Óscar
Espero a Catalina junto al auto, mientras toma el desayuno en compañía de su padre. He notado la extraña relación que tienen, y prefiero permanecer lo más lejos posible de ellos.
Además, necesitaba despejarme un poco de la sensación que sus manos provocaron sobre mi cuerpo. Aún puedo sentir el hormigueo en mi estómago, y siento enfado conmigo mismo por otorgarle ese poder.
Esa chica tiene el potencial de destruir al pobre tonto que se deje envolver por sus garras, pero conmigo se está equivocando. Mi único interés en ella es meramente laboral, un negocio... una misión.
Una vez haya terminado mi trabajo aquí, podré por fin vivir mi vida en paz. Solo unos cuantos meses y seré libre.
La veo salir de casa algunos minutos más tarde; contonea su cuerpo sensualmente como de costumbre y, por más que trato, no puedo apartar mis ojos de ella.
Me rindo pues es simplemente inevitable, lo admito, Catalina me gusta y me molesta a partes iguales.
No se puede negar lo llamativa que es, con su aire de inocencia, pero al mismo tiempo, esa seguridad que da la experiencia. Es una combinación letal, la carnada perfecta hacia una trampa bien elaborada.
—¿Listo? —pregunta con esa vocecita melosa que me empalaga.
—Siempre.
—Qué eficiencia. —Me guiña un ojo antes de entrar al auto. Cierro su puerta y subo a mi lugar arrancando el motor del vehículo.
—¿Dirección? —inquiero.
Me da el nombre de algunas boutiques de ropa y su ubicación, así que desde ahora puedo adivinar lo largo que será este día.
Llegamos a la primera tienda en menos de veinte minutos, ya que se encuentra en el mismo sector de la ciudad. Ayudo a Catalina a bajar del carro y, apenas pone un pie dentro del lugar, el grito de tres chicas me sobresalta, pero sé que no hay peligro alguno, cuando la rubia junto a mí corre en su dirección y se abraza al grupo de jóvenes de manera eufórica.
—¡Lina! —Da saltitos una pelirroja, aplaudiendo con una foca desquiciada.
—¡Mer! —La imita la Barbie de mi protegida, arrojando besos al aire.
«Ridículas»
Me esfuerzo para no rodar los ojos por lo estúpido que me resulta su comportamiento, me quedo unos pasos atrás inspeccionando el lugar, y aviso a la central de nuestra ubicación.
—Amiga, ¿De qué dulcería sacaste a ese bombón? —cuestiona con descaro una de ellas.
—Sí, ¿Dónde quedó Henry? —pregunta otra, refiriéndose a su antiguo guardaespaldas.
—Es una larga historia. —Bufa Catalina, restándole importancia—. Pero vamos, necesito encontrar un vestido para esta noche.
—¿No nos vas a presentar a tu escolta? —dice una castaña haciendo un puchero.
—Okey... pero les advierto que es un ogro —acepta Catalina, aproximándose a mi lado y, solo por molestarla, pongo mi mejor cara a sus amigas, quienes me saludan con coquetería—. Óscar, ellas son mis amigas —pronuncia la rubia oxigenada—: Meredith, Karol e Isabella.
—Señoritas. —Sonrío, extendiendo mi mano a cada una de ellas bajo la incrédula mirada de Catalina.
—Hola, Óscar. —Pestañea la pelirroja, a quien creo que nombró Meredith—. Qué hermoso nombre, se escucha... gemible. —Ronronea mordiéndose el labio inferior.
![](https://img.wattpad.com/cover/333887651-288-k666742.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Mentiras Piadosas
ChickLitCatalina Rivera es una chica que ha nacido en cuna de oro. Hija de un importante funcionario público de la ciudad de México, jamás ha tenido que esforzarse demasiado por lograr lo que se propone. Una influencer acostumbrada a ser adorada por sus fan...