37. Una larga noche

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Lina

Escucho el grito de Óscar proveniente de la habitación, y mi corazón se acelera al pensar que nuestros atacantes nos han encontrado y debemos salir de aquí. Me apresuro a salir del baño, aún con el dolor punzante que siento en mi tobillo.

Abro la puerta y salgo corriendo, pero mi pie no resiste la presión y me desvanezco en un abrir y cerrar de ojos. Me preparo para sentir el golpe en mis rodillas, pero nunca llega, gracias a que Óscar es más rápido y me toma por la cintura antes de que mi cuerpo impacte con el suelo.

—¡¿Qué pasó?! ¿Dónde están? —cuestiono temerosa.

—¿Quién?

—Los hombres que nos persiguieron, ¿Nos encontraron?

—No, todo está bien —asegura, ayudándome a ponerme de nuevo en pie.

—Pero... tú gritaste, pensé que...

—Perdón, no te vi en la cama y pensé que te había pasado algo.

De pronto la habitación se siente más pequeña. Óscar aún me rodea por la cintura y se ha formado un silencio bastante incómodo entre ambos. Me aclaro la garganta e intento dar un paso atrás para poner una sana distancia entre nosotros; no soportaría volver a pasar un bochorno como el que me llevé en el auto tras mi intento de beso, uno al que él no correspondió en lo más mínimo.

Bajo la cabeza, deseando tener algún poder mágico y poder desaparecer de aquí en este momento, pero la voz ronca de Óscar me saca del hoyo profundo en el que se adentran mis pensamientos.

—Traje pizza —dice rascando su nuca con nerviosismo, señala la caja de cartón que se encuentra sobre la cama y me extiende su mano para ayudarme a caminar en esa dirección—. Vamos, debes guardar reposo.

Me quedo viendo por unos segundos su mano, pero no la tomo; camino por mi cuenta los pocos pasos que me separan de la cama, sintiendo el escrutinio de mi guardaespaldas como una daga que se clava en mi espalda.

Me siento una completa estúpida ahora mismo; si pudiera regresar el tiempo y volver a unos minutos antes de cometer tremenda tontería, sin dudas lo haría. Me arrepiento con mi alma de haber arruinado las cosas entre Óscar y yo, justo cuando comenzábamos a llevarnos mejor.

«¿Es normal sentirme peor por el rechazo de Óscar, que por haber estado a punto de morir?»

Llego al mueble fingiendo que no siento como si mi pie se desgarrara con cada paso que doy. «Soy una buena actriz» me repito, dándome valor para sobrevivir al tiempo que me resta junto a Óscar, en lo que las cosas se calman y podemos volver a casa, donde planeo encerrarme en el búnker de mi habitación y no salir hasta el invierno, o hasta que esta vergüenza que siento se disipe por completo.

Comemos en un silencio ensordecedor, solo amortiguado por el ruido que ambos hacemos al masticar. No termino ni una rebanada, cuando me siento satisfecha; el nudo que tengo en el estómago por todo lo sucedido me impide seguir engullendo y me recuesto de lado izquierdo, rogando a Dios que esta noche termine rápido.

«Si tan solo me tragara la tierra»

—Pensé que tenías hambre —murmura Óscar mientras sigue comiendo despacio su porción de pizza, él tampoco ha comido mucho, así que, creo que se siente igual de incómodo que yo.

—Mi estómago se revolvió con el susto. —En parte estoy diciendo la verdad, aunque lo que me ha hecho sentir peor es la humillación.

—¿Quieres que pida otra cosa?

Mentiras PiadosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora