.

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