diecisiete.

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Entre miradas cómplices con Isaza y Juliana, que al parecer había reconocido que me sucedia sin siquiera conocerme, transcurrió la peor parte de la noche: la cena.

Para las doce había perdido la cuenta de cuantas copas de vino había bebido. A decir verdad, luego de la tercera ya mi juicio estaba bastante nublado.

-Ya esta la fogata encendida- dijo Martin entrando desde el jardín sacudiendo sus manos.

Habían decido prender un fogón en el jardín para instalarnos ahí y que los padres de Isaza duerman tranquilos dentro de la casa.

Nos sentamos al rededor del fuego, en lonas y sillas de verano. Y por supuesto había una guitarra sonando, que pasaba de mano en mano.

-Que toque algo Tini- hablo Martin a mi lado y lo empuje levemente.

Estaba entonada de alcohol, pero podía tocar igual.

-No se que tocar- dije mientras posicionaba mis manos sobre la guitarra.

Mire por un instante a Villamil, que se encontraba del otro lado del fuego pero aún así podía verlo perfectamente. Se vino a mi cabeza una canción.

-Ya se cual- busque en mi teléfono los acordes porque no la recordaba bien- ayúdeme a cantar usted, Villa- lo mire y asintió.

Hacia un tiempo había visto un video de él, subido por una página de fans, donde cantaba Pétalo de Sal, de Fito Paez. Me encantaba esa canción, y al parecer a él también.

Comencé a tocar los primeros acordes, y gracias al alcohol no tenía vergüenza de nada.

Tome la iniciativa en cantar primera. Pero cuando él comenzó a cantar, a la tercer linea, yo dejé de hacerlo, quería oir solo su voz.

Conectamos, como nunca nos había sucedido. Sentí por un instante que éramos solo nosotros frente al fuego.

Solo él y yo, oyendonos ser música.

Y decirte que te extraño
Y voy a verte feliz

Cante por primera vez luego de haberme callado a la tercer línea de canción.

Finalice el instrumental y al levantar la vista de la guitarra, busque su mirada.

Pero ésta no estaba en mi, sino en Carolina.

Y cuando creí que no podía ser más triste la situación, la beso.

Le di la guitarra a Martin y me levante de la ronda. Me sentía ahogada, como si el aire se hubiera extinguido.

-Voy al baño- avise sonriendo a medias.

Camine apresuradamente y me encerré en el baño. Respire profundo varias veces.

No iba a llorar, por más ganas que tuviera. Oí la puerta sonar.

-Ya salgo- hable en un tono moderado para no gritar pero lo suficiente para que se oiga.

Moje un poco mi cara y abrí la puerta.

Simón estaba parado frente a mi con sus lentes y su sonrisa amistosa.

-¿Esta bien, Tini?- pregunto tranquilo.

-Si Monchito- sonrei- fueron muchas copas de vino.

Acepto mi respuesta sin repreguntas, y me corrí del camino para que pueda ingresar al baño.

-Tini- hablo haciendo que voltee- aun que nos conozcamos poco, sepa que puede contar conmigo- sonreímos.

Al parecer era transparente como un vidrio. Todos se daban cuenta de mis emociones, y estados.

Todos menos Villamil.

Volví a sentarme al lado de Martin y apoye mi cabeza en su hombro.

-¿Esta bien?- pregunto en un susurro y respondí asintiendo levemente mi cabeza sin despegarme de su hombro.

Volví a mi apartamento a las cinco de la madrugada. Al otro día la resaca sería fatal, pero por suerte iba a dormir todo el día.

Villamil Morat.

Martu, llego bien a su casa?

Suspire al leer el mensaje.

Decidí no responder. Lo haría mañana temprano, o quizás tampoco respondería mañana.

...

-¡Ya!- grite caminando hacia la puerta de entrada.

-Hola Tini- hablo Juli al abrir la puerta.

Isaza se encontraba detrás de ella, y compartían la misma sonrisa.

-Se ve más fea de lo normal cuando se levanra- bromeo Isaza y puse mi peor cara- y su humor también es de perros- rió.

Sin decir una sola palabra moví mi cuerpo a un lado para dejarlos entrar.

-Trajimos cookies- enseñó un contenedor transparente.

Juliana emanaba pura alegría en cada palabra que salía de su boca.

-Que tierna- dije ablandado mis facciones.

-Vaya a cambiarse que tenemos que hablar seriamente- me ordenó la rubia.

-¿Qué hice ahora?- cerre mis ojos con resignación.

-Vamos a hablar de usted- se pauso- y Villamil.

Y tal como había sentido la noche anterior, su nombre heló nuevamente mi espalda.

El sonido de nuestra Música - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora